Capítulo 24

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El hombre más aterrador se había despedido de su séquito y caminaba hacia nosotros de la forma más atemorizante que pude haber visto en mi vida.

–Háganme el favor de acompañarme.

Y yo me disponía a negar rotundamente su invitación, pero Gideon me tomó de la mano y me llevó en la dirección en la que iba el hombre, convencido de que si no lo hacía yo me quedaría ahí parada (y eso era precisamente lo que esperaba hacer).

Entramos por una extraña y desconocida puerta lateral, que nos dejó en medio de un espectáculo de colores que la luz proyectaba en los altos ventanales.

–Nos vemos de nuevo, mi joven sucesor. –dijo una voz profunda y conocida.

Cada uno de los vellos de mi cuerpo se erizó. Decir que tenía miedo era poco, estaba totalmente aterrada.

–Conde de Saint-Germain. –le respondió Gideon, registrando el interior del edificio para encontrar alguna cosa que le pudiera servir de arma.

Yo movía desesperadamente los dedos de los pies, tratando de saber si Madame Rossini había reforzado también estos zapatos con acero.

El conde salió de entre las sombras, y casi se me cae el alma a los pies al verlo. Tenía el físico de Mister Whitman. Yo esperaba encontrar al anciano que había visitado en casa de Lady Brompton.

–¿Viene usted del 2011 o de este mismo año? –pregunté antes de que mi cerebro pudiera procesar lo que estaba haciendo.

El conde rió fuertemente, lo que me hacía recordar a mi viejo profesor de historia que reía con cualquier estupidez que dijeran sus alumnos.

–De tu presente, por supuesto. Aunque mi joven yo debe de andar merodeando por algún lugar de Londres en esta fecha.

–¿Qué es lo que quiere? –se apresuró a preguntar Gideon antes de que yo pudiera hacer otra pregunta fuera de lugar.

–El cronógrafo. –contestó sin reparos. –El mismo que Lucy y Paul robarán en unos años. Yo mismo puedo cerrar el Círculo.

–¿Y no hubiera sido más lógico que intentara salvarlo hace algunos años en vez de causarnos todos estos problemas? –le pregunté.

–Créeme que lo intenté, querida. Lucas pagó las consecuencias de meterse en donde no le importaba.

La rabia se apoderó de mí. ¿Cómo pudo haber tenido la sangre fría para asesinar a alguien sin siquiera sentir remordimiento?

–Usted es despreciable.

El conde volvió a reír, como si ya se hubiera acostumbrado a escuchar ofensas de ese tipo.

–Querida, no me importaría ser el hombre más malvado del mundo si eso me ayuda a cumplir mi propósito. A propósito, les tengo otra pista más. –comentó, mientras sacaba un pequeño sobre del bolsillo de si pantalón.

Lo dejó en el suelo y lo hizo deslizar con un pie, de modo que quedó a pocos centímetros de mí. Yo misma me hubiera agachado a recogerlo si Gideon me hubiera dejado.

Al final él fue quien lo tomó.

–Aquí tienes otra carta para el Clue. –Dijo, pasándome la carta. Inmediatamente la metí en mi escote. Si algo sabía, era que ese era un lugar perfecto para guardar cosas importantes.

–Ese no es un buen escondite, querida mía. Los hombres no tienen reparo en hurgar ahí. –comentó, riendo.

Recordé la soirée en casa de Lord Brompton y me sonrojé. Ese lord no-sé-qué había toqueteado los pechos de casi todas las damas en el salón, y encima yo no llevaba un abanico para golpearle como Dios manda.

–¿Me equivoco, Gideon? –le preguntó con una sonrisa.

Gideon bajó la mirada, y yo me sonrojé aún más, si es que cabe la posibilidad.

–En todo caso, los caballeros no se comportan de esa forma. Es por eso que hay una gran diferencia entre Gideon y usted. –le espeté, con todo el desprecio que pude e ignorando mis mejillas rojas.

–¿Me entregarán el cronógrafo o no? –amenazó, ignorando mi comentario.

¬–Mi queridísimo conde, me temo que eso no puede hacerse de ninguna manera. –respondió Gideon con ironía.

–Estoy dispuesto a usar la fuerza si es que eso me ayudará a conseguirlo.

–Úsela. Usted mismo ha hecho que los viajeros en el futuro aprendan diversas formas de defensa. –contesté. –Debería ver cómo pelea Gideon.

La Ardilla se pasó la lengua por lo sientes, como si hubiera probado algo con un sabor muy ácido.

El hombre de aspecto atemorizante entró de repente, visiblemente preocupado.

–Es hora, sir. Le quedan tres minutos de su ventana temporal.

Maldijo por lo bajo, y Gideon también lo hizo.

–Estoy a punto de terminar. Sólo espera a que estos amables jóvenes me proporcionen la información que necesito. –masculló. –¿Y bien? ¿Me darán lo que necesito o necesitan que se los saque por la fuerza?

–No puede hacernos ningún daño. –dije con voz firme, muy segura de mí misma; y eso me vino muy bien, pues en esos momentos lo menos que necesitaba era parecer vulnerable.

–No, querida. Pero hay otras personas que tú conoces a las que sí puedo dañar. –sacó rápidamente otro sobre y lo pateó con impaciencia hacia mí. Gideon volvió a recogerlo, y me lo entregó no muy seguro, como si su contenido pudiera evitar el hecho de que era inmortal y matarme.

Palidecí aún más en cuanto extraje las fotos de Nick, Caroline, mi madre, la tía Maddy, Lady Arista, Leslie, Raphael e incluso Mister Bernhard del sobre blanco. Volteé la foto de Nick y me percaté que tenía todo tipo de información personal: nombre, dirección, fecha de nacimiento, características físicas, tipo de sangre...

Hice lo mismo con las demás y todas tenían escrito por el reverso, con una letra pulcra e impecable, la información más preciada de cada uno de los miembros de mi familia.

"Será mejor que destruya estas fotos... Probablemente ni siquiera tiene una copia". Pensé, en un intento fallido de infundirme valor.

–Te aseguro, Gwendolyn, que tengo esa información y más. –me corrigió. Por un momento olvidé que podía leer la mente.

–Sir... -lo apremió el hombre de aspecto aterrador.

–Sí, sí. Ya voy. –se volvió a dirigir a nosotros. –Espero que este no sea nuestro último encuentro, valientes sucesores míos.

Y en cuanto terminó de pronunciar esas palabras, salió corriendo junto al hombre. Salimos por la misma puerta que él, pero cuando nosotros llegamos a la plaza de la Abadía, el conde ya había desaparecido, y los hombres también.





Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora