Capítulo 11

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No tengo ni idea de cuánto duró el beso, solamente recuerdo a Leslie parada enfrente de mí, separándome de Gideon e insistiendo que no teníamos mucho tiempo. Caroline hace tiempo que se había marchado a dormir.

Leslie se lanzó hacia uno de los cajones recientemente acomodados por la tía Maddy y extrajo varias cosas, que desde mi punto de vista era imposible ver, pues estaba cubriéndolas con su espalda.

Gideon miraba a un punto fijo, pero perdido en la inmensidad de la pared donde se encontraba el pequeño armario con el fondo de madera por el que había llegado al trastero y escondido el cronógrafo.

-¿Han terminado ya de descubrir los misterios, chica del pajar? -me preguntó Xemerius a la vez que escupía un poco de agua sobre el pequeño bote de basura. Desvió su vista hacia Gideon y lo contempló con una mueca. -Menos mal que éste no sabe dónde está. ¿O sí?

-Pues claro. ¿Acaso crees que le puedo ocultar algo de tan gran magnitud? -dije mirándolo.

Leslie no se inmutó y siguió revolviendo los cajones, pero Gideon me miraba de nuevo con extrañeza.

-Te acostumbrarás. -le respondió Leslie, dándose la vuelta con lápiz y papel en la mano. Se sentó sin mucha delicadeza en mi cama y se apoyó contra uno de mis cojines, lanzando mi piyama de Hello Kitty contra la pared. -Está bien, Gwenny. Es hora de poner todo esto en orden.

Ella comenzó a escribir de una manera impresionante, mientras yo desviaba la mirada, sólo para descubrir a Gideon cruzado de brazos, observándome con detenimiento.

Sonreí nerviosamente y comencé a jugar con uno de los delicados hilos de la frazada.

-¿Pasa algo? -pregunté tratando de sonar lo más tranquila posible.

-Tengo el presentimiento de que viste algo que te afectó a donde sea que fuiste. -respondió, igual de hermético y arrogante que siempre.

-Sí. ¿Acaso eso importa? -dije jalando violentamente el hilo.

Gideon me tomó por la barbilla y me obligó a verlo a los ojos.

-Claro que importa. Me importa. Cuando se trata de ti, Gwenny, nada es poco importante.

Esa respuesta fue capaz de derretirme. Miré fijamente sus hermosos ojos verdes mientras él dejaba un tierno beso sobre mis labios. Instantáneamente, y como siempre, cerré los ojos con fuerza, olvidándome de todo y dejándome llevar por el suave tacto de Gideon.

-¿Chicos? -interrumpió Leslie, obligándonos a separarnos a regañadientes. -Esto es algo muy bello, mas lamentablemente no tenemos tiempo. -anunció mientras garrapateaba de nuevo en sus apreciadas hojas de papel.

En ese mismo momento se oyeron unos suaves golpes sobre la puerta.

-¿Gwendolyn? -pronunció una conocida voz desde atrás de la puerta. -¿Quieres abrirme? ¡Traigo más de ese helado!

Los ojos de Leslie se iluminaron, pero en los de Gideon se produjo el efecto contrario.

-Suena tentador. -susurré a Leslie. Me levanté rápidamente para abrir a Raphael, mientras Leslie hablaba tranquilamente (o eso aparentaba) con Gideon.

Los ojos de Raphael aparecieron como unas brillantes esmeraldas desde la penumbra. Sostenía un bote de helado de fresa sobre su pecho.

-Tu... tu tía me ha apagado la luz del corredor. -consiguió decir.

Le dirigí una amistosa sonrisa. Para Leslie podía ser sumamente atractivo, pero yo solo conseguía calificarlo como "adorable".

-Veo que no me has mentido. -respondí observando fijamente el helado.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora