Daenaera
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La tierra cubierta de escarcha le quemaba la planta de los pies. Esa noche en especial hacia más frío que nunca, y Yin Li conocía la razón: en pocas horas exhalaría su último aliento.
"Por el bien de la humanidad" —se repitió.
Espió a su hermano a través de la puerta entreabierta, y lo vió calentando, moldeando y golpeando con fuerza la larga hoja, mientras la mujer ciega con su voz reseca y temblorosa cantaba en esa lengua mágica y melodiosa.
Le parecía que las sombras producidas por el fuego en la fragua danzaban alrededor de las dos personas, burlándose o tentándoles.
Yin Tar lloraba con cada golpe a la hoja, y cada golpe resonaba en el pecho de Yin Li, quien lloraba también.
Miró hacia el cielo y deseó ver aunque sea una estrella. En vez de eso, solo había oscuridad y niebla en ese lugar besado por las sombras.
"Princesa de la Noche"
Una mano la sacudió con fuerza en la oscuridad. Daenaera rodó somnolienta en el camastro y abrió los ojos con pesadez.
Jeyne, su sirvienta hija del cocinero de Marcaderiva, sostenía una vela en una mano, y con la otra sacaba la ropa de montar de Dany.
—¿Qué sucede? —preguntó, limpiándose las lágrimas restantes del sueño.
—Unos barcos de guerra se acercan a la costa —Jeyne ya la había sacado de la cama y desnudado, sin despertarse del todo —. Los vigilantes que los han avistado no pudieron distinguir el símbolo en las velas.
Dany se vistió sin prestar mucha atención a lo que hacía. En cambio, su mente planeaba una estrategia.
—Talvez sean piratas —murmuró.
—Es lo que sir Gregor opina. Dice que es mejor si huye en su dragón, en caso de que capturen nuestra naves.
Daenaera se paralizó por completo. Ni se le cruzó por la cabeza abandonar a su servidumbre.
—No voy a hacer tal cosa —dijo, enojándose.
—Nosotros no somos importantes, milady —Jeyne termino de amarrar sus botas y tomó la capa de viaje que Rhaenys le regaló en el decimoséptimo día de su nombre.
—Son importantes —espetó, amarrándose el largo cabello platinado—. Sin ustedes, no podría tener baños o comida caliente sin mover un solo dedo, ¡No podría viajar incluso a Antigua! Todos ustedes también deben tener familia: madres, padres, hermanos, amantes e hijos que les lloren. No quiero convertirme en alguien que salva si vida a costa de la muerte de otros. Si son enemigos y tenemos que luchar lo haremos.
La fiereza con la que hablo Daenaera impresionó a Jeyne. No le importo si en su discurso ella solo les viera como sirvientes, personas que solo existían para facilitarle la vida. Era el mero hecho de que quería defenderlos lo que la emocionó.
Mantarys esperaba atenta a su montura. A lo lejos se divisaban unas cuantas galeras, pero por la penumbra era difícil distinguir la cantidad o algún símbolo distintivo.
La adrenalina le recorrió salvaje por las venas mientras se ataba a su dragón. Que la muerte le alcanzará encima de su dragón le parecía glorioso.
—Vuela, Mantarys —ordenó.
La familiar sensación al alzar el vuelo le provocó una emoción de tristeza. Talvez fuera su último vuelo.
—Vhagar, me encomiendo bajo tu manto, y te pido me concedas la victoria. Si tú deseo no es mi victoria, entonces que los dioses se apiaden de mi alma, y pueda descansar yo con las Sabias y Bondadosas Gemas Reales.
Eran al menos dos docenas de barcos de guerra. En la mayoría, un venado coronado ocupaba las velas. Otro puñado más pequeño, tenía el dragón de tres cabezas, distintivos de la casa Targaryen, o mejor dicho de Aegon.
Sin embargo, había algo mal en el aire. Una amenaza. La oscuridad. Fuego y Sangre.
Mantarys rugió de pronto y lanzó una chasquido y una llamarada hacia la oscuridad.
No hacia la oscuridad. Hacia Balerion, el Terror Negro.
—No, Mantarys. ¡Obedeceme, obedeceme!
Obligó a su montura a girar de regreso a tierra, pero el jodido enorme dragón se camuflaba perfectamente con la penumbra de la noche.
Dany obligo a Mantarys a ascender tan alto que volaban entre las nubes negras. Podía sentir la inquietud de su dragona; se sentía amenazada igual que ella.
Más que verlo, lo escuchó. Giraron apenas esquivando la llamarada de Balerion. Podía oir a Aegon gritando órdenes desesperado, parecía haber perdido el control de su dragón.
Mantarys estaba furiosa, pero Dany no dejo que eso la influyera. Si se dejaba dominar por los sentimientos primitivos y salvajes de su montura, ambas estarían perdidas.
La dragona era grande y feroz, pero había pasado casi ochenta años desde que eclosionó sin ser reclamada. Sin embargo, a la par de Balerion, un dragón que no solo era más grande sino que curtido en batallas, el último dragón nacido en la vieja Valyria, serían un simple juego.
—Maldita sea —murmuró cuando los volvió a perder de vista—. Mantarys, vuela más rápido.
No había necesidad de que lo dijera en voz alta, la dragona sentía la amenaza palpable y lanzaba dentelladas hacia la nada.
"¿Moriré asesinada por el dragón del hombre que amo? Que idiotez"
"Es extraño que Balerion y Mantarys luchen entre ellos, no fue mucho después que llegara a Rocadragón que los ví danzando en el aire"
Los dragones no son como los humanos, no se dejan llevar por estúpidos sentimientos. Son criaturas inteligentes, pero también son bestias en parte. Si sienten peligro, lucharán; aún si es uno con quién se han apareado.
—¡Cuidado, Dany! —grito Aegon.
Giró para esquivar el fuego dragón, aunque esta vez no tuvieron tanta suerte.
La piel de Mantarys era lo suficientemente gruesa para soportar las llamas de Balerion, pero Daenaera no era a prueba de fuego. Ella era hija de Valyria, pero la antaña magia de los Dogareon ya se había diluido con los años. No era una Sacerdotisa de Fuego para sentir el fuego en su piel, y no quemarse.
Gritó. El fuego la había alcanzado, sin embargo le derritió el cuero de los pantalones, la piel y algo de músculos.
—Mantarys —lloró.
Daenaera no supo en que momento aterrizó, e incluso quien la desató. Ella seguía en los cielos, siendo perseguida por el Terror Negro.
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FIRE ON FIRE
FanfictionDaenaera soñó con el futuro. El dragón de tres cabezas se alzaba como el rey, mientras los otros animales se inclinaban ante el. Una daga. Una profecía. Un príncipe prometido nacido entre el humo y la sal. La canción de Hielo y Fuego. •Aegon I x fem...