Senjuro chillaba aterrado arañando el vidrio de la ventanilla del auto, viendo como los autos que pasaban junto a ellos lo ignoraban pese a sus gritos fuertes. -¡AYUDA POR FAVOR!¡ESTE HOMBRE ME SECUESTRÓ!¡SÓLO QUIERO ENCONTRAR A MI HERMANO!-
-Buen intento mi conejito, pero los vidrios son polarizados y el auto está insonorizado, nadie podrá verte ni oirte. Y ya te dije, vas a poder ver a Douma muy pronto.- El alfa pantera rosa estiró un brazo y acarició suavemente una de las orejitas del rubio, viendo como bajaba las orejitas al instante y comenzaba a ronronear, retrocediendo hasta recostar su cuerpo sobre el costado del alfa para sentir sus caricias.
-Sin duda vas a ser un omega delicioso.- Sonrió satisfecho Hakuji viendo como cerraba los ojos y se quedaba dormido en su costado. -MÍ omega.-
Una vez que llegó a la cabaña de Michikatsu, cargó a Senjuro entre sus brazos y fue al ático, subiendo unas escaleras de mano hasta que llegó a un tablero con lector de huellas dactilares. Entró rápidamente y cinco segundos después la puerta de acero se cerró.
Caminó por la habitación llena de flores artificiales con estrellas coloridas pintadas en el techo y las paredes y lo recostó en una gran cama matrimonial mientras que el se acostó en un colchón en el suelo. -Mi lindo y tierno conejito.- Susurró estirando una mano hacia Senjuro-comenzando a acariciar sus orejitas rubias con rayas rojas escuchandolo ronronear. -Pronto serás mío.- Bostezó cerrando los ojos y quedó dormido.
Senjuro despertó una hora más tarde temblando de miedo al ver la enorme y tatuada mano de Hakuji sobre su cabeza.
Se removió safándose del agarre del mayor y bajó la mirada viéndolo dormido con la mano apoyada en su cama.
Bajó con cuidado y observó la sala a su alrededor. Había un gran armario, un televisor, una nevera, dos puertas, una normal y una de acero, y muchas flores y estrellas coloridas.
Abrió la puerta normal y entró al baño. Encendió la luz observando que había lavamanos con dos cepillos de dientes, una pasta dental, un cepillo de cabello, una mesita con toallas y un cajón. Se acercó al váter y cerró la puerta bajándose los pantalones orinando mientras observaba el bidet y la ducha al lado contrario de la puerta.
Cuando terminó se acomodó la ropa y jaló la cadena, yendo al lavamanos para limpiarse.
Una vez listo se secó las manos observando con curiosidad el cajón en la mesa de las toallas. Se arrodilló e intentó abrirlo, pero estaba cerrado con llave.
Volvió a ponerse de pie apagando la luz y salió del baño cerrando nuevamente la puerta, asustándose al ver que Hakuji no estaba más en el colchón.
Cerró las manos en puños poniéndolas frente de su rostro para defenderse de un posible ataque, chillando sustado cuando dos enormes brazos lo rodearon por las caderas y alzaron, comenzando a patalear y dar puñetazos al frente con los ojos cerrados.
-Buenos días mi conejito.- Sonrió ladinamente el pelifucsia dándole besos en el cuello al menor. -Veo que ya descubriste el baño, eres un pequeño muy curioso.- Acostó a Senjuro boca abajo en el colchón y se acomodó sobre su espalda cuidando no aplastarlo. -Me pregunto que tan curioso eres, mi lindo conejito.-
-B-Basta... N-No quiero.- Sollozaba el rubio comenzando a llorar mientras sentía besos en su cuello y caricias en su espalda.
Akaza bufó apoyando la frente en su cabeza para luego separarse y soltar al infante. -Ya ya, tranquilo.- Bajó el colchón del suelo y se sentó mirando las sábanas para distraerse. -No te haré nada, al menos no por ahora.-
Senjuro hizo un puchero y se asomó viendo con curiosidad al mayor. -¿No?-
-No. Aún eres muy pequeño para hacer algo. Lo único que iba a hacer era acariciarte un poco y besarte. Hasta que no entres en celo no iba a hacer nada más.- Hakuji se recostó en el colchón y cerró los ojos frustrado.
Senjuro hizo un puchero y bajó de la cama al colchón, recostando tímidamente su pequeño cuerpo junto al sorprendido Hakuji, apoyando la cabeza en uno de sus hombros. -¿C-Cuál es tu nombre?-
Hakuji sonrió con ternura y abrazó cariñosamente la cintura del rubio. -Me llamo Akaza.-
-Akaza, ¿cuándo podré ver a mi familia?- Preguntó el ojiamarillo y rojo alzando la mirada a los ojos dorados del mayor.
-Pues... No sé... Si mi amigo lo autoriza podrás ver a Douma tal vez.- Respondió acariciando con el pulgar su cintura mientras lo abrazaba.
-Gracias.- Susurró el Rengoku cerrando los ojos.