「8」𝔟𝔢𝔱𝔯𝔞𝔶𝔢𝔡

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CAPÍTULO OCHO
traicionado
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Aemond reposaba en cama con una mezcla de sentimientos oscuros mezclándose en su pecho

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Aemond reposaba en cama con una mezcla de sentimientos oscuros mezclándose en su pecho.

Por fin había reclamado un dragón, fue valiente y aguantó el ser mutilado con la mayor gracia posible. Sin embargo, cuando su propio hermano (sangre de su sangre) defendió a esos... esos bastardos... algo se rompió dentro de él.

Sus ilusiones.

Sus sueños.

Y esperanzas.

Algo crudo se había apoderado de su corazón.

— ¿Por qué no le importo? — finalmente preguntó a su madre en un tono bajo.

Su madre, suave y con el corazón roto lo miró sorprendida.

— Valerius. Él debió- —se atragantó con los sentimientos a flor de piel— él debió protegerme.

Enseguida su madre le acarició la mejilla. —Oh, dulce niño, por supuesto que sí.

Se oyó a Helaena murmurar por primera vez desde el accidente. —Sangre derramada, sangre de mi sangre. Fuego y hielo hasta el fin de los tiempos. La piedad será otorgada al hijo de la sangre.

Aemond continuó. —Pero él... él me abandonó, madre. No sé qué hice mal.

— No has hecho nada mal — respondió Aegon, mirándolo directamente—. Valerius los prefiere a ellos — escupió con desprecio—. Estamos solos, Aemond. Siempre lo hemos estado.

Poco después, todos ellos se fueron a dormir a sus habitaciones y dejaron a Aemond solo con sus pensamientos y su dolor. Un sentimiento de traición apoderándose de él con cada minuto que pasaba.

Después de un rato, él también se les unió en el mundo de los sueños.

Una figura estaba arrodillada frente al Trono de Hierro y si aquellos rizos no fueran suficientes para identificar a Valerius, entonces ese par de ojos púrpuras sí lo eran. Se veía cansado y más grande de lo que Aemond habría podido llegar a imaginar. Un grito resonó en el salón y para su mortificación, Aemond se dio cuenta de que era suyo. Y para el colmo, nadie lo escuchó.

Rhaenyra estaba junto a su hermano (ojos llorosos, ojeras prominentes y una súplica en sus labios) y Aemond se sobresaltó cuando la imagen fue reemplazada por otra aún más perturbadora.

Era un niño de cabellos blancos el que estaba en los brazos de- oh, era Aegon. Un niño y Aegon. Una risa histérica salió de los labios de Aemond ante la ridiculez de aquello. Bufó después de un segundo al pensarlo: Aegon con hijos.

Pero los ojos del niño no eran lo de Aegon.

Solo entonces Aemond se dio cuenta de que su hermano era el que estaba abrazado al niño y no al revés. Lágrimas grandes y cristalinas se deslizaban por las mejillas de su hermano mientras acariciaba los cabellos claros del niño.

SNOWMAN | Rhaenyra Targaryen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora