Capítulo 13

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Tras su lacerante y determinante conversación con la pelinegra, Verónica sentía como si todo su mundo se le viniera encima, como si nada tuviera sentido. Estaba desolada, la tristeza se instaló en su pecho y las lágrimas le acompañaron cada noche desde ese día, reclamándose insistentemente el dolor que le causó aun sin querer. Sabía que la había herido profundamente cuando le pidió que se alejara, lo pudo ver en su mirada, pero qué otra cosa podía hacer.

No estaba lista, tenía miedo y tarde o temprano terminaría haciéndole un daño mayor. Uno del que tal vez nunca se podría recuperar. Así que era mejor dejarla ir.

Ana era demasiado importante como para exponerla a sus propias inseguridades y sentimiento de culpa o al escrutinio desatinado de su, a veces, insoportable madre. Se había enamorado de ella perdidamente, en solo unos segundos durante aquella caminata al altar, cuando sus ojos se cruzaron por primera vez y sintió el salto desesperado de su corazón que parecía anunciar que aquella mujer era el amor de su vida.

Cayó rendida ante su sonrisa y la manera especial en que la hacía sentir siempre que estaban juntas, sus palabras le llenaban el alma y sus hermosos ojos marrones poseían la capacidad de llegar hasta lo más profundo de su ser para remover todo a su paso. Era ideal como amiga y compañera de vida, las cosas en común eran muchas y se complementaban como piezas de un engranaje perfecto.

La pasión que despertaba en ella también era muy real. Fueron muchas las veces en las que se imaginó en sus brazos descubriendo el placer de entregarse a su alma gemela, de vivir a plenitud el sexo y descubrir aquellos fuegos artificiales de los que hablaba la gente y que, hasta ese momento, se les habían hecho esquivos. La deseaba, sobre todo, después de besarla y sentir su lengua sobre la suya.

La quería en su cama para dormir a su lado y despertar sobre su pecho, disfrutando de su olor y sintiendo sus suaves caricias. No se sentía capaz de renunciar a todo eso, pero debía hacerlo. Amar también implica sacrificios para que tu otra mitad pueda permanecer a salvo y alejada del dolor.

Durante los días siguientes se enfocó en su carrera, trabajaba hasta altas horas de la madrugada y al llegar a casa estaba agotada y solo podía ir a la cama.

Esa era su técnica más efectiva para poder dormir y no pensar ni en Ana ni en Yolanda. A veces funcionaba, a veces no. Lo que nunca desaparecía eran las punzadas en su pecho y la tristeza de sus ojos. Por más que lo intentaba no lograba dejar de sentirse culpable, cobarde, imbécil por perder su más preciado tesoro. Ese que apenas acababa de llegar a su vida en forma de una bella florista con dulce sonrisa.

Para Verónica los problemas parecían no terminar al enterarse de que su ex prometida había sufrido un accidente de coche que le provocó varias lesiones, por suerte ninguna fue de cuidado a excepción del yeso en una de sus piernas. La ojiverde de inmediato fue a visitarla y le ofreció su ayuda durante su proceso de recuperación, con la mejor de las intenciones y sin nada romántico envuelto.

Sin embargo, la joven decidió aprovechar cada mínima oportunidad que tenían a solas para lanzar indirectas y evocar recuerdos de tiempos pasados como si con eso lograra estar un paso más cerca de su corazón. Muy por el contrario, la castaña la mayor parte del tiempo se sentía incomoda con la situación por lo que decidió que ser clara y directa era la única manera de que la joven no se hiciera ilusiones de una posible reconciliación.

Aquella tarde, como durante los últimos cuatro días, Verónica había ido a visitar a la joven convaleciente para ver cómo se encontraba y prepararle la cena. Compartieron un rato entre anécdotas y comentarios algo incomodos para la castaña que se sentía bombardeada y, hasta cierto punto, presionada a darle una oportunidad a una relación que hace tiempo estaba muerta. Incluso antes de que Ana apareciera en su vida.

Imagine Me And You (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora