El reloj se movía en una serie de pausas. El sonido tan parecido al de mi casa, y sin embargo allí estaba, tan diferente. Colgado en lo alto de una pared donde había fotos de alumnos, profesores y padres. Sus sonrisas eran evidentes, la falsedad de los actos hizo que se me revolviera el estómago.
La oficina era pequeña, marrón y blanca. Hacía frío en el aire, me acurruqué en mí misma en busca de un poco de calor. El director se acomodó los lentes, los dos oficiales a su lado derecho me miraban como si hubiera algo mal en mí.
Estos últimos fueron los que más hablaron, intentando por todos los medios que me sincerara. Mis amistades. Sobre mi vida familiar. La escuela. Mis pasatiempos. No tenía ningún sentido hasta que comprendí su presencia cuando por fin me tomé el tiempo de verlos. Sus ojos contenían todo lo que necesitaba saber.
Y mi mente se vació. Nadaba en los movimientos de mi existencia. Me estaba convirtiendo en una herida que no parecía cicatrizar adecuadamente. Tal vez sabían de las flores bajo mi piel. La forma en que sangraban cuando las tocaba, de cómo caían aunque no las hubiera arrancado. O quizá de mí y Kayva, de lo mucho que nos conocíamos. El significados indescriptibles que alguna vez hubo entre nosotras.
Me dejaron ir cuando se dieron cuenta de que no tenía nada que decir. Al cruzar las puertas de la oficina, noté a Rīa sentada en la sala de espera. No parecía haber nadie más. Me vio empezar a llorar. Se levantó, caminó hacia mí y me abrazó. Ni siquiera recordaba la última vez que alguien me trató con tanta ternura.
Nos separamos, el sonido de la puerta, Rīa es llamada y ella me vio por última vez, esbozó una sonrisa triste, y la puerta se cerró. Lloré un poco más hasta no ser otra cosa que una chica dividida entre ser amada y querer estar siempre sola.
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A flor de piel
Science FictionLa piel de una joven que se convierte en una rosaleda, y las lágrimas de otra que ahoga el mundo bajo sus pies. Donde dos chicas se enamoran a pesar de todo, y a causa de todo.