–Temo que vayamos muy rápido si seguimos –dije, separándome de ti con un jadeo.

     Sí, había tenido ciertas esperanzas de que esto sucediera, pero de pronto me parecía que era  muy apresurado el hecho de que tuvieras tu primer beso y tu primera relación sexual en una noche. Prefería que pasaras por cada etapa de una forma más gradual.

     Acababas de introducir la mano en mi pantalones y me acariciaste sobre la ropa interior. La forma en la que temblé debido a eso debería avergonzarme un poco. Abriste los ojos muy grandes, como si quisieras discernir si cometiste un error.

     –¿No quieres? –inquiriste.

     Me reí por la forma decepcionada en la que lo preguntaste, haciendo un pequeño mohín con los labios.

     –Claro que sí –aseguré–. Pero no quiero que sea demasiado pronto para ti. Podemos ir más lento.

     Sacudiste la cabeza de forma encantadora.

     –Está bien. Quiero seguir –Hiciste el amague de continuar con el movimiento de tu mano, pero entonces te detuviste y miraste hacia otro lado, avergonzado–. Aunque...

     Conocía ese «aunque» demasiado bien. Por la experiencia, más que por cualquier otra cosa.

     –¿Te preocupas por esto?

     Del bolsillo de mis pantalones saqué el paquete de preservativos y el de lubricante que había conseguido en la farmacia.

     Los miraste con desconcierto antes de desplazar tu mirada acusadora hacia mi rostro.

     –¿Viniste preparado?

     –Los compré en la farmacia. Se me ocurrió de último momento.

     –O sea que sí viniste preparado.

     Me encogí de hombros, a pesar de que me sentía un poco avergonzado, y decidí ir con la verdad.

     –Quizá no pasaba nada, aunque esperaba que sí.

     Tu mirada se agudizó. 

     –Puedo leer el ambiente –agregué.

     –Ya veo.

     Parecías decidido a discutir, pero era inútil. Ambos lo queríamos, ambos estábamos allí, quemándonos por dentro. Así que simplemente te besé y dejé que mis instintos hicieran el resto. Si podía utilizar la experiencia que tenía en hacerte sentir bien, entonces lo haría con gusto.

     Eres valiente, Marc.

      No sólo por abrirte a mí con tu cuerpo, sino con tu corazón y tu mente. Podía sentirte allí, conmigo, a cada momento. Incluso si tus ojos estaban cerrados y eran tus gemidos los que me hablaban, todo tú estaba presente. Tus manos sosteniéndome mientras buscaba no lastimarte y brindarte placer, a pesar de que no podría eliminar el dolor del todo, delataron tu  confianza en mí.

     Cada vez que pregunté si estabas bien y si preferías parar, me respondiste, porque sabías que tu bienestar era importante para mí.

     Quería fundirme allí, dejarme arrastrar por lo bien que me sentía, por lo embriagado que estaba debido a la forma en la que nuestros cuerpos encajaban. Pero no pasaría esta noche. Yo no importaba esa noche.

     Eras tú, solo tú.

     Te lo merecías todo, Marc.

     Ojalá fuera yo quien pudiera dártelo.

SingularityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora