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Para llorar y reír, y viceversa.


- Emma María- se puso Phillip de pie al ver a Emma y a Sophia salir del ascensor, que daba directo a donde él esperaba. – Pia- las abrazó a ambas con una sonrisa frustrada, cansada y preocupada. – Gracias por venir.


- Pipe, ¿cómo estás?- susurró Sophia, como si no quisiera que la escuchara nadie más que Phillip.


- Bien, bien, por favor, tomen asiento- les ofreció la sala de espera, las pocas sillas que estaban vacías, él estaba vacío.


- ¿Está despierta?- murmuró Emma antes de sentarse en una silla.


- Creo que sí, entra, le alegrará verte- sonrió con la misma sonrisa y mirada cansada.


- Regreso en un momento- suspiró, colocando su bolso en la silla al lado de Sophia.


- Pia, ¿cómo estás?- se dirigió a ella, quien se sentaba a su lado mientras veían a Emma desaparecer por el pasillo hacia la habitación de Natasha.


- Bien- sonrió un tanto incómoda, pues era un ambiente incómodo. - ¿Y tú?- Phillip simplemente sacudió la cabeza y Sophia, por reflejo, simplemente lo abrazó, y sólo bastó esa muestra de cariño para que Phillip dejara de ser aquel hombre resuelto y bien estructurado, frío de cabeza aún durante un incendio, estalló en dolor, culpa e impotencia. Fue como si se quedara sin aire, como si quisiera gritar hasta romperse las cuerdas vocales, quería patalear como un niño pequeño en medio de un berrinche, quería odiar a todos, a todo el mundo, a todo, pero simplemente apuñó el suéter de Sophia, lo apuñó tan fuerte como pudo, y Sophia sólo lo abrazó por la espalda y por su mejilla, estaba más inconsolable que Emma en su peor momento.


Al mismo tiempo que Phillip emitió el primer ahogo gutural, Emma entró a la habitación en la que, con sólo entrar, le dio más frío que de costumbre, y no sabía por qué, pues todo estaba cerrado, y hasta un poco oscuro para que la luz no penetrara tanto en la habitación. No, en esa habitación no había nada que estuviera bien o que fuera a estar bien, pero Emma, como optimista, sólo podía esperar que todo iba a estar bien, igual que todos. Caminó sobre sus zapatillas deportivas Samba marrones, pues le había parecido interesante que no fueran negro y blanco como solían ser, y, al llegar al borde de la cama, simplemente rozó el borde lateral con la parte externa de su rodilla y se sentó a la orilla de la cama. Bajó la cabeza y vio la mano de Natasha, realmente delgada y blanca, no era el blanco que la invadía en otoño, era un blanco consumido.


- Hey...- susurró Natasha en cuanto Emma le tomó la mano, que había abierto los ojos.


- No quería despertarte.


- No lo hiciste- sonrió suavemente. - ¿Qué haces aquí?


- Phillip me llamó...- Natasha sólo sonrió mínimamente, pues no podía sonreír, no quería.


- ¿Cómo te sientes, Nate?- pero ella sólo sacudió la cabeza, una vez hacia la izquierda y una vez hacia la derecha, no le daba para más, inhaló profundamente y lo atrapó en un golpe pulmonar para evitar llorar. – Hey... hey... hey...- susurró comprensivamente Emma.

Antecedentes y Sucesiones - TraducidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora