Día 5: "Besándose"

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El primer beso. El ejecutivo más joven de la Port Mafia, en sus tristes dieciocho años de vida, nunca había dado su primer beso. No era algo que necesitaba, le parecía ridículo con sólo pensarlo. Sin embargo, había llegado a una parte romántica en la trágica novela que estaba leyendo y su curiosidad se despertó. Solía saltarse ese tipo de relatos, más esta vez decidió darle una pequeña oportunidad, lo que le llevó a muchas dudas. ¿Cómo se sentirá dar el primer beso? ¿Tan mágico como lo narraban en los libros? ¿O incómodo? No podía creer que se encontraba en la gran biblioteca de la sede para alguna clara respuesta. Considerando ser un demonio del bajo mundo, podría haber ido mucho más que un mocoso promedio que se dedicaba a tocarse viendo pornografía con el usuario en anonimato. ¿Qué pasaría si se llegasen a enterar que nunca se besó con alguien, ni mucho menos haber perdido a la virginidad?

Joder, no lo permitiría.

—Aquí no hay nada más que libros codificados y poemas deprimentes.— Se quejó entre bufidos. Se dejó caer sobre las obras desparramadas en el viejo suelo de madera oscura y observó el techo. —Pero no tan deprimente como yo.

Estiró su brazo para tomar una hoja amarillenta y doblarla hasta formar un avión, el cual lanzó de mala gana hacia arriba. De reojo observó el gran reloj de aguja en una esquina; faltaba media hora para reunirse con sus amigos, por lo que decidió ponerse de pie y salir sin importarle el desastre que había dejado. Caminó con firmeza por los oscuros pasillos mientras se colocaba el saco sobre sus hombros, manteniendo una postura elegante y respetable.

Un respetable virgen. Qué gracioso.

Pese a su momentáneo malhumor, la fresca brisa otoñal movía sus rizos castaños como imparables olas. Una pequeña caricia que pareció relajar sus rasgos faciales y reemplazar las maldiciones susurradas a suaves tarareos improvisados. Al mismo tiempo, oía sus propios pasos resonar por el callejón al que se había adentrado para llegar al frecuente bar subterráneo.

—Sabía que ibas a venir antes, asique decidí ganarte.— Un hombre de cabellos pelirrojos fumaba en la entrada del lugar. No se trataba de nadie más que el recadero Oda Sakunosuke, uno de sus amigos. Él abrió la puerta amablemente. —Después de ti.

—Qué caballero.— Accedió con una sonrisa formándose en sus labios. Bajó las escaleras sin apuro alguno y posteriormente tomó asiento en su habitual lugar. Cuando su contario imitó su acción a su lado, se volteó para observarlo. —¿Cómo te trató el día de hoy, Odasaku?

—Fue tranquilo.— Comenzó a enumerar con los dedos. —Tuve que rescatar un armamento valioso de manos enemigas, infiltrándome por su zona; le ayudé al viejo a hacer el almuerzo para los niños; fui hasta Tokio persiguiendo un rehén en auto y recién lo llevé con Mori-san. Eso es todo.

Osamu lo escuchaba fascinado. Admiraba la forma en la que Sakunosuke trabajaba, aun cuando era de uno de los menores rangos de la organización.

—¡Wow!— Exclamó. —¡Odasaku es increíble!

Él dejó que una leve sonrisa se dibujara en su rostro. Cuando el cantinero les sirvió el fresco whisky que tanto degustaban, tomó uno de los vasos con la misma mano que todavía sostenía el cigarro a medio consumir. El fuerte sabor de la bebida invadió su boca al darle un sorbo.

—¿Y a ti cómo te fue?

—Nada divertido comparándolo con tu trabajo.— Su ocurrente amigo de vendajes suspiró, y el mayor notó que algo lo estaba abrumando con sólo ver la manera en la que jugaba con su cabello. —Al parecer Ango no va a venir esta noche.

—¿Hay algo que en tu cabeza no deja de dar vueltas?— Cuestionó entonces, antes de darle una última calada a su cigarro y así apagarlo en el cenicero que estaba por ahí.

30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora