Sí.
Miércoles veinticuatro de octubre de dos mil doce.
Emma se despertó a las seis en punto, sin despertador, sin nada, simplemente por costumbre, se estiró y abrió los ojos, viendo hacia la izquierda, hacia el lado izquierdo de la cama, y no vio a Sophia. Se sintió rara al no despertar junto a ella, pero, ¿por qué? Sólo había dormido con ella un par de veces, tal vez era la obsesión, pero no, no, "obsesión" es un término muy fuerte. ¿Qué tenía Sophia que la embriagaba tanto? Le robaba la razón. ¿Era eso enamorarse? Sí, sí, enamorarse era ser tonto, pues, ciego y tonto, ceder a lo que no cedía normalmente, pero con Sophia quería muchas cosas, pero no, no, y nuevamente no, "¿Le pedí que se mudara conmigo? Holy...fuck." suspiró, irguiéndose de golpe sobre la cama, encontrándose desnuda, y sí, aquello no había sido un sueño caliente, ¿en qué momento se le había ocurrido aquello? ¿Habría sido la remota ebriedad? ¿O era precisamente que estaba enamorada, en tal profundidad, que hacía cosas tontas? Y se levantó, tomó su iPhone y llamó, a plenas seis y tres de la mañana, a Alastor Thaddeus.
- Alastor- contestó, no sonaba a que lo hubiera despertado.
- Doctor Thaddeus, habla Emma Pavlovic- suspiró, encendiendo la luz de su vestidor para buscar la ropa que se pondría.
- Ah, sí, buenos días, Señorita Pavlovic- lo sintió sonreír con ironía. - ¿En qué le puedo ayudar?
- Perdón por llamar a esta hora, para empezar...- sacó una camisa formal, amarilla y de manga larga, Burberry, al típico cuadriculado pero en negro y blanco. – Quería saber si tiene tiempo ahora, necesito hablar
- Tengo la primera cita a las siete, el día lo tengo lleno... pero, si va a ser como las otras veces que sólo se toma la primera media hora, supongo que puedo recibirla a las seis y media
- Ahí estaré- dijo Emma. – Gracias, lo veo en un momento- y colgó, sacando un jeans y luego unos Ferragamo del cilindro.
Se dirigió al mueble de ropa casual, abriendo la primera gaveta para deslizarse en la primera tanga que tomó, luego, la segunda gaveta, sacó un sostén deportivo, se metió en un short Supernova, en una mezcla obscena de cian y magenta, algo que sólo en los deportes se podía ver bien, se metió en una camiseta del Hombre de Vitruvio, que la tenía en todos los colores habidos y por haber, pues era, quizás, una de las imágenes que más le gustaban, pues era la supuesta perfección, o quizás estaba en el mismo nivel de sus camisetas sarcásticas, como la de "NO te estoy insultando. Te estoy describiendo" o "Estoy bastante seguro de que 'YOLO' es 'Carpe Diem' para gente estúpida", camisetas que casi nunca se ponía, pero que era el chiste de su closet. Se enfundó un par de calcetines, se metió en sus zapatillas deportivas, sin desamarrarlas, como ya alguna vez expliqué, y, colocando su iPhone en la banda del brazo, se colocó sus audífonos y presionó "play", un poco de Tchaikovsky y su Obertura 1812. Introdujo su identificación, su tarjeta de crédito y unos billetes, junto con sus llaves, en el bolsillo interior del short. Se lavó rápidamente los dientes y la cara, se hizo un moño rápido pero tenso, se deslizó en una sudadera gris con rojo, se puso su reloj deportivo y, saliendo por la puerta del apartamento, enfundó su cabeza en un gorro. Salió del edificio, respiró hondo y, tomando dirección hacia Central Park, bordeándolo hasta incorporarse a la sesenta y cinco, la primera calle que atravesaba Central Park, corrió hasta Central Park West, o sea, lo atravesó, y buscó la calle sesenta y cuatro y llegó a la residencia catorce.
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Antecedentes y Sucesiones - Traducida
General FictionSecuela de "El lado Sexy de la Arquitectura". Todos los créditos a su autora Ella J. ATENCIÓN... Esta historia no es mía, la autora real, la única y legal es @EllaJenkins56 . Todos los derechos reservados por y para ella. Esta es solo una versión tr...