12. That's The Truth.

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JENNIE KIM.

Puse los pies en el piso frío de mi habitación, apoyé las palmas de mis manos en la orilla de mi cama, y suspiré, con la vista fija, en aquella ventana. El día estaba igual o peor que mis sentimientos. No quería salir, empero era obvio que tendría que hacerlo, pero por lo menos iba a tener la certeza de que no me chocaría con Lisa.

Me puse de pie y fui directo a la ducha, me di un baño de agua fría, lavé mis dientes. Me puse ropa cómoda y suspiré, cubriendo las bolsas bajo mis ojos, a penas anoche y pude pegar un ojo. ¿Por qué las cosas con Lisa jamás podía salir como yo quería?, no podíamos ser personas normales las cuales no se ofendieran de tal manera.

Sus palabras, aunque yo no quisiera o no hubiese querido, me tocaron más allá de lo que yo quería y las sigo recordando como si las estuviera diciendo aquí y ahora.

Me miré al espejo y unas lagunas se me formaron en los ojos, cerré por unos segundos estos para que regresaran y lo hicieron, cuando los volví a abrir fue como si nada pasó. Dolía, pero no me dejaría derrumbar. Ya lo había hecho lo suficiente.

Mi corazón, por alguna razón, reaccionó de una manera poco particular, parecía mandar señales al cerebro para que cuando las palabras de Lisa fueran recordadas, dolieran. Pero no entiendo el porqué, si ella no me importa. Y si lo hacía, pues me iba a proponer de que no fuera tan relevante en mi vida como para que aquello sucediera.

Y es que de un momento a otro, mi mundo dejó de girar alrededor de mí, de la universidad y de mis emociones, para hacerlo, pero con Lisa y su vida; querer saber más de ella, de como se mueve y de porque es como es. Porque no puedo creer que sea una persona tan fría y muestre tan poco corazón.

Fui en busca de mi mochila, no me apetecía desayunar; solo quería irme de esta casa para así dejar de matarme personas en cosas como... Lisa.

—Joder. Salte de mi cabeza, Manobal —refunfuñé.

Bajé las escaleras trotando. Miré en dirección a la mesa del comedor, y ahí había un desayuno, pero no lo tocaría. Lo guardé, tomé las llaves de la casa y cerré detrás de mí. No tendría que hacerlo porque llegaría tarde, pero de igual manera, no podía irme sin eso.

Tomé un taxi hasta el cementerio y como era de costumbre, el hombre que vendía flores ahí, me saludó y yo le sonreí, pagándoles las mismas flores que siempre me gustaba llevarle a mi padre. Terminé de entrar al cementerio, segura de donde estaba su tumba y cuando me detuve frente a esta. Mi sangre se heló. No era miedo a los cementerios, era miedo a saber que no lo vería más.

—Hola, papi —mis ojos se llenaron de lágrimas, me mordí el labio inferior para no llorar, pero fue inevitable—. Te extraño. Cada año que pasa es como si veinte estacas se clavaran en mi pecho sin haber sacado las otras.

Me arrodillé y deposité las flores en su tumba, ahí estaba su nombre y la fecha de su muerte. Eran de esas veces que querías llorar como una niña pequeña, refugiarte en alguien o algo hasta no poder más. Hasta estar seca de todas las lágrimas que derramaste, porque nunca amé tanto llorar; al final sentía que me quitaba un gran peso de arriba.

Como ahora, que quería que todas las lágrimas salieran y que ninguna me atormentara más, esas veces en las que no quieres hablar, no quieres que hablen, solo quieres llorar hasta más no poder. Ahogarte en ese mar agua salada que sale de tus ojos.

Y ahora mismo, lo que más ansiaba era tenerlo a él conmigo, porque lo extrañaba, aunque no lo demostrara como debo. Aunque no lo dijera, aunque no hubiera esos momentos donde solo hablo de él. Estaba siempre presente, pero quería que fuese de otra manera.

—Es como si te estuviera olvidando, como si tú... recuerdo estuviera desvaneciéndose y me duele, me rompe en mil eso —me sequé las lágrimas con el dorso de la mano—. Ayer se me pasó, he tenido tantas cosas en la cabeza que de a poco me estoy volviendo loca, siento que necesito alguna medicación.

Amor De Cine. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora