III. Dormidos de cuchara (Parte 2)

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Con todo el positivismo que tenía, estaba segura que las cosas estaban saliendo bien y que poco a poco irían mejorando, aunque no habíamos intercambiado muchas palabras sabíamos como las cosas funcionaban, para lo que estábamos aquí y lo que queríamos que ocurriera esa noche.

Estaba concentrada en la cocina, sirviendo los platos, que cuando mi cuerpo giró unos noventa grados, ahí estaba Raymundo, ni si quiera me había dado cuenta, no sabía desde hace cuánto tiempo que estaba ahí. Por poco y los platos que estaba sosteniendo con ambas manos se me cae al suelo. Él me estaba mirando fijamente. En sus ojos reflejaba algo de lujuria y pasión que no sabía más como describirlo, solo puedo decir que me ponía ardiente cuando esos ojos azules me estaban mirando fijamente.

-La comida esta lista -Le dije

Asentó con la cabeza, tomó su plato y fuimos ambos al comedor, en el que Raymundo se sentó. Comió sin ningún tipo de prisa, yo tampoco tenía prisa por terminar de comer. Yo estaba un tanto nerviosa, no por la cuestión que teníamos de sexo, es que aunque ya teníamos todo planeado, no habíamos intercambiado muchas palabras y eso me ponía nervioso, más de lo que ya estaba. Yo, en mi mente, ya le hubiera arrancado la ropa a mordiscos, y le hubiera tomado el miembro para dirigirlo hasta mi boca, lamiendo todas y cada una de las partes erógenas de él. Solo una cosa era la que me detenía, no quería que él creyera que yo solo lo quería en mi casa para violarlo, quería que él sepa que yo lo quería a él por lo que era y no por el placer que su miembro podía darme.

-Tienes una hermosa casa

-Gracias

-Las cosas se parecen a sus dueños

-Oye, cuando... piensas enseñarme los juegos que me habías comentado

Raymundo terminó de comer. Le dio un sorbo a su bebida. Un vino que había encontrado y lo había servido en nuestras copas para nuestro disfrute personal.

-Solo déjame hacer una cosa

Raymundo se acercó a mí, me dio un beso en los labios. Solo él estaba tomando la iniciativa de la situación. Este no era un beso con pasión, este era ya un beso sexual, no me había dado uno desde aquella vez que me dio el primero. Únicamente con recibir ese beso ya estaba mojada de mis bragas, era como si hubiese tocado un interruptor que pudiera controlar, ahí terminé de comprender la situación. Él era mío y yo era su putita.

En cuanto ese beso terminó. Me dijo al oído.

-Se mía ya

-Vamos a mi habitación

-No hay tiempo, hagámonos aquí, como animales

Me dejé llevar y no dije ni una sola palabra de esto. Él tenía el control de la situación. Metió su mano en mi pantalón, acarició mis bragas por encima con su mano. No tenía que quitarme las bragas porque ellas estaban tan mojadas que no había necesidad de quitarlas. Aun así mientras me estaba masturbando me estaba viendo directo a los ojos. Estaba apenada porque sus ojos azules me veían en lo que yo estaba excitándome cada vez más.

Yo pasé a quitarme el pantalón y la blusa, no los necesitaría para lo que íbamos a hacer.

Únicamente yo estaba desnuda, él seguía teniendo su ropa, lo único que se había quitado hasta ese momento, era la bragueta de su pantalón. Al fin le había visto el miembro y esto, por lo menos para mí ya era un logro más.

Sin importarle nada a Raymundo, pasó su brazo por la mesa, tirando todos los platos que estaban ahí. Todos los platos que estaban a su paso él los tiró al suelo, claro como no le habían costado nada a él pues no le importaba, y en ese momento a mí tampoco, ya no me estaba importando nada, solo necesitaba del sexo tan apasionado que pudiera tener con él, tenía unas ansias tan grandes de que me llenara que no me hacían falta tantos preámbulos como él creía. Con cada preámbulo que me hacía yo sentía cada vez más la necesidad de tenerlo entre mis brazos.

El hombre de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora