Extra- 4.

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JENNIE KIM.

Busqué con la mirada a Lisa, pero esta no se encontraba en ninguna de las habitaciones de arriba. Inflé mis mejillas, y seguí buscando, bajé a la parte de abajo y cuando entré a la sala, la vi acostada en el mueble, con el celular en la mano, se veía muy concentrada.

Con una sonrisa traviesa, me fui acercando.

—Lili... —me acosté sobre ella, logrando que abriera sus brazos para que yo me acostara en su pecho y dejase caer todo mi peso sobre su cuerpo—. ¿Qué haces?

—Hablo con Nam, le dije sobre el ritmo que quería para tu canción, te lo mandé, ¿no lo has escuchado? —dijo todo eso, sin dirigirme siquiera una mirada.

—No, lo hago después —empecé a dejar besos por todo su cuello.

—No, Nini, espera, deja termino de aquí —no dejaba el celular, me estaba prácticamente ignorando—. ¿Necesitas algo?, ¿le sucede algo al bebé?, ¿tienes algún antojo?

Lisa era muy cuidadosa conmigo y los cuidados que se me eran pedidos. En todo momento me llamaba cuando no estaba en casa, y aunque no tengo tanto tiempo de embarazo, apenas y dos meses, la panza no se me nota casi; se puede decir que me cuida hasta mejor de lo que me cuido yo misma.

Los antojos no empezaban todavía, y Lisa lo sabía perfectamente. Pero la bebé no era la única o el único consentido aquí.

—Sí. Tengo un antojo —tomé sus labios entre los míos, y con mi lengua separe estos para así profundizar el beso. Mi libido estaba muy aumentado, y se puede decir que no he dejado descansar bien a mi querida esposa—. Hazme el amor.

—Ajá, pero no ahora, mi vida —se sentó, bajándome de su cuerpo. Me quedé muda ante ese rechazo de su parte— Tengo que terminar de aquí. Cualquier cosa me dices luego, ¿va? —dejó un casto beso sobre mis labios y se paró, dejándome a solas en la sala de nuestra casa.

¿Será que me estoy poniendo gorda y por eso no quiere nada conmigo?

Pasé rato y pico pensando en las miles posibilidad del porqué Lalisa no me quiere tocar, y en todo ese rato no regresó a la sala; se mantuvo encerrada en la habitación, y yo tampoco fui a buscarla. Sino que me senté a ver un poco de televisión para distraerme.

Y dejar de pensar.

La noche llegó y así fue que escuché la puerta de nuestra habitación abrirse, y una Lisa ya duchada con el pelo húmedo y una pijama bajó las escaleras. Me sonrió pero yo no le devolví la sonrisa, aquella se sentó a mi lado.

—¿Qué estás viendo? —preguntó.

—Una serie, ¿qué no ves?

Ladeó la cabeza ante mi tono gélido.

—¿Te sucede algo, mi amor? —intentó posar su mano sobre la mía, pero yo la quité sin disimulo.

Sí, me pasaba de todo, pero claro, ustedes no pueden adivinar. Uno se lo tiene que decir.

—No —respondí, cortante.

Se quedó callada.

—¿No vas a insistir en saber? —pregunté, groseramente.

—Sí, mi amor, ¿se puede saber que te pasa? —volvió a preguntar.

—No —contesté.

Lisa suspiró, y asintió, volteando hacia la televisión.

Entrecerré la mirada, —¿No vas a seguir insistiendo?, o sea, que no te importo.

—Sí me importas, Nini, por eso te pregunto que qué tienes; pero me respondes que nada —articuló—. Vuelvo y pregunto, ¿estás molesta?, ¿hice algo que te molestó?

Chasqueé la lengua, —No, todo bien.

—Entiendo, mi amor.

La miré, pero aquella se concentró en la serie que yo había puesto.

—¿No vas a insistir?, así de mucho te importo yo a ti, Lalisa Manobal.

—¡Pero si te estoy preguntando que tienes, y me dices que nada! —levantó la voz.

Mi boca se abrió, sorprendida, —¿Ahora me gritas?

—No, no fue gritar, fue hablar fuerte pero no gritar.

—¿Qué es lo que te está pasando, Lisa?, ni siquiera te preocupas por saber como estoy, encima de eso me gritas, te pido que hagamos el amor pero te rehusas —enumeré.

—Pero si...

—No me digas nada. Yo siempre estoy pendiente de ti, te plancho la ropa...

—Sí, me quemaste dos pantalones —recordó.

—Ajá, pero yo limpio.

—No, la que limpia soy yo, tú ensucias la mitad de la casa —volvió a decir.

—¿Ahora me vas a sacar eso en cara, Lalisa Manobal?

—Kim —agregó—. Y no, simplemente te digo que...

—Me echas en cara.

—No, te digo que...

—Me estás echando en cara.

Tomó una bocanada de aire, —¿Todo esto es porque no quise hacer el amor?

—Estoy gorda, yo lo sé, pero disimúlalo por lo menos —me crucé de brazos con molestia.

—No estás gorda, Nini, mírate. Estás hermosa, joder, que dan ganas de hacerte de todo, pero estaba ocupada. Yo cuando tú estás ocupada no te molestó —la miré con suspicacia—. Quizás un poco, pero no es el tema.

—Está bien, Lisa, me iré a dormir —me coloqué de pie.

—Sí, es mejor que vayamos a...

—No, tú te quedas aquí, traeré tu almohada.

Lisa se quedó boquiabierta, —¡Pero yo no hice nada!

–¿Me estás alzando la voz, Manobal?

—No, o sea... no, se llama voz fuerte.

–Eso pensé. Buenas noches, Lisa.

—Mi amor, no te vayas así —pidió, pero yo ya me encontraba subiendo las escaleras.

Cerré la puerta detrás de mí y fui en busca de mi pijama, en cuanto me la coloqué, me dejé caer en la cama con un agotado suspiro. Le dije que llevaría su almohada, pero no, los cojines del mueble son cómodos también.

Pero escuché la puerta como si de un gato se tratase.

—Amorcito, hola, Nini, maquillista... —una sonrisa se asomó por mis labios cuando escuché lo último—, te amo, eres mi vida. Sabes que no me gusta dormir sola, Nini. Me da miedo.

Me puse de pie, y le abrí la puerta, esta tenía un puchero en los labios. Lisa era la novia que muchos quisieran, pero que solo yo tengo el privilegio de tener.

Ella era todo lo que estaba bien.

—¿Qué se te antoja, Lisa?

—Dormir abrazada de ti y acariciar tu pancita.

Era una masita, joder.

Me hice a un lado, —Entra.

Escondió esa sonrisa triunfadora, y se acostó en la cama. Yo hice lo mismo, y Lisa no tardó en levantar mi pijama y regar besos por todo mi abdomen; lo cual me causaba algo de cosquillas.

—Te amo, a ti y a este bebé —subió los besos a mis labios—. Eres hermosa, Nini. En serio te lo digo.

—Amo lo segura que me haces sentir, Lalisa.

—Y siempre va a ser así; siempre serás tú. ¿Jennie?

—Dime.

—¿Te imaginas que nuestra hija o hijo tenga una historia de amor?, así, pero similar a la nuestra —fantaseó.

—Sería posible, solo quiero que no la pase mal; pero la vida no es facil, siempre estaremos para él o ella —acaricié el cabello de Lisa—. Ahora, tienes suerte de que vas a dormir aqui y no en el mueble.

—Por cierto, ¿qué tenías?

—Nada.

—Pero...

Amor De Cine. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora