Capítulo 22

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Aterricé y esperé solo unos segundos para que Gideon apareciera a mi lado. Me tomó de la mano y me arrastró, sin preocuparse por nada ni nadie.

-¿Quisieras repetirme lo que vamos a hacer? –le pregunté, maldiciendo mi "excelente" memoria.

-¿No eras tú quien había adoptado el papel de jefe? –me respondió, con una ligerísima sonrisa en los labios.

-Hasta que tú me lo arrebataste. –contraataqué.

A Gideon debió parecerle una frase sin posible respuesta, por lo que se limitó a seguirme jalando hacia adelante.

-Simplemente iremos a la Abadía y haremos lo que sea que el conde quiera. –dijo, encogiéndose de hombros.

Todo iba relativamente bien, dentro de lo que cabe. Gideon continuó tirando de mí durante un tramo, soltándolo que a mí me parecía una sarta de groserías, esta vez no solo en francés. Ambos nos sentíamos muy seguros y confiados (aunque yo no me sintiera en lo más mínimo de esa forma, pero la actitud de Gideon valía por los dos) por el simple hecho de ser inmortales. Claro, hasta que llegamos al primer puesto donde había un guardia que en seguida nos detuvo.

-¿Contraseña?

Gideon pronunció otras cuantas palabras en voz baja. No dudaba que el hecho de que él le hubiera soltado unas cuantas palabritas fuera la principal causa de que el guardia nos dejara pasar sin pensárselo dos veces.

-¿Cómo es que ni tú ni Falk resolvieron nada en Temple? –le reclamé, desconcertada y algo enfadada por su anterior respuesta.

-¿Podrías darte prisa? Hemos puesto un lapso temporal de tres horas y me temo que la Abadía siempre ha sido un lugar muy concurrido...

Estaba dispuesta a soltarle una respuesta que lo tirara de espaldas, algo así como "no sería tan lenta si tu increíble conde no hubiera escogido un año en el que las mujeres llevan vestidos que rozan el suelo", pero la expresión de su rostro me hizo detenerme.

Se veía tan concentrado, tan inmerso en sus propios pensamientos que resultaba algo... gracioso. Verlo apretar fuertemente los labios, como si fuesen a abrirse en cualquier momento, y la mirada meditabunda que tenía en sus ojos verdes me recordaba a Nick cuando resolvía un problema complejo de matemáticas.

-De cualquier manera, ¿por qué crees que el conde nos haya citado precisamente en 1926? –le pregunté mientras corría detrás de él, arrastrando mi falda.

-Lo que dijiste antes, en Temple, me hizo pensar. Inmediatamente te preocupaste por Lucy y Paul, aunque no sabes si realmente tienen algo que ver en todo este embrollo. –claramente trataba de explicarme sus pensamientos de la forma más simple, pero como siempre, seguía sin entenderle. –El conde tiene que venir de nuestra época, puesto que ha escapado. Él sabe que Lucy y Paul viajaron a 1912, aunque probablemente nunca los visitó para proteger el continuum. Si lo hace ahora, lo más probable es que quiera enseñarnos algo; algo con lo que puede chantajearnos.

-Comprendo. –mentí.

Avanzamos por unos cuantos pasillos más hasta que llegamos al antiguo Laboratorio de Alquimia, en donde unos años más tarde me encontraría con mi abuelo (claramente, desde su perspectiva). Subimos, y para sorpresa nuestra no habían guardias que pudieran detenerlos, o si es que podían hacerlo, no estaban en condiciones.

En cuanto salimos de la oficina de la Logia en Temple, vimos que la tranquilidad del Londres vintage se había alterado.

-Disculpe, ¿podría usted decirme que es lo que ha pasado? –preguntó Gideon a un hombre que blandía un periódico del día como si fuera la Biblia.

-Un viajero del tiempo. En la Abadía. –contestó, y acto seguido continuó pregonando las noticias recientes.

Gideon me miró con sorpresa, con desconcierto y con un poco de terror. Esto sí que lo comprendía. Podríamos haber sido nosotros, o Lucy o Paul... o el mismo conde.

-¿Es que ese tipo no puede ser más precavido? –solté, irritada.

-Puede que seamos nosotros mismos, recuerda que siempre cabe esa posibilidad.

Suspiré. Cuando algo era más que evidente, Gideon se esforzaba en repetirlo; en cambio, cuando algo era para mí sumamente difícil de comprender, se negaba a compartirme cualquier información.

-Sea quien sea, ¿no será mejor que lleguemos ya?

Él no respondió. Caminó, esta vez sin tomarme la mano o mirarme siquiera, y cruzó rápidamente la pequeña plaza llena de gente.

Su forma de comportarse comenzaba a alertarme cada vez más. No era nada propia de Gideon esa conducta. No era nada propia de él su conducta durante los últimos días.

Entonces me puse a pensar en el torrente de emociones que probablemente estarían amenazándolo con estresarlo cada vez que fuera posible. Debería sentirse como cuando viajé por primera vez en el tiempo, como cuando vi por primera vez a Gideon, o cuando Gideon me besó en 1953. Sólo que las emociones que le golpeaban no eran de alegría ni de regocijo, si no de preocupación y agobio.

Pobre Gideon.

Mi pobre Gideon.

Verlo así también me afectaba a mí. No tenía ninguna forma de responderle, de consolarle... y es que, ¿cómo reaccionas cuando el amor de tu vida está en ese estado?


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Nota de la autora.

Lectoras, ya las tenía un poco abandonadas; les pido que me disculpen, no he tenido suficiente tiempo para escribir.

Este capítulo es lo suele decirse "de relleno", pero ya necesitaba publicar algo para ustedes, espero que también lo perdonen.

Por otra parte, ya son 5000 lecturas, y les doy infinitas gracias por eso, por todo su apoyo.

En verdad, lectoras, son las mejores. Son mucho más de lo que he deseado.


Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora