No me importaron aquellos cables que se enredaban dolorosamente en mis piernas, porque sus puntiagudas espinas no me lastimaban, más bien era como si una intensa energía se inyectara en mí a través de esos cables. Oro me miró sorprendido. Quizá esperó que le dijera algo al respecto, pero a pesar de no escuchar ninguna explicación, no me preguntó nada. Él se mantuvo quieto, aun manteniendo sus manos elevadas. No era necesario, porque su ayuda ya no era útil para mí.
—Aléjate —dije sonriendo—. No necesito tu ayuda, puedo hacerlo solo.
Yo era suficiente, me bastaba solo, sin la ayuda de nadie. Oro se relajó. Dejó a un lado su semblante sorprendido y en su lugar se mostró serio. Miró aquellos cables con desconfianza, como si estos fueran a desmembrarme en cualquier momento. Yo no tenía motivos para desconfiar, pues dejé de sentirme débil desde su aparición tan extraña.
No había más que hacer. El palpitar desesperado de la acuosa varilla diamantada empezó a disminuir hasta permanecer estática, sin más amenazas de responder con rebeldía, pues esta se endureció entre mis manos. El espíritu endurecido que amaba Destello flotaba frente a mí, sumiso, sin ninguna resistencia.
—Desde ahora —dije agarrándolo con seguridad—, te llamarás Resplandor.
Había terminado. El espíritu que había habitado el cuerpo de quien era llamado Esteban en vida, al fin podía ser manipulado, pues estaba duro como el cristal. Me sentí feliz de haberlo logrado. Era otro momento perfecto para dar saltos de alegría, pero las puntiagudas espinas de los extraños cables rojizas desvanecieron mi sonrisa de inmediato, ya que de repente empezaron a rasgarme sin piedad. Dejé mi forma física para evitar ese dolor, pero sus espinas continuaron siendo punzantes, mucho menos, pero aún los sentía dolorosos.
Oro no rompió el breve silencio después del nombramiento del espíritu. Yo estaba feliz, aunque las espinas borraron mi sonrisa en un principio, lo estaba. No me iba a mostrar adolorido, no frente a Oro, quien me miraba con una expresión llena de preguntas.
— ¡Lo logré! —dije eufórico sosteniendo la varilla diamantada con orgullo.
—Pero debiste hacerlo rápido, sin dar un espectáculo tan lamentable —dijo Oro mirando los cables que aún seguían enredados en mí—. Sí que eres todo un llorón.
—Llorón, cual llorón. Mejor vete a dormir, o se te arrugará la piel que tanto cuidas. Nadie te va a querer si se te arruga —dije burlón.
—Eso no pasará —respondió sin importancia—. Esto me sorprende... —se acercó para ver los cables enredados en todo mi cuerpo.
—Ah, esto. Pues son mis habilidades ocultas. Ya vez que soy fuerte —volví a hablar orgulloso.
—No lo creo. Esto no es algo que puedas hacer simplemente porque te asustaste de fallarle a Destello, esto es de alguien que quiso ayudarte —habló muy serio. Oro miró hacia todas las direcciones con cautela, pero no logró encontrar nada a nuestro alrededor—, y presiento que no es alguien en quien se pueda confiar.
—Tonterías, si no me crees, pues no me creas. Me da igual. Ahora lo más importante es meter a Resplandor en el vientre de esa mujer y todo estará hecho. Destello estará feliz conmigo.
Lo que dijo Oro no me extrañó, ya que podía ser cierto, pero no quería darle la razón, además, era momento de ir a la casa de Destello para mostrarle que había cumplido con parte del plan. Ya no quise seguir fingiendo que todo estaba bien frente a Oro. Esas espinas me dolían, por eso intenté desvanecerme para dejar de estar enredado entre los cables, pero no pude hacerlo. Era la peor de mis noches. Algo estaba mal conmigo. Me concentré para volver a intentarlo, y como temí, volvió a ser inútil.
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UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|
FantasíaUna noche Esteban conoce a un extraño muchacho en la playa quien dice estar enamorado de él a pesar de no conocerlo. El extraño es el espíritu de una estrella que observaba a Esteban todas las noches sin que supiera. Para estar junto al humano...