STAY
harry potter seriesAva Potter estaba sola.
Desde pequeña tiene recuerdos de estar sola en su cama llorando, tapada completamente por sus sábanas y frazadas, mientras su cuerpo temblaba de miedo al oír la tormenta que había esa noche.
Sí, a Ava le hubiese encantado que su padre estuviera allí. Presente. O que su madre estuviese allí. Presente también. Pero no. Ninguno de los dos acudió a sus lágrimas.
Ava heredó el cabello pelirrojo de su madre y los ojos de su padre. Ava creció desarrollando una personalidad fría y sin sentimientos. O eso es lo que mostraba a los demás. Contrario a lo que los demás pensaban, Ava fue seleccionada en la casa de Hufflepuff.
Ava no hablaba con nadie. Ni en casa ni en Hogwarts. No tenía amigos pero fingía que no los necesitaba. La mañana de su cumpleaños número 15, Ava se levantó sin esperar que alguien se recordara de su cumpleaños, porque nunca lo hacían.
―Buenos días ―murmuró Ava sentándose.
Como de costumbre, solo Albus contestó un pequeño "buenos días". Ava miró unos segundo a Albus, esperando que le dijera "feliz cumpleaños". Ava esperaba que alguien se recordara, porque para ella cumplir 15 era más importante que los demás cumpleaños.
Aunque lo negara, Ava estaba resentida porque a Albus, cuando cumplió 15 años, le hicieron una fiesta a la que ella no fue invitada.
Tras el desayuno, Ava subió y como de costumbre se encerró en su habitación, puso el pestillo y se sentó en el piso, apoyando su espalda en la pared. Lentamente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
No quería llorar, pero la impotencia que había generado durante el desayuno le ganó.
Ava abrazó sus piernas con sus brazos, enterrando su cabeza en el espacio que había quedado entre sus rodillas. Así se quedó por un largo rato hasta que oyó la voz de su padre y luego como él golpeaba la puerta repetidas veces.
―Ava, abre la puerta en este instante. Sabes que en esta casa no se permite poner el cerrojo ―espetó Harry sin dejar de golpear la puerta.
―Si tanto quieres abrir mi puerta, usa tu varita, idiota, yo no me voy a levantar.
―¡No le hables así a tu padre, jovencita! ―exclamó Ginny.
Ava rodó los ojos.
―Alohomora ―dijo Harry y abrió la puerta―. Estás castigada por una semana.
―¿Por qué? ―se quejó Ava.
―Por encerrarte y por responderme mal ―dijo Harry.
―¿Si sabes que hoy es mi cumpleaños? ―espetó Ava levantándose del suelo y cruzándose de brazos, sin despegar la mirada de su padre.
―No ―murmuró Ginny.
―¡Exacto! Porque nunca están ahí ―exclamó Ava―. Padre, ¿recuerdas esa noche de tormenta, en donde yo tenía miedo y tú viniste, me abrazaste y me calmaste?
Tomado por sorpresa, Harry negó con la cabeza.
―Porque nunca pasó. La tormenta estuvo ahí, pero tú no. Siempre ha sido así, nunca han estado ahí para mí y cuando pido un poco de atención me tachan de egoísta ―dijo Ava seriamente.
Ginny la miró triste.
―Lo siento mucho, hija.
Ava la miró seria.
―No quiero sus perdón ―dijo―. Ya no los necesito.
Dicho esto, echó a sus padres de su habitación y se encerró de nuevo.