Capítulo 11

225 12 2
                                    

Regresé a mis aposentos como en una nube. Desde que Deagon había vuelto parecía que viviese en un sueño del que no quería despertar, aunque el vértigo que me hacía sentir también me daba miedo. Confiar en él me aterraba, pero si no podía resistirme a su cercanía, a la atracción que nos unía, no me quedaba más remedio que intentarlo o me volvería loca. No podía dividirme en dos: la que lo deseaba y la que desconfiaba, la que lo quería y la que lo rehuía. Y si tenía que elegir, elegiría tenerlo. Y más después de haberlo probado; o, más bien, de qué me hubiese probado a mí. Ni siquiera sabía que algo así podía hacerse, aunque tampoco tenía ninguna experiencia y en mi visita a ese burdel siguiendo a Deagon no vi nada así; ahora quería descubrirlo todo con él.

No entendí cuando mi madre me avisó de que el deseo podría interponerse en mi camino, no podía imaginar lo que significaba, lo que se sentía. Ahora lo comprendía, el deseo era incluso más peligroso que el amor.

Cuando llegué a mis aposentos, Laila se lazó al interrogatorio nada más cruzar la puerta y cerrarla. Decidí contárselo todo por si en algún momento la necesitaba y porque era mi amiga y lo que necesitaba en ese momento era hablarlo con ella y no cargar con este secreto inmenso yo sola. Cuando terminó de lanzar todas sus preguntas casi sin respirar, sujeté su mano y la llevé a la cama para sentarnos.

—Tengo que contarte algo muy importante.

—¡Ya te han pedido matrimonio! —exclamó entusiasmada.

—No, y no grites. —Tome aliento—. Es un secreto y no es fácil de contar.

Confesar los pecados nunca era sencillo, bastante insoportable era cargar con la culpa de una misma como para hacerlo también con el juicio de otro. Pero esperaba que Laila pudiese comprenderme y apoyarme.

—Sabes que puedes confiar en mí, Rania —dijo, más seria, apretando mis manos con las suyas.

Asentí y aparté la mirada antes de hablar.

—Ha pasado algo con Deagon. Hay... algo entre nosotros —susurré.

—¿Algo de qué?

Dioses, no sabía cómo explicarlo, ni siquiera estaba segura de saberlo. ¿Qué había realmente entre nosotros? ¿Hacia dónde nos llevaba esta perversidad?

—Siempre ha habido cierto tipo de tensión entre nosotros —intenté explicar—. Esa tensión era como un hilo que me ataba a él, siempre estaba pendiente de él y no podía evitar pensar en Deagon más de lo que debería, de formas que jamás deberían pasar por mi mente. Él siente lo mismo por mí, esa... atracción incontrolable. Y sé que es pecado, pero... no puedo... no podemos resistirnos más, y ha pasado algo entre nosotros.

—Por todos los dioses —jadeó—. No me lo puedo creer.

Me soltó las manos para llevárselas a la boca abierta por la impresión.

—Por favor no seas demasiado dura juzgándome. Te necesito.

—¡No, Rania, yo jamás haría eso! —Apoyó las manos en mis hombros, acercó nuestros rostros y la sonrisa casi le parte en dos el suyo—. ¡Dioses! Cuéntamelo todo.

Me reí y ella me acompañó en la risa, abrazándome. Luego empecé nuestra historia desde el principio. Desde la primera vez que nos encontramos, cómo me ayudó y lo que sentí al conocerle, hasta el acto que nos condenaba sin remisión.

—Laila, no soy una mojigata, pero no sabía que eso podía hacerse —susurré con las mejillas ardiendo.

—¡Ay, Rania! Creo que ya es momento para que te enseñe unas cuantas cosas.

Y la conversación que tuvimos después me mantuvo acalorada, avergonzada y fascinada durante todo el tiempo que duró. Jamás habría imaginado que Laila tenía tanto que enseñarme.

EL JUEGO DE LA CORONA fanfic HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora