Capítulo 2

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Tenerlo todo en la vida, no es fácil, y sacrificar es parte la razón humana para poder continuar. Nada es para siempre, todo pasa, pero hay que saber pasarlo...

Después de aquella discusión que lo dejara dudando sobre sus actos, Manuel se encontraba a solas en su habitación como si esperara una respuesta, y aunque suena ilógico, se lo pedía al cielo. Quería entender las razones de su madre al haberle pedido que reconsiderara el seminario. Y no es que la estuviera escuchando por gusto sino porque no tendría escapatoria.

Manuel: No puedo dejarte –dijo mientras miraba la fotografía de Mayte, aquella que guardaba celosamente- No estoy seguro de nada en mi vida, pero contigo camino a ciegas y sin miedo. –sonrió

Cristina: Manuel, vengo a saber si ya tienes una respues... ¿Qué haces? –Preguntó al ver que ocultaba algo debajo de sus almohadas.

Manuel: Mamá, ¿Podrías tocar la puerta la próxima vez? –Cuestionó cansado de que lo abrumara con lo mismo.

Cristina: Hijo, sé que piensas que no nos importa lo que sientes, todavía eres muy joven y no te das cuenta de lo que haces, tú no eras así, yo no te eduqué para que me mintieras y te recuerdo que podrás engañarme a mí, pero jamás a dios. –Advirtió- Solo queremos que sigas con el camino al que te abrimos paso toda tu vida, estas destinado a algo mucho más grande Manuel. –Sonrió

Manuel: En verdad la quiero, por favor, déjame continuar a su lado –pidió

Cristina: Son muy jóvenes todavía, gracias a dios pude percatarme de lo que sucedía a tiempo y puedo regresarte a tu verdadera vocación. ¿Recuerdas cuando eras niño y jugabas a oficiar la misa? –Cuestionó – Siempre estuvo en ti Manuel, yo sé lo que es mejor para ti. Mamá siempre tiene la razón.

Manuel: ¿Crees que esto es pasajero? –Dudó

Cristina: Estoy segura, ¿Qué harás cuando te canses? Dios jamás nos abandona y sé que me ha enviado a tiempo para evitar que cometieras una locura –Sonrió mientras acariciaba su barbilla. ¿Cuál es el cuarto mandamiento Manuel? –Preguntó mientras tomaba la fotografía que habría escondido

Manuel: Honraras a tu padre y a tu madre –suspiró

Cristina: Porque mamá y papá son los únicos que darían la vida por ti –Dijo mientras doblaba la fotografía y disimuladamente la rompía. Baja a cenar cuando estés listo, aquí ya no hay nada que discutir.

La noche había sido bastante larga, Mayte estuvo toda la tarde pensando en los problemas en los que Manuel se había metido por su culpa pues fue ella quien insistió en visitarlo mientras su madre estaba en misa. Mientras tanto, Manuel sudaba frio al intentar dormir, cada que cerraba los ojos veía a Mayte y no es que estuviera volviéndose loco, era una afinidad que con el tiempo desarrolló, verla en sus sueños.

La mañana fue más pesada de lo normal, los rayos del sol se dispersaban por toda la casa cuando Mayte decidió bajar a desayunar. Necesitaba ver a Manuel, pero no podía ir hasta su casa; sin embargo, le consolaba saber que lo vería en unas horas pues él nunca rompía sus promesas.

Clara: Buenos días hija ¿Cómo amaneciste? – Preguntó mientras le señalaba su lugar para desayunar.

Mayte: Bien –Mintió- Anoche hizo mucho frio ¿Verdad? –Cuestionó

Clara: No, estuvo bastante agradable –Sonrió- Quizá lo imaginaste –dijo mientras se sentaba junto a ella.

Mayte: ¿Mi papá? –Preguntó

Clara: Tuvo que salir más temprano que otros días, pero prometió llegar a tiempo. ¿Nerviosa? –preguntó

Mayte: No. –Contestó vagamente-

PECADO CONCEDIDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora