Día 9: "Saliendo con amigos"

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—¿Por qué debería acompañarme?— Se quejó Ranpo mientras masticaba los pedazos de waffles que tenía en su boca.

Era sábado por la mañana. Se esperaba un día ideal para salir a disfrutar de la ciudad con compañía, asique el pelinegro no dudó en organizar un paseo con sus amigos. Sin embargo, todos sus planes parecían dar un giro cuando sus padres adoptivos le pidieron que se llevase con él a su hermano de tres años menor.

—¿Por qué debería acompañarlo?— Habló este. Osamu. Se encontraba sentado frente suyo que, al contrario, no había tocado siquiera un poco de su desayuno.

—Por el simple hecho de que no podemos dejarte sólo.— Respondió el adulto vestido de yukata.

—Tus intentos de suicidio aumentaron estas últimas semanas, Osamu.— Secundó el otro adulto colocando una mano aguantada sobre los cabellos castaños del menor. —Estamos preocupados.

—¿Y por eso quieren tenerme bajo vigilancia?— Frunció el ceño, ofendido. —No necesito niñera.

—No pensaba serlo tampoco.— Volvió a comentar el de anteojos.

El matrimonio se observó entre sí. Buscaban en el otro la mejor opción para que el más pequeño de esa familia no consanguínea. Aún no lograban entender con exactitud la razón de esos deseos por abandonar desesperadamente la vida terrenal, pues eran parte de él incluso antes de ser adoptado junto al pelinegro. Las sesiones con profesionales tampoco fueron de mucha ayuda. Y hallarlo desangrando al llegar a casa, era algo casi rutinario.

—Ya no sabemos qué hacer contigo, Osamu.— Fukuzawa suspiró con cansancio al volver a dirigirse al susodicho. —Por lo menos, queremos que este día salgas a divertirte como un chico de tu edad.

Silencio. Nada salió de su boca ante aquello dicho. Simplemente bajó la mirada a sus pies, queriendo huir de aquella situación. Se sentía ahogado, como si se estuviese hundiendo más y más a lo profundo del océano, en la oscuridad tan singular. Era consciente de la angustia de sus padres, muy consciente. Y tal vez por eso no se atrevía a dar el "adiós" definitivo.

—Bien, te daré de alquiler a mis amigos sólo por hoy.— Desistió Ranpo al recibir una mirada de reproche por parte del peligris. —Menos a Edgar.

—No me gusta tu novio americano de dudosa higiene.

—¡Mira quién habla, mugroso!

—No peleen en la mesa, por favor.— Se interpuso el doctor.

Cada hora que pasaba, Osamu se arrepentía aún más de salir; sus ganas disminuían lentamente. Quería fundirse por completo en las hojas llenas de textos de ese libro que ahora mismo sostenía entre sus manos, que su hermano se olvidase de él por andar de enamorado. Sin embargo, el momento de irse llegó antes de lo que le gustaría y, para su desgracia, Ranpo lo esperaba en la puerta.

—¡Vámonos! ¡Sabes que no sé tomar el tren!

Soltó todo el aire que sus pulmones contenían, al mismo tiempo que cerraba el libro y se levantaba del sillón.

—A veces dudo que tengas veinte años.— Le comentó al aproximarse más. —Y dependas de mí para poder llegar para comerle la boca al americano.

—¡Cállate o te dejo hundirte en tu miseria!— Aprovechando que se había agachado para colocarse los zapatos, el mayor le dio una suave patada que sólo lo hizo moverse levemente hacia un costado.

—Acabas de decirme que de los dos, soy el único que sabe tomar el tren.— El castaño sonrió con algo de soberbia. —De ser por mí, me quedaría con gusto, pero hago esto por nuestros padres.

30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora