𝐒| ❝LUCERYS SHALL BE AVENGED❞
A lo largo de los siglos, la Casa Targaryen ha producido tanto grandes hombres como monstruos. El Príncipe Valerius era ambas cosas. En su época no hubo un hombre tan admirado, tan querido y tan vilipendiado en todo Po...
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Rhaenyra casi no recordaba a la persona que solía ser Alicent.
Aquella muchacha dulce y de ojos benévolos.
Ese recuerdo había quedado manchado pues hacía mucho que la princesa había sustituido su rostro por el de Valerius en sus recuerdos. Esas memorias quedaron aplastadas bajo el fuego de su resentimiento. Las sombras de su pasado la seguían acechando algunas noches en forma de pesadillas, pero no fue hasta el año en que se anunció que su hermano y ella por fin consumarían su matrimonio que las sombras se convirtieron en algo latente.
Con cuidado, Rhaenyra se sentó junto a Valerius y observó cómo los Verdes y los Negros hablaban entre ellos. La tensión podía cortarse con un cuchillo y Rhaenyra sentía que el aire pesaba a su alrededor. Miró al gemelo de Valerius, ya que notablemente Aemond no había acudido a la celebración.
( Un ojo perdido y demasiadas palabras traicioneras habían quedado sin saldar )
El príncipe de ojos violáceos estaba más taciturno y retraído que de costumbre. Al fin y al cabo, su propia boda fue una indeseada y había sido forzado a consumar con Helaena de inmediato (no tuvo el mismo privilegio que su hermano oscuro). Su sonrisa era tensa y forzada cada vez que alguien se le acercaba, pero Rhaenyra no sintió ninguna simpatía hacia él y centró su atención en la reina.
La mujer Hightower estaba sentada con orgullo junto a su padre, parecía más de la realeza que el propio rey, con el pelo rizado peinado a la perfección, los labios pintados de un delicado rojo y los ojos marrones como los de una víbora, lista para atacar en el momento oportuno.
Era difícil creer lo diferente que había resultado todo en su vida. Atrás habían quedado los deseos de comer pastel y jugar con Alicent en los jardines. Su lugar, irónicamente, estaba con el fruto de aquella muchacha (el reemplazo). Todo estaba en paz (eso creía) y por fin podría ascender al Trono como era debido. No quería ni pensar en lo que pudo haber sido con Daemon.
Oh, Daemon.
Miró entre la multitud y lo encontró mirándola. El corazón le dio un vuelco en el pecho, aunque sabía que no debía. Pero, ¿cómo no iba a hacerlo? Parecía que sólo latía por él, desde hacía mucho tiempo.
Rhaenyra apartó la mirada, con las mejillas sonrojadas y la vergüenza revoloteando en su vientre. Ahora era una mujer casada, de la que se esperaba que cumpliera con su deber. Pero el miedo también revoloteaba allí. Porque si bien Daemon seguía siendo su aliado más poderoso, no dudaba que deseara la muerte de Valerius con peligroso ímpetu.
Rhaenyra miró al ahora hombre de cabellos oscuros que estaba a su lado. Se preguntaba si él también la deshonraría (como Laenor) o si la abandonaría en algún punto (como Daemon), si la veía como una cría por la que podría actuar según sus impulsos naturales.