Diez

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La navidad estaba a la vuelta de la esquina, durante la segunda semana de diciembre, la profesora McGonagall pasó a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades

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La navidad estaba a la vuelta de la esquina, durante la segunda semana de diciembre, la profesora McGonagall pasó a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades.
Anahí estaba feliz de volver a casa, aunque la idea de alejarse de la gran biblioteca de Hogwarts la tenía algo triste. Pero ésto último se amimoro luego de que lo señora Pince le informará que podría sacar prestados algunos libros.

Una semana más tarde, justo antes de que las vacaciones comenzarán, Anahí cruzaba el vestíbulo de camino a su clase avanzada de Transformaciones cuando vió a un puñado de gente que se agolpaba delante del tablón de anuncios para leer un pergamino que acababan de colgar. Neville Longbottom le hizo señas, entusiasmado.

—¡Van a abrir un club de duelo! —dijo el chico a la niña—. ¡La primera sesión será esta noche! No me importaría recibir unas clases de duelo, podrían ser útiles en estos días...

La niña lo pensó un segundo, quizá no sería tan útil contra el el monstruo de Slytherin, era poco probable que aquella criatura se batiera en duelo. Pero en algún momento y de alguna manera, lo que sea que aprendiera podría servirle.

—Podría ser útil —le dijo a Neville al tiempo que leía el cartel —. ¿Irás?

— Si, nunca está de más intentar aprender algo — dijo él — aunque estoy seguro que no podré hacerlo bien.

— Quizá solo necesites intentar otros métodos de aprendizaje — le dijo la rubia intentando animarlo. Aquel chico tenía muy poca fé en sí mismo.

Él muchacho se mostró incrédulo pero aún así intento dirigirle una sonrisa agradecida a la niña.
— Bueno, nos vemos en el club de duelo — le dijo Anahí al chico como despedida, el sonrió nuevamente y asintio entusiasta.

Aquella noche, a las ocho, se dirigió deprisa al Gran Comedor. Las grandes mesas de comedor habían desaparecido, y adosada a lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas y aparentemente entusiasmados.

Anahí caminó hasta su primo, quien estaba con sus dos amigos.
— Hola Harry — saludó la niña.

—Hola Anahí — saludo el azabache con una sonrisa.

—Me pregunto quién nos enseñará —dijo Hermione, mientras se internaban en la alborotada multitud—. Alguien me ha dicho que Flitwick fue campeón de duelo cuando era joven, quizá sea él.

—Con tal de que no sea... —Harry empezó una frase que terminó en un gemido:
Gilderoy Lockhart se encaminaba a la tarima, resplandeciente en su túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada menos que Snape, con su usual túnica negra.

Lockhart rogó silencio con un gesto del brazo y dijo:
—¡Vengan aquí, acérquense! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me oyen todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararlos a todos ustedes por si algún día necesitan defenderse tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consulten mis obras).
»Permítanme que les presente a mi ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que se preocupen los más jóvenes: no se quedarán sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no teman!

DursleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora