Extra- 7.

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LALISA MANOBAL.

Sentí un movimiento incómodo a mi lado. Me quejé y volví a dormir de inmediato, pero ese mismo gimoteo resonó. Abrí un ojo y levanté la cabeza, mirando a Jennie con detenimiento. La cual se remobía incomoda.

—Dios —maldijo por lo bajo—. Duele como un carajo. ¡Lalisa!

Me senté de golpe en la cama y miré a mi esposa, con los ojos muy abiertos, alerta de su comportamiento y sus movimientos. Jennie se sentó en la cama, con la mano en la panza y los ojos cerrados con fuerza. Sus piernas se separaron, y mi corazón se aceleró.

No puede ser el bebé, le falta una semana aun.

—¿Qué pasa, mi amor?

—Yo... me duele... ¡mierda! —gritó echando la cabeza hacia atrás.

Sentí la cama toda húmeda. Y me levanté corriendo, asustada porque todo estaba sucediendo demasiado rápido. Pasé saliva y busqué no sé que, asustada, tratando de calmarme porque si no lo hacía conmigo; no podría con Jennie.

Me leí más de treinta libros sobre que hacer en estas situaciones, y estaba segura de que iba a poder, de que todo estaba bajo control. Acaricié su pancita como tanto lo decían, y esos videos, que me enseñaron a como tratar a una embaraza, y sus cambios de humor constante. Pero todo eso se fue a la mierda ahora.

Porque mi mente barrió todo y lo echó a la basura.

—¡Dios, no sé que hacer! —corrí por toda la habitación—. No sé, no sé, no sé... ¡voy a ser mamá!

—Lisa, necesito un puto doctor —presionó—. ¡Ahora, joder!

—Oh, sí, eso. Eso intento —me pasé la mano por el pelo—. ¡No sé, no sé donde está la puerta! —grité al borde de las lágrimas. Estaba estresada y recién despierta, no funcionaba con normalidad. Corrí al closet y saqué todas las cosas que preparamos para el bebé—. Aquí está.

—Es... Lisa, por favor —dijo entre dientes— No puedo más.

—Todo va a estar bien, amor. Te lo prometo, te prometo que todo va a estar bien —la agarré de la mano y la llevé conmigo—. Tendremos a nuestra pequeña, amor. ¿Puedes caminar?

—Lisa.

—¿Sí?

—Cállate —cerró los ojos con fuerza y se dobló del dolor—. Maldita sea.

La cargué sin pesarme, y la llevé al carro. Pero cuando me palmeé para las llaves, me di cuenta que no las traía.

—¡Bruta, bruta. Espérame aquí, seis segundos!

Corrí hasta la parte de arriba. Buscando las llaves con desesperación.

Me pasé la mano por el pelo, y busqué debajo de los cojines. Solté un "bingo", cuando las encontré ahí. Y bajé corriendo. Abrí la puerta y entré a Jennie, conduje en todo el trayecto, pidiéndole que respirara.

—¡Inhala, exhala, vamos, mi Nini, tú puedes! —respiré con ella, para que fuera a mi paso.

—¡Joooder! —gritó—. Esto es eterno.

—No, no, no. Tú puedes, respira, amor, vamos, respira.

—¡No me pidas que respire!

—Ya, ya, esta bien, no respires...digo, sí respira... porque si no te mueres y... vamos, tú puedes, mi amor.

Amor De Cine. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora