Aegon
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—Bar Emon, Massey, Celtigar, Velaryon, Targaryen... —murmuro Aegon con la vista clavada en la Mesa Pintada—. Poco más de tres mil hombres y treinta y nueve navíos. Son muy pocos.
—Son suficientes —contestó Dany en voz baja, intentando tranquilizar a su esposo—, iremos agregando más hombres a nuestras filas conforme la guerra avance.
—Hombres de dudosa lealtad —replicó Aegon. Aquello le parecía un plan descabellado, pero Daenaera se lo había pedido.
Su principal motivo era la venganza. También quería asegurar la posición de su casa en Poniente. Era importante poner a girar la rueda que finalmente los llevaría a cumplir ese sueño de Aegon: solo un Targaryen reinando por encima de todos sería la salvación del mundo contra la oscuridad. El principe prometido.
Pero para ser príncipes, él primero debía convertirse en rey.
Aegon sabía que en algún momento de su vida, los siete reinos unificados bajo su mandato se volvería realidad, aunque nunca se imagino que se vería motivado por la sed de venganza y odio. Le dejaba un sabor amargo porque a él no le gustaba el conflicto y aunque a Dany tampoco, está vez ella deseaba la guerra. Quería a todo Poniente y él lo pondría en sus pies.
El sonido de murmullos y pisadas se fueron acrecentando en el pasillo. La puerta de la sala se abrió revelando rostros jóvenes y viejos; rostros de pequeños señores, amigos de Aegon que habían acudido a su llamado.
Una vez se colocaron en pie alrededor de la Mesa Pintada, Aegon apretó el hombro de Dany, la única sentada en la sala y habló:
—Mis señores, se que algunos os preguntarán el motivo de mi llamado. Otros se imaginarán el porqué están aquí, así que iré directo al grano: el rey Argilac Durrandon asesinó a mi tío Aerys violando la ley de hospitalidad de Poniente.
—No somos Ponientis —intervino Lord Daemon Velaryon, su tío materno—, talvez el viejo pensó que las leyes no se aplican a los descendientes del Feudo-Franco.
—No —replicó Aegon, molesto—, ¿acaso debo ignorar esta afrenta? Señores, el que murió no solo era mi tío, sino sangre de la Antigua Valyria. Un hijo de dragones. Era el padre de mi esposa. ¿Que clase de hombre soy si no defiendo el honor de mi sangre y simplemente perdono aquellos que le causan daño a mi familia?
Algunos empezaron a murmurar molestos y unos cuantos ojos se posaron en Daenaera.
—El rey Argilac había enviado a su hijo con una oferta: me daría ciertas tierras en el Aguasnegras, tierras que harían que yo fuera un escudo entre él y Harren el Negro. El pacto se sellaría con el enlace de su hija Argella conmigo —explicó Aegon—. Cómo verán, me he casado tres veces y para no ofender a mis esposas, rechacé la oferta apesar de que era tentadora —admitió.
Sabía que ni Dany ni sus hermanas lo culpaban por pensar así. Tantas tierras ricas en cosecha era una locura no aceptar. Pero Aegon era leal.
—Así como el envío a su hijo, confiando con que lo trataramos bien y garantizaramos su seguridad, yo envié a mi tío Aerys con una contraoferta: pedía más tierras que servirian como frontera entre Harren el Negro y Argilac, pero quién se casaría con la princesa sería Orys Baratheon —asintió en dirección a su amigo, quien se apoyaba contra la pared—. Me apoyaba en el hecho de que la mayoría de las tierras ofrecidas no estaban en su poder desde hace al menos un siglo.
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FIRE ON FIRE
FanfictionDaenaera soñó con el futuro. El dragón de tres cabezas se alzaba como el rey, mientras los otros animales se inclinaban ante el. Una daga. Una profecía. Un príncipe prometido nacido entre el humo y la sal. La canción de Hielo y Fuego. •Aegon I x fem...