Día 8: "De compras"

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El fuego podía ser muchas cosas. Cosas como el peligro y la destrucción, a la vez era un elemento purificador de almas. Él purificaba sus almas, con esas llamas que flameaban en la chimenea consumiendo poco a poco la leña a su disposición, brindándoles el calor hogareño que tanto los hacía sentir bien. Era su más fiel compañero en momentos invernales de tranquilidad, libros y chocolate caliente, o simplemente siendo ellos recordándose el amor que se fortalecía cada día un poco más.

—Odasaku...— Pronunció suavemente el joven que utilizaba el pecho de su amado como almohada, mientras pasaba de página para seguir leyendo aún si ya había desviado toda su concentración de la narración.

—¿Sí?

Y entonces, esas dos avellanas que tenía por ojos, se clavaron en él siendo acompañadas por una sonrisa.

—¿Cocinamos juntos un pastel?

Odasaku cerró su libro para conectar aquella mirada oceánica con la de Osamu, y le fue imposible evitar contagiarse de su expresión facial tan entusiasta. El detective se puso de pie, guiándolo hacia la cocina con sus manos aferradas una a la otra.

—¿Un pastel de chocolate?— Sugirió el mayor camino al refrigerador, en busca de los ingredientes.

—¡Con crema!— En puntas de pie para alcanzar lo más alto de la alacena, Dazai tomó los elementos que utilizarían. Al oír a su novio suspirar, supo inmediatamente que algo no iba bien. —¿Sucede algo?

—Sí, algo terrible.

—Odasaku...

—Todo está casi vacío. Hay que salir a comprar.

Y eso significaba una cosa, una a la que Osamu Dazai le tenía tanto terror: compras provisionales. Tan sólo pensar en tener que permanecer por horas en el supermercado, con Oda seleccionando con cuidado cada producto y los llantos de niños caprichosos o señoras peleándose en la zona de la verdulería a lo lejos, le generaba dolores de cabeza.

—Pero si hace no más de dos días que teníamos todo.— Se asomó para verificar el estado del refrigerador. Hasta las botellas de agua estaban casi vacías y, con suerte, se hallaba un solitario tomate en uno de los estantes.

—¿Te recuerdo quién fue el que se le ocurrió mezclar todo lo que teníamos, para comprobar si podía morir por intoxicación?

—No lo sé, ¿Tú?— Fingió demencia. Se tuvo que tomar del estómago al sentir unas punzadas.

El pelirrojo negó suavemente con la cabeza en un resoplido.

—Y por lo que veo, aún te sientes mal por eso. Asique pasaremos también por la farmacia.— Tomó rumbo hacia la entrada de la casa, convencido de salir.

—¡Pero Odasakuuuu! ¡Hace frío afueraaa!

—Aquí tienes un abrigo.

Osamu observó la prenda que le extendía con el brazo diestro y bufó. No, se negaba a hacer una vez más lo que su novio quisiese. Hoy se quedaría en casa tanto como deseaba, claro que sí. Esos ojos de un profundo azul como el océano, tan misteriosos y a la vez tan sinceros, no eran enemigos dignos para él. Oh, ¿A quién iba a engañar? Si por ellos, ahora mismo tomaba su mano con dirección al centro comercial.

—¿Qué tanto lees en tu teléfono?— Cuestionó curioso al verlo ojear cada tanto la pantalla.

—El listado de las compras que haremos hoy.

—¡Pero parece más un testamento que un listado, Odasaku!

—Sí, mi testamento que quedará una vez me mates por locura.

30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora