CAPÍTULO 13: NAVIDAD EN CASA

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Barbara bajó y se encontró con Selina, que decoraba un árbol de navidad mientras tarareaba una canción.

- Hola.- La saludó Barbara.

- Si vas a quedarte al menos ayúdame.- Le espetó Selina.

- Oh, sí, claro.

Selina le pasó una caja llena de bolas para decorar el árbol.

- Creo que a Dick le gustaría ayudar, de hecho...compró una casita de jengibre. Voy a avisarlo.- Dijo Barbara antes de coger alguna de las bolas.

Selina sonrió y asintió.

- Adelante, ve a llamar a tu hombre.

- ¿Cómo?

- Nada, nada...

Barbara enarcó una ceja pero decidió que era mejor no insistir.

Subió de nuevo, emocionada, y fue a la habitación de su amigo. Entonces, sin pensárselo demasiado, se abalanzó sobre la cama y lo tocó varias veces (intentando no hacerle daño en las heridas), para llamar su atención.

- Ey Dick, levanta. Tenemos algo que hacer.

- ¿Ahora? Creí que íbamos a descansar un poco...

- Venga, ven.

La chica seguía insistiendo, ante eso, él la agarró con fuerza para intentar paralizarla pero, al hacerlo, sin querer los rostros de ambos quedaron muy juntos. Y, aunque quería evitarlo, no puedo contenerse y besó a la joven. El beso fue rápido pero intenso.

Barbara se apartó rápidamente.

- Te espero...abajo.

- Babs, perdona, yo...

- Te espero abajo.- Repitió ella.

- Ok...

La chica caminó tan rápido que apenas tardó un segundo en salir de la habitación. Dick suspiró, algo arrepentido, aunque no pudo evitar sonreír recordando la escena: tenía que admitir que algo de gracia había tenido.

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- ¿Por qué tengo que cargar yo todo esto?- Preguntó un Jason, bastante molesto.

- Porque siempre andas alardeando de lo fuerte y poderoso que eres, yo solo te ayudo a entrenar.- Le respondió Tim.

Jason bufó y apartó la mirada de su amigo.

- He de decirte que creo que te estás pasando. Creo que nadie puede meterse toda esta azúcar en el cuerpo y salir indemne de esto.

- Uf, ignoras las cantidades de azúcar que se mete Dick en el cuerpo.

A Tim le sorprendió la carcajada tan sonora y sincera que soltó Jason al escuchar su comentario. Las risas eran tales que se quedó sin caminar durante un rato, tratando de parar su propia risa.

- Me ha encantado no ser yo el que lo diga.- Dijo sin dejar de reírse.

El más pequeño no pudo evitar contagiarse con la risa de su amigo.

Tras pasar más de diez minutos riéndose tontamente haciendo comentarios sobre las cosas que habían visto a Dick comer, volvieron a poner rumbo a reunirse con los demás.

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Al llegar se sorprendieron de ver a todos los demás levantados, ayudando a Selina a colocar algún que otro adorno por ahí. En opinión de Jason aquello estaba empezando a rozar la "sobredecoración" pero creía más oportuno no decir nada y dejarlos hacer, no quería ser él el que rompiera el espíritu navideño.

Navidad sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora