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Del chorizo ibérico y el drama del can


Lunes EDT (GMT-4)


–No la mires a ella –le dijo a Volterra.


El Arquitecto se había vuelto hacia la socia mayoritaria, quien batallaba por contener una sonrisa de satisfacción; en silencio, apenas con los ojos, le preguntaba si era obra suya.


–Él solo está por un proyecto en los Hamptons. Tiene un contrato temporal –replicó Volterra.


–No te voy a hacer escoger entre los dos porque a todos nos queda claro que él tiene más que ofrecer que yo –le dijo Sophia–; pero ambos sabemos demasiado bien que cuando termine ese proyecto entrará en otro, y en otro, y en otro, y así sucesivamente. De lo contrario, nunca habrías omitido la razón de su despido de Bergman; de lo contrario, nunca habría regresado.


–Podemos hablar sobre eso, pero que sea después –repuso Volterra.


–No, no después. Ahora –negó Sophia con la cabeza–. No te estoy pidiendo que se vaya ya, ahora, en este mismo instante, sino que, una vez terminado el proyecto, ya no vuelva a ser contratado. Simple.


«Aplós», dijo Emma para sí.


–Y que se tome como una gran consideración de mi parte –añadió, optando por no incluir a Emma en un plural, aunque sabía que la respaldaba–, no con él, sino contigo.


–¿Conmigo? –frunció Volterra el ceño.


–Hay más ingenieros estructurales en la ciudad, en el país, en el mundo. Estoy segura de que puedes conseguir a alguien igual o mejor –dijo, optando por no llamarlo cerdo para no desacreditarse a sí misma–. No vayamos tan lejos, Clark y Pennington hacen lo mismo que él y no dan problemas de ningún tipo –dijo de tal manera que Volterra pudo ver cómo hasta lo paralingüístico era objeto de herencia genética.


–De acuerdo –repuso impasible, aunque sorprendido por la perfección con la que reproducía el lenguaje corporal de Camilla.


–De acuerdo –asintió la rubia y procedió a destapar el Tibaldi Divina para firmar la primera pestaña roja.


Cuarenta y dos garabatos en total después, se hizo oficial. Los abogados huyeron de ahí, sabiendo que, al día siguiente, enviarían facturas, cobrando pagos excesivos. Liz se retiró a revisar el acta de la reunión y a imprimirla para recolectar otro juego de firmas.


–Cuando puedan, las espero en mi oficina –les dijo Volterra y se despidió de los Noltenius.Emma pensó en el acceso de dramatismo que el calvo estaba teniendo, pero nada de lo que dijera o hiciera podía aguarle el momento. Sophia estaba de acuerdo.


–Lo que ustedes necesitan es alguien que maneje el personal –dijo Natasha.


–Eso lo hace Volterra –repuso Emma.


–Él tiene suficientes responsabilidades como para ser también una especie de Director de Recursos Humanos –dijo Natasha–. Lo que el estudio necesita es eso, un algo de Recursos Humanos.

Antecedentes y Sucesiones - TraducidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora