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CAPÍTULO CUATRO
Envidia
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Cuando Aegon se miraba en un espejo, la cara de Valerius es la que veía

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Cuando Aegon se miraba en un espejo, la cara de Valerius es la que veía. Su derecha era su izquierda; lunares, hoyuelos y todo. Su pelo platinado era oscuro en su hermano, inmaculado.

Eran exactamente opuestos, Valerius y Aegon. Espejos de imagen idéntica. Un óvulo, un espermatozoide, un cigoto dividido, compartiendo un completo de marcadores genéticos.

Por fuera eran casi iguales. Pero no por dentro. Aegon creía que Valerius era un verdadero Hightower (siempre iluminando el camino), tan parecido a su madre que le daban ganas de gritar.

Puritano.

Controlado.

Eso convertía a Aegon en el huevo de dragón. Se parecía completamente a Viserys. Era igual a su papá, ese era él.

Codependiente.

Cobarde.

Bueno, malo. Izquierda, derecha. Valerius y Aegon.

Un óvulo, un espermatozoide.

Un ser, dividido en dos.

Y aunque su hermano menor preferido (Valerius, siempre Valerius y nunca Aemond) era mucho más responsable que él, su madre siempre le encomendaba la tarea (el deber sagrado de la familia) de cuidar del pelinegro de ojos púrpuras. Aegon sabía exactamente porqué.

Por Rhaenyra.

Un gran tope sacudió al platinado dentro del carruaje.

— Por qué Maegor no puso el foso de dragón junto a su asidero me dejará perplejo eternamente. — Aemond hizo un puchero mientras veía por la ventana. No era su primera vez yendo a la fosa, pero siempre le molestaba el tiempo que demoraban en llegar.

—Se le conocía como Maegor "el Cruel"— se burló Aegon, reclinando su cabeza contra una de las almohadas del carruaje.

—Sabes, he oído que hay túneles secretos bajo la ciudad. —Valerius reflexionó. Aegon frunció el ceño puesto que los únicos que pudieron haber revelado aquello eran Rhaenyra o su padre y era claro que Viserys nunca haría semejante esfuerzo. —Quizás haya un camino a la fosa desde allí, Aemond.

— ¡Oh, podríamos buscar esos túneles juntos, Val! — Aegon sonrió radiante.

—Ahí están las alcantarillas — les recordó el más pequeño de los tres con una mueca de asco.

—¿Por qué tienes que corregir cada cosa que digo?

—¿Por qué no?

—Es de muy mala educación—dijo Valerius mientras sacudía ligeramente el cabello de Aemond.

Aemond se limitó a soltar una risita y se echó hacia atrás, colocando las manos detrás de la cabeza y cerrando los ojos.

—No soy grosero.

SNOWMAN | Rhaenyra Targaryen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora