10: perro

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Diciembre de 1996

    El calor, los mosquitos, el ventilador que no tiraba aire y las cubeteras de hielo que no congelaban eran uno de los montones de problemas que Lola y Pablo cargaban en sus espaldas. Pablo entrenaba día tras día para el mundial que se realizaría en junio y Lola no dejaba de posponer la firma del contrato con CBS por quien sabe qué. Bueno, ella lo sabía. El futbolista no podía salir de su cabeza en ningún momemto ni para descansar. Pablo regresó de Córdoba más tarde de lo que se esperaba, cosa que Lola agradeció infinitamente a los astros testigos de la noche del cumpleaños de Pablo.

  La mañana siguiente a tal suceso fue, por mucho, indiscutiblemente incómoda. Pablo tenía que viajar a Córdoba ese mismo día a las diez de la mañana y, cuando terminaron con Lola, ya eran las ocho.
  Ninguno de los podía creer lo que acababa de ocurrir. Habían roto la tensión sexual que acumularon durante años, y se sentía increíble. Pero ningo de los dos quería admitirlo. Fue como su primer beso. Luego de acabar, no hablaron hasta que resultó necesario hacerlo.
  Pablo estaba apoyado de espaldas en el desayunador, y Lola sentada en frente de la mesa. Ambos con una taza de mate cocido, escuchando la radio hablar sobre algún quilombo nuevo en el que se había metido Charly García. Algo que a Lola podría interesarle pero era imposible no pensar en la madrugada con su amigo. Aún más, no quería pensar que fue una de las mejores madrugadas de su vida. Había roto su promesa de no cruzar la línea que separaba la amistad con algo más, no quería volver a cometer el mismo error por más que ambas partes lo hubieran deseado.
  Entre tantos pensamientos, las nueve habían llegado. En una hora salía el colectivo de Pablo y no se verían por alrededor de un mes. Lola pensó que era el tiempo suficiente para que las cosas quedaran en el olvido y volviera todo a la normalidad, pero antes debían proponer un acuerdo.

—Pablo — Se ánimo a hablar Lola. El mencionado alzó la vista de inmediato, mirando a su amiga.

—¿Si? —Respondió en el intento de ocultar la tensión, esta vez incómoda, del comedor.

— Vos sabes que tenemos que hablar— Pablo suspiró y dejó su taza en la mesa del desayunador para acercarse a ella.
  Él también sentía confusión. A pesar de haber esperado tanto por un avance con Lola, sabía que era algo para plantear sobre la mesa.

—¿Que va a pasar de ahora en más? —Pregunto Pablo con un tono de preocupación.
 

— No tiene que cambiar nada, Pablo. Simplemente fue un desliz— El futbolista sintió un mini punzón en el pecho — Yo digo que no tiene que volver a pasar. Olvidarlo, ya está. Como cuando éramos chicos.
  A Pablo no le alegró la idea. En realidad no le agradó lo que dijo Lola. Para el no fue ningin desliz, si pasó fue por algo. Pero también comprendía a su amiga y, si ella no quería volver a repetirlo, él estaría de acuerdo con la respuesta. Tal vez esa era la señal para dejar de verla como algo más que una amiga.

1990 | Pablo AimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora