Rīa | Capítulo dos

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No me cabía duda de que encontrar consuelo en el fondo de una piscina era cualquier cosa menos algo común. 

Contenía bajo el agua: la cabeza, los dedos de los pies, los brazos, el pecho. Además, traía el cabello recogido con un gorro de silicona, de un color similar al del traje de baño que la escuela entregaba a los miembros del club de natación. Un tono azul oscuro que el ojo inexperto podría confundir fácilmente con negro.

Si fuera otra persona, abriría los ojos y vería. Describiría cómo la luz se filtraba a través del agua mientras las burbujas brotaban de mis labios. Notaría cómo mis plantas se hunden en los azulejos y me preguntaría qué diferencia hay entre esto y morir.

Pero mis ojos permanecían cerrados. 

Y oí el eco de mi nombre a lo lejos. 

Nadé hacia arriba, y hacia arriba. Lo suficiente para abrirme las costillas de un golpe y recuperar el aliento. La vi en la superficie, una sonrisa torcida en las curvas de su rostro.

—Casi un minuto, nuevo récord.

—Sentí que me moría —dije como respuesta, borrándome el agua de la cara con las palmas de mis manos. Seguí hasta arderme, no sabía por qué.

Kavya yacía sentada al borde de la piscina, haciendo anillos con el movimiento de sus piernas. Entre sus uñas mal pintadas de esmalte, podía ver el cronómetro. Sus números estaban intactos, noté.

—Intentémoslo de nuevo.

Dije que sí ante sus palabras, recuperé el aliento.

Me dejé caer, y dejé caer.

Después de un rato o dos, acabé sentada a su lado, apartando la gorra que sujetaba mi cabello y dejándomelo suelto. La humedad de mi piel marrón era como lluvia sobre tierra fértil; un río que empezaba en mi cabeza y terminaba en la punta de mis pies.

Hablábamos. Sobre cosas. De gente. De lugares. Tendía a pensar que la gente que me rodeaba vivía en la casa de su cuerpo, y yo sólo era su observadora. Así que no importaba lo que yo dijera o hiciera, no tenía ninguna importancia en el gran esquema de las cosas. Quizá por eso me gustaba hablar con Kavya, hacerlo aflojaba los hilos que tiraban de mí. Con ella, sentía que valía la pena escucharme.

En la orilla de mi visión distinguí la figura de una persona, situada entre dos puertas anchas, en la entrada de la piscina. Con tanta distancia, percibí que me miraba con atención. Sin embargo, giré y me di cuenta de que no, no era yo. Era Kavya. Y creo que se dio cuenta de que me fijaba en ella, pues su cara se tiñó de rojo y volvió a su escondite, a puerta cerrada. 

Eché un vistazo a mi alrededor, sintiendo que había presenciado una ilusión a la vez que dormía. Seguramente no era la única que había notado la sombra en la piscina. Nadie era tan invisible, no con tanta concurrencia en el club de natación.

—Rīa, ¿acaso me estás escuchando?

—¿No la viste?

Kavya hizo una cara, y dijo:

—¿Ver qué, exactamente?

—Una chica, creo. Nos estaba mirando y-

—¿Es esta tu nueva forma de distraerme? ¿Inventándote historias para que no te pregunte por tu obsesión insana por el éxito académico?

—No tengo una obsesión.

—Eres una estudiante sobresaliente que aspira a la presidencia estudiantil, formas parte de cinco clubes extraescolares y trabajas como voluntaria en tres refugios de animales. Realmente, obsesión es decir poco.

—De acuerdo, podría tener un problema, pero lo que te estoy diciendo es que vi a alguien mirándonos —musité, esforzándome por mostrar mi preocupación—. Deberíamos hablar con el entrenador de natación o algo.

—Probablemente no fue nada, puede que incluso fuera un admirador. No te estreses. 

—Es que-

Kavya pellizcó mis mejillas, tratando de demostrarme que no era más que una exagerada a la que le vendría bien un buen descanso de las responsabilidades y de la vida misma.

—Di otra palabra y tendrás arrugas prominentes, ¿captas?

Asentí a pesar de su amenaza, aunque me sentía frustrada. Tenía la impresión de que ella conocía a la persona que había visto y no quería decírmelo, mas no sabía por qué lo sentía. En mis huesos. En el aire que respiraba. Por mucho que pestañeara, permanecía.

La sensación me acompañó hasta el sueño, y un poco después de eso. Únicamente desapareciendo cuando, a la mañana siguiente, me desperté con el cuerpo inmóvil en el fondo del océano.

 Únicamente desapareciendo cuando, a la mañana siguiente, me desperté con el cuerpo inmóvil en el fondo del océano

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Dibujo por Whoo-Jaehe

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