Día 12: "Besar/Tocar"

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Se suponía que debía estar aquella fría noche en el bar, calentándose con un buen vaso de alcohol y entre los brazos de su novio. Sin embargo, ahí estaba, avanzando en un descampado junto a la indeseada compañía de aquel pelirrojo que no lograba soportar. Tenían una misión de asalto a un almacén, en el que ciertos sujetos escondían poderosos armamentos, ignorantes de que la Port Mafia los iba a localizar sencillamente.

—Joder...— Se quejó cubriéndose con su largo saco negro.

—Esta podría ser tu oportunidad de morir de hipotermia, eres un idiota.— Le dijo el pelirrojo, Chuuya, quien sólo resguardaba sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Hoy no me apetece.— Lo observó de reojo. —¿Cómo puedes resistir así el frío? ¿Tienes algún calefactor metido en el culo?

Como respuesta, una pequeña patada en el suelo hizo que sus pantalones recibieran una buena brisa de tierra.

—La diferencia que hay entre tú y yo, es que yo soy mucho más fuerte y resistente.— Una vanidosa y burlesca sonrisa apareció en los labios de Chuuya. —Además, yo no necesito a nadie para que me caliente como chimenea cuando le ponen la leña, como a alguien.

Al menos, aquello dicho logró que el rostro de Osamu entrase en calor.

—¡Cállate o te quemo ese sombrero horrible!

—¡Tocas mi sombrero y te dejo estéril, imbécil!

—¡Hazlo, si de todas formas jamás voy a tener hijos!

—¡Claro, porque eres más gay que el arcoíris mismo!

—¡Al igual que tú, imbécil!

—¡Yo soy bi!

Ninguno de los dos pudo aguantar la risa, justo en el momento en que se dieron cuenta de lo absurda que se tornó la discusión. Aquello hizo que su caminata se hiciese más llevadera, por lo que habían llegado a su destino en cuestión de unos pocos minutos.

La misión fue sencilla, como quitarle el dulce a un bebé; nada que un par de cadáveres ahí y allá no podían solucionar, la obra de arte de respetables asesinos mafiosos de primera clase. Con el armamento en su poder, el dúo les ordenó a los hombres acompañantes llevarlo hacia la sede.

Ahora, se encontraba vagueando por las nocturnas calles de la ciudad portuaria. Cada uno llevaba una cerveza enlatada, como típicos jóvenes de dieciocho años, y aunque pertenezcan en el bajo mundo, eso eran al final del día.

—Oye, imbécil, mira.— El pelirrojo señaló el lugar lleno de videojuegos y arcades. —Aún no cierran, ¿Y si te pateo el trasero en una pelea?

Dazai suspiró y, acercándose la lata a su boca para darle un sorbo, dijo:

—No sé porqué insistes tanto, voy a ganarte de todas formas.

—Hay juegos en los que soy muy bueno.— Con orgullo, Chuuya sonrió. —Y puedo ganarte fácilmente.

—¿Ah sí?— Apretó el objeto ya vacío entre su mano, para luego tirarlo al cesto cercano. —Demuéstrame, enano.

Sí, simples jóvenes que se divertían haciendo idioteces y perdían la noción del tiempo. Los minutos se convirtieron en horas, y las llamadas perdidas se acumulaban en modo silencioso en el teléfono del más alto, quien ya había olvidado que esa misma noche se reuniría en el bar.

Ese mismo bar en el que su novio lo marcaba por sexta vez, sin ya esperar que contestase. A su lado, su amigo de anteojos redondos acababa su jugo de tomate sin apuro alguno.

—Tal vez la misión se complicó.

—Él me avisaría de ser así, pero no lo hizo.— Con una mueca en sus labios, Oda le dio un sorbo a su whisky ya bastante aguado, pues el hielo ya se había medio derretido durante esos largos minutos en espera. —¿Crees que le haya pasado algo malo?

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⏰ Última actualización: May 10 ⏰

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30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora