Capítulo 10

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Después de veinte minutos de tratar explicarle a Leslie con sumo cuidado la situación, (a la que ella sólo había respondido con "¿Qué?" "¡Tienes hermanas!" "¿Hermanas?") y también de explicarle a Caroline que mamá no era en realidad mi mamá, terminé completamente exhausta.

Me recosté con cuidado apoyando mi cabeza en uno de los cojines de que Leslie había traído. Miré al cielo tratando de despejar mi mente.

De cuando en cuando se escuchaban los golpeteos de Gideon contra la puerta, pero hace ya bastante tiempo que habían cesado. Lo que realmente se escuchaban eran sus débiles sollozos. Esos melodiosos y a la vez dolorosos ruidos invadieron mis oídos y llenaron mi cabeza como música celestial.

Yo me limitaba a golpearme la frente tratando de olvidarme de él. Leslie golpeaba con delicadeza el piso y los sollozos paraban durante unos preciosos minutos.

Nunca creí que Gideon pudiera estar de esa forma. Parecía que algo de él se hubiera roto por dentro. Y yo conocía perfectamente la respuesta. "Su corazón." Me dije a mi misma. "Lo he roto en mil pedazos, solo que esta vez el corazón era de diamante y el animal, un cuervo."

-Gwendolyn... -escuché el susurro de Gideon apretando la parte derecha de mi cara contra el piso. -Te amo. Por favor, perdóname.

"Te amo." Esas dos palabras bastaron para que yo también me quebrara por dentro.

-Leslie, debo bajar. -anuncié poniéndome de pie y estirando la mano para que Leslie me entregara la llave.

Sin oponerse, lavó su mano a su bolsillo trasero y me la tendió. Abrí con cuidado la puerta, respirando continua y profundamente.

Bajé sin hacer ni un solo ruido. Gideon se encontraba apoyado en la pared, abrazando sus rodillas y la cara enterrada en sus manos. Sus perfectos rizos rebeldes le caían por los hombros y cubrían su rostro.

"Sigo sin entender cómo, hasta en la peor situación, puedes ser tan maldita y peligrosamente perfecto." Pensé.

-Gid... ¿Gideon? -dije con voz temblorosa. Él inmediatamente volteó la cabeza y me observó detenidamente, como si fuera una simple ilusión que podría desvanecerse en cualquier momento.

-¿Gwendolyn? -fue lo único que pudo responder, con la misma voz temblorosa y un poco ahogada.

Yo sólo me limité a observar sus hermosos ojos verdes. Estaban un poco enrojecidos y llenos de lágrimas. No era difícil suponer que había estado llorando.

-¿Por qué bajaste? -dijo con cuidado, como si estuviera seleccionando cada palabra por decir.

Respiré profundamente, tratando de ayudar a mi cerebro a encontrar la mejor respuesta, la más madura y acertada, quizás una pequeña mentira; pero mi corazón no necesitó pensar demasiado para contestar:

-Porque te amo.

Ambos nos quedamos paralizados, mirándonos el uno al otro, como intentando grabar la imagen de cada uno en el corazón.

Él se levantó con sumo cuidado, moviéndose tan lentamente que habría logrado desesperarme.

Se dirigió directamente hacia mí, caminando igual de lentamente, tratando de encontrar una conexión con el suelo. Me miró. Y sonrió.

-Esa contestación me ha dejado totalmente fuera de combate. -dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Solo cállate y abrázame. -contesté enojada, pero con la misma sonrisa.

Gideon obedeció inmediatamente, ofreciéndome su mano, solo para después atraerme hacia él con suma delicadeza.

Me tomó entre sus brazos casi sin tocarme, como si estuviera hecha de porcelana. Y me besó. Cerré los ojos, disfrutando del beso. No sabía ni cómo diablos lograba hacerlo de esa manera. Después fue repartiendo tiernos besos por todo mi rostro.

-No pude soportar que... Ni actuar como... -balbuceé, todavía con la mente en otro lado.

-Sólo cierra la boca. No lo arruines -respondió Gideon.

Y vaya que lo hice.


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Nota de la autora.


Lectoras, muchísimas gracias por seguir mi historia. Se que no es mucho, pero para mí cada lectura que tiene esta historia es un enorme motivo de felicidad. No había tenido antes un momento para agradecerles todo su apoyo, porque no sabía cómo hacerlo.

Cada voto, cada comentario que ustedes me regalan logra crear en mí una inmensa sonrisa. Jamás creí que mi historia lograra superar las cien vistas, y sin embargo estamos casi por llegar a las mil. Es por eso que Gwendolyn y yo queríamos agradecerles, por ser las mejores lectoras, quizá no de todo el mundo, pero sí de mi propio mundo.

Antes de irme, quería recordarles que sus sugerencias para la historia son siempre bienvenidas, así como sus críticas sobre lo que le falta.

Las amo con todo mi corazón, como el amor que siente un buen autor por sus fieles lectores.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora