Un maldito demonio se había entrometido en mis planes, pero no importaba, ya que después de todo había decidido que esa mujer no era la indicada para ser la madre de Resplandor. Esa mujer excéntrica no merecía que su hijo fuera amado por un espíritu celestial... aunque era el mejor vientre, el que yo había elegido, el más cercano a Destello...
Me dejé caer desalentado en el mueble de la colorida habitación de Destello. No había tiempo para nada que no fuera iniciar con la selección del nuevo vientre. Me incorporé decidido. Era el momento de observar a las mujeres de alrededor, las más cercanas posibles.
Era muy de noche. Todas las mujeres dormían. Nadie estaba apta para ser observada. Otra vez me dejé caer en el mueble. Destello también dormía tranquilito en su cunita sin saber de mi... de mi...No podía llamarlo fracaso, porque habían muchas mujeres dispuestas a ser mamás.
Un crujido me sobresaltó. Mi piel se escarapeló cuando sentí que en mis piernas se enredaban unas serpenteantes siluetas llenas de vellitos. Había visto aparecer a los niños varias veces, pero aun no me acostumbraba a verlos enredados entre todas esas siluetas en forma de patitas velludas. Ellos se dejaron ver con sus caritas inexpresivas tras todas esas sombras. Yo estaba resignado de que anduvieran por allí observando las costumbres de los humanos. No lo aprobaba, pero el bicho de la curiosidad que les picaba los mantenía menos tiempo conmigo.
Los niños me miraron con sus ojos grandotes sin pestañear. Se mostraron perplejos mientras me examinaban el rostro sin impórtales lo mal educados que se estaban comportando. Los regañe con la mirada
—Qué pasa —reclamé con severidad —. Por qué me miran como si tuviera algo en la cara.
—Nos sorprendes hermano —dijeron sin dejar de examinarme—. Nunca nos imaginamos que te atreverías a experimentar una de las extravagancias de los humanos. También lo intentaremos para probar el dolor de las agujas puntiagudas.
—De qué están hablando —dije escandalizado.
Ellos se miraron sin poder entender. Yo tampoco entendía nada.
—Tu rostro está marcado, te los has marcado.
—¿¡Qué!?
Se miraron y luego señalaron mi cara.
Fui al cuarto de baño para ver lo que pasaba con mi rostro. Mi reflejo me mostró una marca rojiza a un lado izquierdo de mi cara. Surcaba desde mi frente hasta mis piernas. Aunque la franja rojiza predominaba oculta bajo mi cabello suelto y mis ropas, unas pequeñas raíces se extendían hasta mis ojos, nariz y labios. No lo podía creer. Lo toqué con miedo, como si al hacerlo me quemaría los dedos. Al descubrir mi cuello me di cuenta que el extenso tatuaje continuaba enredándose en mi nuca. También noté que tenía un pequeño tatuaje que surcaba desde mi frente hasta mi cuello. Su color era un poco más rojizo. No había visto el más pequeño de los tatuajes porque mi cabello dócil caía con frecuencia sobre mi rostro.
— Qué es esto —me sobé la cara para intentar quitármelo—. ¡Que es esto!
—Te ves lindo —un suave viento revoloteó mis cabellos.
Oro apareció atrás de mí.
—Tú —lo apunté enojado—. Qué me hiciste.
—No se te ve nada mal con esos dos tatuajes en tu cara.
Lo miré desconfiado. Volví a restregarme el rostro para quitarme las marcas rojas, pero fue imposible hacerlo.
—Quítamelo ahora —exigí.
—Lo siento, los tatuajes no se quitan. Son para siempre. No se te ve mal, cálmate.
—No quiero tatuajes.
ESTÁS LEYENDO
UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|
FantasyUna noche Esteban conoce a un extraño muchacho en la playa quien dice estar enamorado de él a pesar de no conocerlo. El extraño es el espíritu de una estrella que observaba a Esteban todas las noches sin que supiera. Para estar junto al humano...