Capítulo 1: Soledad

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<< Bridgette Poe >>

Me había levantado sumamente temprano para ir a mi empresa. Subí las escaleras de la entrada donde se apreciaba un cartel gigante que decía Poe Company, nombre que coloqué por mi madre, ya que era su apellido.

Apenas llegué a pisar el mármol blanco que decoraba el suelo cuando Elton, mi asistente, diseñador y mejor amigo, se acercó de forma muy refinada, con una boba sonrisa y vistiendo todo con sus colores favoritos: rosa, lila y blanco.

—Buenos días señorita Poe— se inclinó brevemente— puedo preguntar si no es molestia...— me siguió corriendo hacia los ascensores— ¿qué haces aquí?

—No quiero estar sola en mí casa, ya lo sabes— abrí ambas puertas de par en par cuando llegué a mí oficina

Elton chasqueó sus dedos para atraer la atención de Kim, otra de mis asistentes, intercambiaron un par de palabras y la chica se fue haciendo resonar sus tacones a cada paso que daba.

—Nuestra diseñadora y jefa no tiene que estar estresada o triste por ninguna razón, así que te pedí un té e hice unas compras que llevaron a tu casa, lo sé soy un ángel caído del cielo— alardeó retocando su cabello

Kim entró a la oficina con una taza humeante en una bandeja, depositó los artefactos frente a mí y endulzó el té.

Agarré el auricular que se encontraba en el escritorio junto algunas carpetas, lo coloqué en mi oreja y llamé a secretaría.

—Hola, Astrid, buenos días. Diles a Camile, Joseph y Sophia que vengan a mi oficina con las carpetas de los eventos 

—Sí señorita, están en camino

—Recuerda que no hay nada de qué ocuparse hoy, Bri— habló Elton y Kim me extendió el té

—Antes de irme quiero revisar como va todo, el cronograma de mañana, citas, los nuevos proyectos y de ahí me iré...

—A un bar— me interrumpió él

—Si, ajá, un bar— rodé los ojos apilando unas hojas

Los tres nombrados anteriormente, traspasaron las puertas y los cinco presentes, sin incluirme, se colocaron en fila horizontal frente al escritorio.

—Bien, chicos, díganme los detalles

Pasé dos horas escuchando y hablando con mis asistentes sobre las bodas que estábamos organizando, claro, el té de rosa mosqueta me ayudó a no dormirme.

Mientras los demás anotaban cosas en sus computadoras, en la pizarra o papeles, yo realizaba el cronograma de mañana.

Tenía que acompañar a Alessa Jones (hermana de Elton) futura integrante de la familia Davies, a escoger su vestido. Como éramos amigas cercanas, me entusiasmaba la idea de hacer aquel día más inolvidable que a cualquier otra novia.

Seguido de ella habían cuatro novias más: recorrido por las instalaciones, salones, decidir decoraciones, escoger menú.

Sería un día bastante ajetreado, así que les recordé a mis asistentes que no se fueran tan tarde de la empresa así pudieran descansar.

Siempre me acompañaban a todos lados, ya que ellos se encargaban también de una empresa diferente de mi colección. Cómo Elton, lo había designado gerente en Bridgette Cloth que era donde él y yo sacábamos nuestras líneas de ropa al público.

— Tú, tienes que descansar— me susurró Kim en el oído interrumpiendo mis pensamientos

— ¿Me quieres ayudar en eso?— se sentó en mí regazo acariciando mis cabellos platinados

— Vamos— respondió desafiante

Salimos de la empresa y buscamos mi camioneta. Manejé un par de minutos por la ciudad prestando suma atención a las personas que caminaban, tomaban café, disfrutaban de la vida cotidiana. Por alguna extraña razón hoy había decidido conducir yo y no llamar a mí chófer.

Últimamente me estaba sintiendo muy fuera del mundo y solo en mis pensamientos, no llegando a darme cuenta de lo que sucedía a mí alrededor.

Al llegar a casa nos encontramos con las bolsas de supermercado que Elton me dijo con anterioridad. Abrí la puerta de madera oscura y tomé a Kim besándola ferozmente.

Todas las mascotas que tenía nos rodearon, pero solo nos centramos en sacar las prendas de ropa de la contraria mientras subíamos las escaleras.

No era la primera vez que Kimberly venía aquí. Sólo eran encuentros casuales, no teníamos una relación formal, aún así su aroma me hacía olvidarme de todo.

Mientras Kim dormía plácidamente, yo me levanté para tomar una ducha y en tanto las gotas de agua me empapaban pensé que no me estaba sintiendo para nada bien.

Había perdido la chispa que solía tener, me sentía sola después de la inesperada muerte de mi madre. Me sentía verdaderamente triste, desolada y sin querer estar sola en mi casa.

Dejé que el agua nublara mis pensamientos al cerrar los ojos.

No habíamos almorzado, así que preparé café, huevos y pan tostado mientras me sentaba en la isla de la cocina para intentar bocetar algo y esperar a que Kim despertara.

Cómo Kimberly seguía sin despertar tras varios largos minutos, tomé una pastilla para la enorme migraña que me daba por el estrés.

Subí hacia mi habitación, abracé a Kim y nos tapé con una gruesa colcha de felpa, entrando en un mega profundo sueño.

A Nuestro Poliamor: Aurora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora