Marcas de amor

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Oliver siguió pensando que lo mejor que le había pasado era tenerlo en su vida. No podía imaginar cómo sería todo aquello si no se hubiera atrevido a bajar la guardia y a renunciar a muchas cosas. Podía seguir siendo el mismo tipo fanfarrón y odioso de siempre, odiado también, pero eso ya no le importaba.

Hacía mucho tiempo que había dejado de ser aquel hombre egoísta e inmaduro gracias a aquel ángel castaño que lo había salvado de su muy segura entrada VIP en el infierno. Todas esas botellas de alcohol y noches de insomnio fueron reemplazadas por jarrones que albergaban las más coloridas y bellas flores en todo el recorrido de su casa, llenándolo todo de luz y vida en su antes solitario hogar luego de la muerte de sus padres.

Su legado quedaría en buenas manos, en excelentes manos, en esas mismas que lo acariciaban con devoción como si su vida dependiera de ello. Compartir el poder que siempre tenía con alguien más había sido inimaginable, dejarse someter era algo que jamás hubiera pensado ni aceptado, pero ahora las cosas eran distintas. Ahora sus días estaban llenos de sol, de cansancio, de desveladas, profundas ojeras y agotamiento. De confusión, de temores bien fundados y otros más irracionales, pero estaba completamente convencido de que no lo cambiaría por nada.

El ojiazul sonrió y volvió a perderse en aquellos cabellos castaños y ahora húmedos por el sudor. Volvió a aspirar el aroma dulce que emanaba de ese cuello que se retorcía incesante bajo sus besos y a caer rendido ante la sensualidad que emanaba de quien compartía más que la cama con él.

Contuvo la respiración un momento al sentir aquel cuerpo encima del suyo moviéndose agitadamente, subiendo y bajando a su propio ritmo.

"O-ollie..."

Un bello gemido entrecortado se escapó de aquellos labios ahora rojos por tantos besos robados que lo volvían loco.

"Te amo..."

Miró a Barry moverse a gusto encima de él, jadeando deleitado por su propio vaivén, entregándose como siempre, como la primera vez y como la última que habían hecho el amor. Le parecía fascinante ver el rostro enrojecido y embotado de aquel muchacho que le había cambiado la vida desde el momento en el que se habían conocido y por el cual estaba dispuesto a seguir modificando cosas en su vida, a aceptar cualquier cambio que fuera necesario con tal de estar con él siempre.

Oliver siguió sujetando las caderas del menor mientras el joven apoyaba sus manos sobre su pecho y ocasionalmente, trataba de acercarse a besarlo. Los cuerpos sudorosos de ambos fundidos en uno solo, el amor y el placer que ambos sentían era igual, inmenso. Se mordió el labio al ver que Barry comenzó a agitarse más, a dejarse ir en ese desenfreno que solo culminaba con el placer de ambos. Jadeó al escuchar aquel sonoro gemido y ver la deliciosa expresión en el rostro del joven. Después, solo sucumbió ante su propio éxtasis y suspiró exhausto, pero satisfecho al sentir el agotado cuerpo de su castaño caer encima del suyo.

Después de unos instantes, el joven se hizo a un lado y se recostó sobre el pecho de su mayor, quien amorosamente comenzó a besarlo mientras bajaba su mano para tocar el vientre de su pareja.

"No..."

"¿Por qué no?" Cuestionó el mayor mientras lentamente iba enderezándose para después acomodarse y besar el pecho de Barry.

"Porque... me da pena. No, por favor Ollie."

Oliver desobedeció y continuó trazando besos hasta llegar al vientre. Pasó con delicadeza las yemas de sus dedos sobre la piel suave y blanca del joven.

"¿Es por esto?" Pregunto mientras besaba lentamente aquellas leves cicatrices, aquellas marcas que eran el testimonio de que esa suave piel se había desgarrado hasta su límite para albergar algo.

Barry asintió apenado cerrando los ojos. Oliver solo siguió acariciando aquellas estrías casi invisibles a la vista, pero que al tacto le parecían fascinantes.

"Yo te adoro así, tal cual eres y me gusta todo tu cuerpo. Y por esto." Dijo dando un beso tierno sobre aquella piel. "Es que soy el hombre más feliz del mundo. Creo que no deberías sentirte avergonzado porque a mí me encantan, mucho más que las arrugas y canas que ya me andan saliendo."

"Dices muchas cosas tontas, amor." Musito tímidamente Barry abriendo sus ojos verdes, esbozando una sonrisa.

El rubio volvió a besar aquel vientre en el cual su semilla había dado fruto y subió nuevamente hasta besar aquellos labios y secar las lágrimas que iban cayendo por el rostro de su adoración.

"Pero sabes que tengo razón y esto no es una tontería. Esto significa para mí." Sin dejar de acariciar aquellas estrías se acerco al oído del contrario para susurrar. "Lo más hermoso y sagrado que tengo, porque es prueba de que me diste lo más maravilloso que un tipo como yo no tiene derecho a recibir y siempre voy a estar agradecido contigo. Me encantas así, todo de ti me enamora, mi ángel."

Barry no hizo desaparecer esa sonrisa boba mientras suspiraba y buscaba los labios maduros de Oliver para fundirse en un beso largo, que oscilaba entre la ternura y la pasión. Se separó un poco sin dejar de mirar los ojos encendidos de deseo del mayor.

"¿Sabes? Creo que deberíamos apurarnos. No sé si nos dará tiempo de hacerlo otra vez antes de que Thea traiga a nuestros tres niños." Susurro el ojiverde pícaramente.

Oliver besó a su esposo tomándose su tiempo mientras recorría con sus dedos la suave piel, acariciándola y palpándola lentamente, para después volver a tenderse sobre su espalda.

"De acuerdo, pero vuelve a montarme otra vez. No sabes cuánto me excita verte así, poder contemplar todo lo que amo ver."

El sonrojo del menor se volvió intenso, mientras comenzaba a colocarse lentamente a horcajadas sobre su esposo.

"¿De verdad te gusta ver mi cuerpo así? ¿Lleno de estrías y no tan firme como era antes?" Cuestionó inseguro.

Oliver suspiró mientras volvía a sujetar las caderas y rozaba con su miembro sobre aquella delicada entrada sin dejar de admirar aquel vientre ligeramente flácido.

"Lo adoro. No sabes cuánto."

Barry sonrió y poco a poco, su expresión fue mudando a una completamente diferente, a una que emanaba más sensualidad y seguridad que en otras ocasiones. Oliver comenzó a penetrarlo lentamente una vez más, dejando de pensar en cómo había cambiado su vida desde que decidió conquistar a aquel muchacho tímido y amoroso, que daba todo de él para ayudar a otros sin pedir nada a cambio.

Y se aseguraría que cada vez que su esposo se mirara al espejo y se deprima por aquellas marcas de amor... por que eso eran, marcas que habían sido echas por albergar a sus frutos del amor que se profesaban. Lo encerraría entre sus brazos, susurrando cosas dulces contra su oído para disipar todo pensamiento de inseguridad o miedo, para luego llenarlo de besos y repetirle hasta el cansancio que era perfecto tal y como se veía.

One-shots [Olivarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora