Día 2: "Acurrucándose en algún lugar"

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Aquel viernes de diciembre era el más helado, producto de las tormentas nevadas que ocurrían últimamente. Como consecuencia, los incontables resfríos y las calles que se encontraban cubiertas por completo, impedían el movimiento activo de la civilización. Por suerte para Dazai -o más bien desgracia-, pudo lograr ingresar a la Agencia sin problema alguno; pensó en aprovechar, otra vez, la oportunidad de no asistir, más el aburrimiento que lo abrumaba en su solitaria casa era más fuerte.

¿Qué más divertido que molestar un rato a sus queridos amigos y colegas de trabajo? Sin embargo...

—Joder...— Pronunció luego de estornudar tres veces consecutivas.

Haberse olvidado de su abrigo claro que no fue muy inteligente de su parte. Conforme a los segundos pasaban, comenzó a considerar que haberse quedado entre las cobijas en su sala era mejor idea. Ahora se encontraba en la silla de su escritorio, con la cabeza apoyada en el respaldo y un documento en la computadora a medio hacer, rodeado de pañuelos descartables.

—Nunca quieres venir. Ahora que lo haces, es el peor momento.— Dijo su compañero rubio sin despegar la vista del papeleo.

—El amor de mi vida se fue de viaje al extranjero y ando perdido en esta vida mientras tanto.— Tomó otro pañuelo para limpiar su rojiza nariz. —Estoy al borde del delirio. ¡Entiende, Kunikida-kuuuun!

—¡Sólo salió por un par de días, Dazai!

—¡Es una eternidad para mí!

Doppo rodó los ojos detrás de los cristales de sus anteojos, resignado.

—Más te vale que no lo estés esperando para que te cocine porque te niegas a mover un dedo, desperdicio de vendajes.— Se cruzó de brazos observándolo con seriedad. —La falta de comida en tu organismo, debilita tus defensas.

—Me dejó mucha comida preparada en el refrigerador. Piensa que no sé cocinarme sólo.

—Piensa bien.

El delgado cuerpo del castaño se removió en la silla, encogiéndose en sí mismo. Tenía frío y ganas de dormir como oso en hibernación, pues los habituales insomnios le estaban cobrando gran factura de cansancio. ¿La razón? Desde sus dieciocho años, se lograba dormir gracias al calor que su pareja le brindaba, rodeándolo de tranquilidad y confort; no obstante, su momentánea ausencia lo mantenía más que despierto y así recibía la aparición del sol para dar comienzo a un nuevo día.

—No se ve bien, Dazai-san.— Habló Atsushi con preocupación al notar las ojeras que cargaba. —Debería ir a casa a descansar.

—Ojalá pudiera hacer eso tan simple, Atsushi-kun.— Le regaló una sonrisa difícil de descifrar. Acto seguido, cerró los ojos con fuerza y emitió un tercer estornudo. Se vio obligado en colocarse un tapabocas blanco, cubriendo medio rostro.

—Es una pena que Yosano-sensei no esté para que lo pueda ayudar.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, y entonces no supo con exactitud si se debía a la mención de su extravagante compañera o su temperatura corporal subir. Un suspiro salió de su boca a la vez que dejaba caer la cabeza en el escritorio, pensando en algún buen suicidio que no implicase esfuerzo alguno. Intentó visualizar las vistas de la ciudad que los ventanales de la oficina presumían, más la nevada era tanta que a duras penas lograba identificar uno que otro edificio, además de la gran Port Mafia a lo lejos que nada lograba apocar su apariencia tan llamativa y colosal.

—¿Si le pido a alguien que me mate, sería suicidio o asesinato?— Cuestionó de la nada.

—Nadie aquí te matará sólo porque no quieres moverte, Dazai.— Advirtió el rubio sin dejar de teclear en su computadora.

30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora