La muerte es dolorosa, inexplicable...fría.
El salvaje oleaje y la briza me estremecieron. Estas retumbaban en mis sentidos como mi último recurso hacia un escape. No tenía otra opción más que dejarme envolver desde que lo dejé ir hacia esas aguas frías. No podía escoger otro camino, no tenía el derecho de hacerlo, era el único camino si quería pagar por el desprecio que le mostré al darle la espalda. Debía sentir el mismo dolor, la agonía, la misma desesperación que el cuerpo de Destello debe sentir al verse rodeado por la muerte.
—Entrégamelo —extendí impulsivamente.
Quería tener la certeza de que el pequeño cuerpo de la Estrella estuviera bien. Si lograba llevarlo a casa, me repetía una y otra vez, me olvidaría de los proyectos inconclusos que debía culminar, de las reuniones con los clientes y los contratos que tenía que firmar. Ya no me importó nada, solo su bienestar.
—No estaba en mis planes que los niños te trajeran, pero estas aquí. Aunque, créeme, hubiese sido mejor que te quedaras en casa.
—Deja a mi familia tranquila. Soy un humano con una esposa y un hijo, tan simples, comunes; en cambio tú no lo eres. Por qué lo haces, por qué irrumpes en la casa de un hombre común y te llevas al hijo de una simple familia —pregunté sin desviar mi mirada de la suya.
Aunque me pareció que se echaría a reír, no lo hizo. Remeció al bebe cariñosamente por un breve momento antes de volver a prestarme atención.
—Eres divertido —me respondió al notar mi preocupación por el pequeño en sus brazos—, me diviertes ahora. Así que eres un simple humano que tiene un simple hijo.
—Lo soy —dije severo.
—Quiero que sigas divirtiéndome, si lo haces, te regresaré a este simple y pequeño humano. Te voy a dar la oportunidad de que el plan de Destello le salga bien, de lo contrario, si fallas, haré que Destello deje el cuerpo que lo tiene prisionero —dijo mientras su cabello enmarañado se enroscaba lentamente sobre sus hombros.
Su sonrisa se desvió hacia un punto vacío. Lo estaba disfrutando, para él era divertido lo que estaba haciendo. Ese joven, a pesar de su porte y su mirada madura, solo buscaba alborotar a todos con su impertinente comportamiento. Era otro mocoso al fin y al cabo.
—Sé lo que debo hacer, no fallaré...
Respiré hondo. Había llegado el momento, aquel que había retrasado con muchas excusas. "Voy a descansar", me dije cuando miré las olas que se rompían en la playa. El joven no dijo nada, solo sonrió aprobando el primer paso que di hacia la lejana orilla de la playa.
No iban a ocurrir milagros, nada me detendría.
—Esteban —sentí un jalón—, no quiero que mueras, no debes morir.
La pequeña niña intentó detenerme con un débil tirón, pero ella no era el milagro que deseé. Verla afligida, preocupada, me hizo sentir agradecido, pues sabía que la pérdida de mi cuerpo no sería olvidado. Su hermanito me miró, pero bajó la mirada apenado cuando le sonreí.
—Si le temes a la muerte, entonces, no lo hagas —dijo el pequeño niño.
—No me siento obligado, además, les dije que lo haría. Es hora de que cumpla, ¿no creen?
—Sufrirás —dijeron al mismo tiempo. La coordinación que tenían cuando hablaban me 'ponían los pelos de puntas, incluso en la situación en la que me encontraba.
—Morir ahogado no debe ser una manera agradable de dejar el espíritu, lo sabemos, lo hemos visto —volvieron a decir.
Una extraña briza removió mis cabellos. Lo reconocí, era él, el mocoso. Al principio fue débil, pero poco a poco se fue multiplicando infinitamente hasta revolotear molestosamente a mí alrededor. Con un último revoloteo, una frágil figura de piel morena se materializó. Su largo cabello negro cubría su rostro mientras miraba la arena arrodillado frente a mí.
—Esperaste a que Destello fuera secuestrado para entregarme tu espíritu. Esteban, Pudiste evitarlo.
—Lo sé y me arrepiento —respondí sin sorprenderme de su presencia, aunque sí de que estuviera arrodillado frente a mí.
—Esteban, ahora solo quiero que me confíes tu espíritu de humano, es lo único que necesitas hacer para poder reunirte con Destello.
—Te lo confío. Amas a la estrella, por eso sé que lo reunirás con mi espíritu, no tengo dudas. Aunque sufra en las aguas, solo pensaré en que pronto estaré con él.
—Lo haré, te reuniré con Destello.
— Cuida de la estrella mientras yo no esté.
—Eso no tienes que pedírmelo. Si Oro no cumple su palabra de entregármelo, sea como sea lo arrebataré de sus manos —dijo poniéndose de pie—. Ahora ve, ahógate, sufre como Destello y deja libre a tu espíritu para que pueda manipularlo.
Sonreí dentro de mí sin reclamarle sus duras palabras.
Todo iba a terminar. Mi vida como Esteban moriría. Si todo lo planeado por el mocoso salía bien, tendría una nueva vida, un nuevo nombre, nuevos amigos, una nueva familia. Sería el nuevo amor de la Estrella.
Tuve una vida pacífica. Nunca desobedecí a mis padres. Les complací en todo lo que esperaban de mí. Debí ser un buen hijo para ellos, ya que siempre me lo dijeron. Tuve buenos amigos en todas las etapas de mi vida, con quienes compartí buenos y malos momentos. Tuve una hermosa familia, una esposa y un pequeño...
Me detuve por un momento. Sonreí dentro de mí, por mi mentira, por mi lamentable vida.
Siempre hice lo que mis padres esperaron de mí. Ellos dirigieron mi vida sin darme opciones, ya que no quería decepcionarlos. Era verdad que tuve muy buenos amigos, pero no me preocupé por mantenerlos. El recorrido hacia las aguas me hizo sentir unas ansias terribles de llamarlos para ofrecerles disculpas por mi repentino distanciamiento.
Me detuve cuando sentí el agua helada. Mojaron mis zapatos y las vastas de mis pantalones al instante. El miedo se quiso apoderar de mí, pero apreté los puños con determinación. Mis ropas mojadas me hicieron sentir torpe. Me quité la chaqueta y los zapatos entre las violentas olas que intentaron impedir mi avance.
La muerte es dolorosa, inexplicable y fría...también es solitaria, porque aquellas aguas heladas que se mecían a mi alrededor eran mi única compañía. Mis piernas revoloteaban y mis brazos buscaban un soporte desesperadamente. Debía ser el natural impulso de mi cuerpo por buscar un escape de la muerte. No sabía nadar, a pesar de verlo hundirse sin poder hacer nada, nunca me esmeré por aprender. No estaba arrepentido, ya que hubiera alargado más mi sufrimiento.
Escuché un llanto agudo y doloroso.
Nunca tuve una familia, me hubiera gustado tenerla, pero no lo tuve. Cielo y yo no fuimos afortunados, pues no pudimos tener un hijo. No iba a lamentarme por no tener una familia, pues no estaba escrito en mi vida. Me iba a entregar a un amor imposible, incapaz de procrear, por eso no tenía derecho de lamentarme nada. La estrella iba a ser mi única familia, no necesitaba nada más.
El llanto agudo continuaba.
El revoloteo se detuvo. Sentí que mi piel se incrustaba en una melosa oscuridad que me mecía de un lado para otro a gran velocidad. Había caído en las manos de la muerte, debía serlo. La muerte no podía ser tan fácil, era imposible, pero me dejé llevar. No sentí dolor, solo cansancio. Estaba muy agotado por la resistencia que mi cuerpo había puesto frente a la muerte, por eso me rendí en aquella apacible oscuridad.
Solo Tenía la esperanza de despertar y encontrarme con sus ojos verdes, sus manos gentiles, sus labios. Viviría una vida junto a él, sin miedo a nada ni a nadie. No dejaría que mis miedos alejasen mi espíritu de él.
ESTÁS LEYENDO
UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|
FantasyUna noche Esteban conoce a un extraño muchacho en la playa quien dice estar enamorado de él a pesar de no conocerlo. El extraño es el espíritu de una estrella que observaba a Esteban todas las noches sin que supiera. Para estar junto al humano...