Día 6: "Usando ropa del otro"

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Era domingo por la mañana y, aunque era otoño, la calefacción le permitía andar por la casa vistiendo sólo con el pantalón de pijama; dejaba al descubierto su trabajado dorso, con aquellos recientes rasguños en su espalda que se camuflaban entre todas las cicatrices producto de su pasado como sicario y mafioso. Esperaba pacientemente a que el café se hiciese mientras preparaba la mezcla de los waffles en silencio, procurando no despertar a su pareja que aún se hallaba en brazos de Morfeo. De todas formas, debía despertarlo para que no se perdiese la comida más importante del día.

Sin embargo, unos brazos lo estrecharon desde atrás y entonces sonrió como todo un tonto enamorado.

—No te oí bajar.— Le dio una caricia a una de sus manos vendadas. —Buenos días.

—Mh...— Pronunció el recién llegado, apoyando con somnolencia la cabeza en uno de sus omóplatos desnudos.

Se estiró para alcanzar el café ya listo y servirlo en dos tazas. A su vez, presenciaba los leves suspiros que soltaba Osamu, demostrándole así que se había vuelto a dormir usando su espalda como almohada. Le parecía increíble la dualidad que tenía él incluso para descansar: si bien había noches en las que el insomnio lo mantenía despierto hasta el día siguiente y, pese a eso, tenía muchas energías; también estaban esos momentos en los que simplemente no podía despegar los ojos, y la fatiga hacía que se quedase en el sillón toda la jornada.

—Osamu...— Lo llamó entre leves risas, enternecido. Había algo con lo que sin duda lo despertaría, por lo que agregó: —Luego de desayunar te enseño el manuscrito que tanto querías leer.

Y efectivamente, el cuerpo del mencionado dio un repentino movimiento rompiendo momentáneamente el abrazo y así permitirle al mayor darse la vuelta con el propósito de plantarle el infaltable beso de buenos días. No obstante, se quedó hipnotizado cuando lo encontró, ante sus azulados ojos, vistiendo con su camisa negra de rayas verticales blancas. Esta le quedaba casi dos talles más grandes, lo suficientemente larga para cubrir hasta la mitad de sus muslos en los que, entre la tela y las vendas, se asomaban las mordidas que le había dejado la noche anterior, así como también aquellas manchas rojizas en el cuello. Todo sumando los rizos castaños desordenados y los bostezos que soltaba cada tanto.

Si había algo que a Oda Sakunosuke le fascinaba además del curry era, sin duda alguna, su precioso novio usando sus ropas. Y aunque no era la primera vez, no se cansaba de apreciarlo como si fuera así.

—Odasaku...

—¿Sí?

—Estás babeando, cariño.

Sacudió su cabeza para entrar en sí, dándose cuenta que evidentemente estaba babeando. Avergonzado, se limpió con su muñeca y luego tomó las tazas para llevarlas a la sala. Escuchaba las carcajadas del suicida en el camino, de esas que identificaba como si hubiese logrado su propósito.

—Ya me vengaré luego.— Anticipó al volver por los waffles ya cocinados, con Dazai siguiéndolo detrás.

—¡No se vale!— Exclamó este con un puchero. —¡Tus venganzas son muy crueles, Odasaku!

No le dio una respuesta inmediata. Se limitó a tomar asiento en el sillón con un libro marcado entre sus manos, listo para proseguir con la lectura mientras le daba un que otro sorbo a su taza. Hacía caso omiso a los lloriqueos del menor, quien se arrastró sobre el mueble hasta recostar la cabeza en su regazo. Fue entonces, cuando no se resistió en brindarle suaves caricias a sus cabellos y rostro, sin apartar la vista de las hojas.

—"Mientras que el corazón lata, mientras el cuerpo y el alma siguen juntos, no puedo admitir que cualquier criatura dotada de voluntad tiene necesidad de perder la esperanza en la vida."— Leía con una sutil voz, de esa manera que Dazai podía describir como única.

30 days challenge | OdazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora