Capítulo 18

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Si lloran pues, ta' bien, yo también lloré escribiendo esto

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¿Cómo es que algo así pasó?

Me sentí abrumada por los pensamientos mientras me dejaba caer sin fuerzas en una silla, frente a mi estaba una camilla de hospital y sobre sus sábanas, el cuerpo aún inconsciente de Marle. Esa Meyer fue despiadada, bueno, todos en esa familia lo son.

Estaba preocupada, tomé una de sus manos acunándola con las mías para darle algo de calor y la miré por lo que yo creí, fue una eternidad, aunque cuando revisé el reloj solo habían pasado 10 minutos. Verla en tal estado me hacía sentirme... angustiada.

—Hey, ¿Piensas despertar en algún momento? — le susurro mientras acerco su mano aún entre las mías y la pongo en mi mentón, como si buscara que me consolara aún en su inconsciencia — estarás bien pronto...— dejé de hablar en cuanto escuché que la puerta de la habitación se abría y solté su mano, acomodándola en donde estaba.

¿En qué momento esto empezó a ir como tren descarrilado?

Mi mente intentaba relacionar todo, desde el inicio hasta el día de hoy. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no noté cuando comencé a encajarme las uñas en los brazos, los cuales estaban cruzados desde que solté a Marle. La doctora trataba sus heridas con una paciencia que me erizaba el cabello, mi pie izquierdo comenzó a dar golpecitos con la punta contra el suelo, arriba y abajo, los golpes iban al compás del segundero del enorme reloj colgado en una de las paredes.

Ella es la única que ha estado a mi lado desde el inicio de todo esto. Desde que mi padre me nombró su sucesora y que el suyo la puso como mi ayudante, hasta ahora que me convertí en la jefa de familia.

Mi mandíbula se tensó en solo pensar que gracias a esa familia de idiotas ahora Marle estaba en ese estado, bueno, que todo estuviera en un estado lamentable. El sabor de la derrota apareció en mi boca, había olvidado que perdimos el encuentro por territorio así que hice una anotación mental sobre mandarle el dinero que pidieran porque ni loca les iba a ceder parte del dominio que ya tenían.

Poco después la doctora salió de la habitación, supuse que había otras personas que atender y de nuevo regresé a la silla. Me sentía perdida y algo mareada por lo que cerré los ojos en busca de algo de descanso.

— ¿Por qué no pueden salir de mi camino y dejarnos en paz? — murmuré con algo de rabia.

—Todos siempre idolatrándolo como si fuera un ser superior, algo especial e inalcanzable cuando no es más que una vil rata. Siempre lo ha sido y lo será...— contuve mis ganas de lanzar algo, no debía perturbar la paz de Marle, debía dejar que reposara para que pudiera recuperarse por completo.

Vi su respiración lenta y tranquila, seguramente gracias al montón de antibióticos que le suministraron para reducir el dolor entre otras cosas, su rostro estaba parcialmente vendado y aún así se lograban ver alguna que otra cortada y moretones que pasaban del color verde al morado. Acerqué mi mano a su rostro y lo acaricié con pena.

—No debiste terminar así, no tú, pero siempre has insistido en pelear mis batallas... literalmente— mi voz sale más suave de lo que quiero y aparto delicadamente uno de sus morados mechones de su frente.

—Pero no te culpo para nada, la culpa la tienen esos Meyer. Siempre se meten en donde no deben— muerdo mi labio inferior mientras intento controlar el picor en mis ojos que anuncian que van a salir lágrimas— Pensé que esta vez, al menos esta vez, sería diferente... Pero esa maldita serpiente nos engañó— continúo hablando, aunque cada sílaba es más difícil de decir que la anterior.

Esta (NO) es otra historia de mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora