Jimin un chico inestable y creativo, reside en un pequeño pueblo de la campiña inglesa. Vive sin rumbo y va de un trabajo a otro para ayudar a su familia a llegar a fin de mes. Sin embargo, un nuevo trabajo pondrá a prueba su habitual alegría. En el...
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--Se bien que no te gusta vestirte así, pero a una entrevista tienes que ir trajeado-- mi madre me puso frente al espejo orgullosa.
--¿Existe alguien a quién le guste vestirse así?-- dije incómodo por el traje que llevaba.
--A tu padre le quedaba bien.
--Sí, en 1983...
Lo vergonzoso no es que yo vistiera un traje de mi padre o que ese corte hubiera dejado de estar de moda en los años ochenta, sino que me quedara un poco pequeño.
--Los tiempos cambian, pero la elegancia se queda para siempre-- mi madre terminó de acomodar el traje y dejó un pequeño beso sobre mi cabeza deseándome suerte.
Me senté en el corto trayecto de autobús, un poco mareado. No había ido antes a una entrevista de trabajo de verdad. Empecé en The Buttered Bun cuando Rosé apostó a que no lograría encontrar trabajo en un día. Entré y pregunté a Frank si necesitaba que le echaran una mano. Era el primer día del café y Frank estaba agradecido por mi aparición.
En cualquier caso, ¿qué se preguntaba en las entrevistas? ¿Y si me pedían hacer algo práctico con el anciano, como darle de comer, bañarle o algo así? Seokjin me había dado algunos consejos pero era diferente ponerlos en práctica.
Al llegar, caminé por la larga entrada para coches, intentando no perderme en mis pensamientos, la puerta se abrió y me sobresalté.Una mujer no mucho mayor que yo salió, llevaba un abrigo y una carpeta bajo el brazo.
--Usted debe de ser Park Jimin-- me saludó con una sonrisa y luego se dió la vuelta para ingresar al interior-- Sigame, me llamo Haneul.
Parecía cansada, como si ese día ya hubiera pronunciado las mismas palabras demasiadas veces. La seguí por una sala enorme con cristaleras que iban del suelo al techo. Unas tupidas cortinas caían con elegancia desde unas barras de caoba maciza y alfombras persas de decoración barroca cubrían los suelos. Olía a cera de abeja y a muebles antiguos. Había elegantes mesillas por todas partes, sobre cuyas superficies bruñidas reposaban cajas decorativas.
--Entonces..., joven Park...¿tiene alguna experiencia con tetrapléjicos o en el cuidado de personas?
--No, pero puedo aprender-- me apresuré a responder.
--Estamos hablando de la pérdida del uso de las extremidades, ¿eso le molesta?
--No creo que tanto como a él, eso es seguro-- dije sin pensar en mis palabras e inmediatamente me puse rojo intentando disculparme.
Y fue entonces cuando lo oí: el sonido inconfundible de costuras que se rasgan. Miré abajo y vi un desgarrón entre las dos piezas de tela que se unían a un lado de la pierna derecha. Mi cara se puso aún más roja si era posible.
--¿Está todo bien?-- Haneul levantó la vista de la lista que tenía entre las manos donde había estado escribiendo hace un momento.
--Tengo un poco de calor, eso es todo. ¿Le importa si me quito la chaqueta?--Antes de que pudiera responder, me zafé de la chaqueta y la pasé por la cintura, de modo que ocultara la abertura del pantalón.
