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Para jugar con fuego.


- ¡Emma, Tesoro!- gritó burlonamente al abrir la puerta de par en par. A Emma se le fueron los colores luego de que los colores del arcoíris le pasaran por su cara, no por miedo sino por vergüenza.


- Arquitecta, perdón- se escabulló Gaby entre los brazos extendidos de aquel hombre que simulaba algún tipo de grandeza bíblica con ellos.


- Señora der Bosse- sonrió Emma avergonzada. - ¿Me disculpa un momento?


- Claro- dijo con las huellas de aquel sobresalto.


- Si gusta, puede hojear los portafolios para encontrar un estilo que se acerque a lo que le interesa- sonrió de nuevo, abriéndole las dos carpetas rojas. Ella sólo asintió mientras veía su reloj, algo que, en el mundo de Emma, no era nada bueno. Emma se puso de pie y, con un sobresalto vuelto perfecto enojo, no enojo de verlo sino enojo por esa entrada de campeonato, como si se tratara de Pedro por su casa luego de la Guerra caminó hacia él. – Tú- gruñó, y lo tomó del brazo para sacarlo de su espacio laboral y cerrar la puerta tras ella. - ¿Qué demonios haces aquí?


- Tesoro- sonrió grandiosamente. - ¿Cómo estás?- la tomó de las manos y estuvo a punto de besarlas, pero Emma jamás, ¡jamás!, se dejaría besar por él, por esa cosa.


- De pie- espetó. - ¿Qué buscas aquí, David?


- Arquitecta, ¿quisiera que llame a Seguridad?- preguntó Gaby en una pequeña vocecita de no saber si hacía lo correcto o no, no por Emma sino por él, pues nunca le cayó bien y nunca la había tratado bien, más que todo porque siempre se refirió a ella como La Secretaria: "Secretaria, comunícame con Emma."


- Gabriela- espetó él, y ambas, Gaby y Emma, espetaron un "Gabrielle" en sus mentes. – Sólo será un minuto.


- Mi paciencia está a punto de terminarse, David. Así que te pregunto de nuevo...- dijo entre un suspiro.


- Ya sé, ya sé- la interrumpió, y cómo odiaba eso Emma. – "Qué hago aquí"- murmuró como para sí mismo. – Sólo vine a avisarte, personalmente, que estoy muy alegre que estaremos trabajando juntos de nuevo- Emma sólo respiro hondo, con una pesadez que tenía nombre: "Volterra". – Pues, en el mismo aire, al menos- sonrió. - ¿No me das un abrazo de bienvenida?


- Escúchame bien- se acercó a su rostro con furia. – Aquí las cosas ya no funcionan como cuando te fuiste, aquí las cosas funcionan como yo digo. Aquí la que manda soy yo, así que no me interesa cómo es tu contrato pero date por informado que, con la primera cagada, por más mínima que sea, conmigo, con algún proyecto o con cualquiera en el Estudio, no voy a dudar ni un segundo en sacarte de nuevo, ¿me entendiste?

- Comprendo, preciosa- sonrió. – Entonces, ¿qué dices si, cuando termines con tu cliente, vienes conmigo a celebrar con unas copas?

- Y la cagada cuenta en mi vida fuera del trabajo también.


- Sabes que no puedes despedirme por una cuestión personal; ya dos veces sería abusar.


Antecedentes y Sucesiones - TraducidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora