CAPÍTULO 7

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Daenaera

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Las palabras de la maegi retumbaron en su cabeza, sin comprenderlas del todo por la sorpresa. Miró a Talisa sin poder pronunciar palabras. Quería negarse, pero no era su sirvienta o esclava para darle órdenes.

——¿Porqué has tomado está decisión tan pronto? —preguntó en cambio.

La comisura de los labios de Talisa se alzaron en algo que parecía el amago de una sonrisa. Nunca sonreía con sinceridad, y cuando lo hacía era más bien una mueca que le deformaba el rostro en un semblante maníaco y retorcido. Solo sonreía tras finalizar los Ritos de Sangre.

—No es una decisión apresurada. He sabido que nuestro viaje juntas se terminaría pronto una vez desembarcamos en Rocadragón —sintió las manos callosas y duras de la maegi acariciar las suyas, suaves y delicadas—. Tu misión empieza aquí.

—¿Mi misión?

—¿Recuerdas lo que aquel hombre, el hermano de tu padre, te dijo esa vez en Pentos? —Dany asintió un poco rígida y asustada. Lo recordaba con claridad.

Aerion Targaryen estaba de visita en Pentos. La alianza entre Pentos y Tyrosh habían solicitado la ayuda de los Targaryen, los últimos jinetes de dragón. Tambien se rumoreaba que Argilac Durrandon, el rey de la Tormenta, consideraba unirse a la inminente guerra. Aerys solo se involucraria si su hermano mayor lo hacia. Aunque él y su pequeña familia fueran invitados del Príncipe de la ciudad.

En realidad, Aerys temía por su hija. Daenaera era ya una hermosa joven mujer en edad casadera, de un antiguo linaje y jinete de dragón. El magister más rico y poderoso de la ciudad incluso había pedido su mano en matrimonio, aún cuando era cuatro veces de la edad de Dany y estuviera a punto de reunirse con el dios de la muerte.

Daenaera era difícil de manejar. Le gustaba escaparse después de la cena y rondar las calles donde abundaban los prostíbulos y tabernas. Aunque a oídos de sus padres nunca llegó rumores de que se involucrara con compañía masculina.

La compañía que les preocupaba era la de la joven pelirroja que se volvió inseparable de su hija desde su visita a Volantis el año anterior. Una bruja la llamaba la servidumbre. Una maegi en palabras de la misma Dany. Le aterrorizaba saber que su hija aprendía cosas de ella.

La visita imprevista de su hermano gemelo le levantó el ánimo, hasta que lo vió de cerca y lo escuchó hablar. El comportamiento errático debía haberlos alertados, pero la felicidad opacó cualquier sentimiento negativo y simplemente lo ignoró.

Hasta que se encontró con Daenaera la mañana siguiente, a minutos de partir a Tyrosh.

—Daenaera Targaryen —dijo Aerion.

Dany noto el parecido casi exacto del extraño con su padre. Sin embargo, fue la actitud nerviosa y los ojos exaltados e inyectados en sangre le dieron un mal presentimiento. Su vista se posó en el dragón verde que daba cuenta de unos corderos en el patio de la mansión.

Con un escalofrío, recordó al dragón verde, herido y moribundo, de su sueño. Se removió inquieta pensando en las probabilidades de que no fuera un mero sueño, sino una premonición.

—No te angusties niña —le dijo el hombre en un susurro, posando una mano en su hombro con gentileza—. Este es solo el comienzo de algo grande y lo mío es un sacrificio.

Dany frunció el entrecejo. Podía sentir las miradas interrogantes y preocupadas de sus padres en su espalda. Casi le hacían sentir la piel arder por sus miradas insistentes.

—Debes prepararte —continuó Aerion está vez en voz más baja y más cerca que solo Dany era capaz de escucharle—. Aunque te resistas, el futuro ya está escrito. Conocerás a alguien, y de vuestra unión nacerá el Príncipe que fue prometido porque suya es la Canción de Hielo y Fuego. Tú cambiaras su vida y el cambiara la tuya. Por más que lo evites están destinados a convertirse en una sola carne, un solo corazón y una sola alma.

Daenaera no pudo evitar darle una mirada incrédula a Talisa.

—Aegon ya está casado —trató de ignorar la acidez en su estómago al pronunciar esas palabras. «Nos hemos encontrado muy tarde en esta vida» —. Dos veces —añadió.

—¿Y eso qué? —Talisa hizo un gesto desdeñosos con la mano—. No es como si Aegon disfrutará de la compañía de sus hermanas, y si no lo haz notado ninguna de las dos le han dado herederos, ¿Sabes porqué?

Dany negó con la cabeza. La falta de niños no era algo que se le pasara siquiera por la mente, y ahora que lo mencionaba le proporcionaba cierto alivio el saber que Aegon aún no tenía hijos. Porque eso solo significaba dos cosas: la primera (que era un escenario preocupante) es que tal vez no pudiera tener hijos, él mismo o sus hermanas; y la segunda (lo que esperaba que en verdad sucediera), era que talvez no pasaba el tiempo suficiente en las recámaras de sus esposas.

—No son ellas quienes le darán el primogénito a Aegon —le acarició el vientre plano y Dany sintió como se le ponían los pelos de punta. ¿De qué hablaba la maegi?—. Tú haz soñado con ellos, y sabes lo que tienes que hacer para traerlos a la vida. Serán muchos y al principio serás feliz, pero ninguno alcanzará la gloria. Aunque tú estirpe sea la que prevalezca. Los legítimos Herederos del Dragón serán los tuyos.

El sueño de cuando se desmayó por la premonición de Visenya... A eso debía referirse.

—Dudo mucho que algo suceda entre Aegon y yo —dijo una vez recupero la cordura.

Recordó la conversación que tuvieron sus padres y la que ella escucho a escondidas.

—Mi padre... —se mordió los labios con frustración—, me prometerá con el hijo mayor de Lord Hightower.

Talisa le tomó el brazo bruscamente y la giró hacia ella. Dany se quejó un poco, pero la maegi no parecía escucharla.

—Ten cuidado con los Hightower. Si te unes a ellos te convertirás en su principal enemigo. Demasiadas mentiras y secretos se verán amenazados con salir a la luz. La magia que tú representas querrán suprimirla, y si eso sucede, el mundo está perdido.

Talisa siempre le hablaba con palabras que Dany no entendía al principio. El tiempo, eventualmente, le daba la respuesta.

Daenaera conoció a Talisa en una visita al Templo Rojo de Volantis. La joven maegi y el Sacerdote Rojo trataban de tener visiones a través del fuego cuando divisaron a Dany.

—Te estaba esperando Elegida —le había dicho.

Elegida. Majestad. Mi señora. Eran los apelativos que Talisa utilizaba para referirse a ella.

No sabía el motivo por el que la llamaba así, hasta que tuvo ese Sueño.

La Emperatriz... Sangre... Traición. El ciclo se volvería a repetir, pero no en esta vida.

Y luego el otro...

El Trono. Sangre de Reyes. Dragones con coronas... Sobrevolando el mundo. Un mundo helado y oscuro.

—No será un camino de rosas, pero te he dado armas para enfrentarte a tu destino. No temas en utilizarlas. La magia de Valyria corre por tus venas. Eres de la Sangre del Dragón, así que, se un dragón.

La despedida de Talisa fue extraña. Si es que se le podía llamar despedida a eso.

Solo había entrado a hurtadillas en la madrugada y le dijo esas palabras. A la mañana siguiente ya se había marcado en una coca ibbenesa y ella se quedó sola.











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