CAPÍTULO 3

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AEGON

🐲🐲🐲

La noche había caído. Contrario al frío que hacía afuera, las cuevas se sentían cálidas y reconfortantes. Conforme se adentraba al centro del Monte dragón, la calidez se convirtió en calor. Incluso Aegon, que soportaba bastante bien las altas temperaturas, empezó a secarse las gotas de sudor.

Con cuidado, avanzo a la guarida de Meraxes. No había nadie vivo o muerto en la caverna que ocupaba Balerion y Vhagar, la última opción era la de la dragona de su hermana menor, Rhaenys.

Al principio solo el eco de sus pisadas era el único sonido. Luego fue un murmullo suave que se iba haciendo más alto y claro conforme se acercaba al final de la caverna.

—...Con una voz que demuestra el poder

De la Antigua Magia Valyria

Créeme, créeme:

El Hijo del Dragón viene ya.

Es el final para todos

Los malvados enemigos del Dragón

Cuidado, cuidado:

El Hijo del Dragón viene ya...

Daenaera Targaryen le cantaba a la Meraxes en Alto Valyrio. Su voz suave y melódica tenía un matiz hipnótico que incluso Aegon se quedó paralizado igual que la dragona.

Cómo le daba la espalda, solo podía ver los rizos de su cabello de plata cayendo más allá de su estrecha cintura. Quería llamarla, pero no sabía cómo y tampoco quería interrumpir la canción. A sus pies, el Cuerno Dragón yacía en el suelo.

Meraxes olisqueó en el aire y se acomodó en el suelo para seguir durmiendo. Entonces, Daenaera se giró y tuvo frente a frente a la mujer más hermosa que el hubiera visto. Su tío, al parecer después de todo no mentía.

—¿Te han enviado por mí... —hizo una pausa examinándolo de arriba hacia abajo— ...Aegon Targaryen?

Aegon frunció el ceño confundido. También un poco cohibido por la mirada de su prima.

—¿Cómo sabes quién soy? —pregunto a cambio.

—Conozco a todos los Velaryon y los Celtigar jóvenes —se rió entre dientes, y Aegon le pareció que su risa le vibraba en los huesos justo como con el sonido del Cuerno Dragón. Notó que tenía un poco de sangre de color rojo rutilante en los labios, pero ella solo pasó su lengua entre ellos y los limpió—. Le han pedido mi mano en matrimonio a padre desde que llegué. Aunque no se para que les sería de utilidad solo una mano —ladeó la cabeza divertida y Aegon en otras circunstancias se hubiera reído, pero se sentía extraño, aturdido. Se preguntó si era su imaginación, producto de la canción o un efecto que la mujer ejercía sobre él.

—¿Eres una bruja? —se sentía un tonto solo respondiendo con preguntas, pero el sentimiento que lo embargaba en ese momento era de confusión.

—No tomaré como una ofensa tu pregunta, primo —frunció el ceño—. ¿Por qué crees eso?

—Me siento extraño —admitió tocándose la cabeza—. Como si estuviera en un sueño.

Alzó las cejas con interés e hizo un sonido gutural con la garganta.

Aegon el Dragón —susurró—. Es efecto del Cuerno Dragón y la canción de antes.

—¿Una canción de la Vieja Valyria?

Daenaera asintió. —Una de las tantas que utilizaban los piromantes para atar a los dragones. Así obedecían.

Aegon la miró sorprendido, el efecto de la magia ya estaba pasando. Con la mente más despejada se dio cuenta de dónde estaban y se acercó a ella.

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