Me desperté en mitad de un departamento oscuro a media noche, el aroma a café me envolvía por completo.
Estaba vestida con un camisón blanco de seda que acariciaba mi piel con delicadeza. Me levanté intentando recordar algo pero mi memoria me fallaba.
De pronto, escuché los sólidos pasos en el piso de madera y como un Dios del mismísimo Olimpo, alumbrado por una luna llena, se acercó un hombre de porte viril vestido con solo una toalla enredada a la cadera.
Entonces, al mirar su hermoso rostro con los ojos verdes, el pelo rubio y alborotado, de mirada seductora y sonrisa macabra, recordé todo como un flash back.
A media tarde, me encontraba en el Café "Diosas" de Liones trabajando.
Estaba moliendo café, cuando un hombre de mirada excitante y peligrosa me dio las buenas tardes. Me pidió un café machiatto. Le serví encantada. Al terminar su bebida caliente se levantó y me entregó un sobre, me miró, me sonrió y se marchó del local. Intrigada, no esperé y abrí la carta. Dentro hay una nota.
Querida Elizabeth
Debo ser directo con usted. Hace un mes que la vi por primera vez detrás del mostrador preparando lo que más me gusta en esta vida, el café. Deseé su cuerpo al segundo de contemplarla, deseé tenerla entre mis brazos para besar su dulce cuerpo y deseé meterme dentro de usted para saborearla. Su aroma a café es mi elixir y esta noche pienso hacerla mía.
Meliodas
En ese momento, me ardían las mejillas y apretaba mis muslos por el deseo de ser poseída por aquel hombre tan guapo.
A la hora del cierre, me despedí de mis dos compañeras de trabajo, Elaine y Diane.
Caminé acortando por un callejón para llegar a mi casa, pero justo cuando iba a salir a la avenida principal alguien me atrapo y me puso un pañuelo en la boca con algo químico. Caí en un sueño profundo sin poder hacer nada. Sentí como mi cuerpo se apagaba poco a poco hasta caer en la oscuridad.
Al despertar, me encontré en mitad de un departamento…”
Sabía perfectamente porqué me encontraba allí. Meliodas, el hombre del café, llevaba semanas deseando poseerme y esa idea hizo que mi sexo empezara a humedecerse.
Se acercó a mí, con sus andares masculinos, posó sus labios sobre los míos. Sabían a café machiatto, eran suaves, cálidos y deliciosos. Sin despegar nuestras bocas me despojó de mi vestido blanco. Debajo no llevaba ropa interior, así que quedé totalmente desnuda ante él.
Mis pezones se endurecieron por el frio de la noche, me cogió y me pegó de espaldas a su cuerpo, besó mi cuello. Con su mano varonil y curtida bajó por mi vientre hasta posarse en mi vagina. Con su palma empezó a masturbarme tocando mi clítoris. Al principio, fue suave pero al notar mi abundante humedad fue acelerando el ritmo.
Me sujetó por la cintura para que no cayera al suelo, tenía las piernas flojas, me estaba matando de placer. Tenía las mejillas sonrojadas, la boca entre abierta, de la cual salían gemidos de desesperación, y la mirada excitante. Noté como el orgasmo subía por mi vientre y sin poder aguantar más, me corrí entre espasmos.
Me quedé debil entre sus brazos, pero Meliodas no me dio descanso.
Me tumbó en el suelo, pude apreciar su duro miembro. Vi su mirada de lujuria y entonces me di cuenta que le excitaba ver correrse a la mujer.No me equivoqué porque puso su cara entre mis piernas para hacerme el amor con la boca. Chupó y lamió mi zona ya de por sí sensible. Me metió tres dedos y como un loco no paró hasta que volví a correrme. Esta vez, el placer fue más intenso.
Apretaba los muslos porque casi era doloroso sentir tanta excitación. Las lágrimas corrían por mis mejillas. El sexo lo tenía hinchado, muy sensible. Meliodas estaba muy excitado por la escena, su miembro expulsaba gotitas transparentes de pre-semen.
Como un loco, empezó a respirar descontrolado, me separó las piernas sujetándolas con fuerza. Me dio lametazos largos y húmedos en mi sexo caliente y excitado. Me volví loca, empecé a gritar llorando.
Era demasiado placer, llevé mis manos a su pelo para apretar su cabeza en mi sexo. Dolía pero quería sentir un nuevo orgasmo y no tardó en llegar con mucha más intensidad. Mis gritos se escuchaban por todo el departamento.
Meliodas observó como me tocaba yo misma con la mano el clítoris, como una adicta del placer para seguir sintiendo el orgasmo.
Me excité todavía más cuando lo vi de rodillas sujetandose con sus brazos y gimiendo expulsando su leche sin haberse masturbado, la escena era increíble y excitante.
Loca de deseo quería tener su miembro dentro de mí. Me fui para él cuando acabó de eyacular y me monté encima como una salvaje. De un empujón lo tumbé en el suelo. Agarró fuerte mi trasero. Estaba sentada a horcajadas moviéndome como un potro salvaje, necesitaba sentir otro orgasmo, necesitaba correrme de nuevo y necesitaba sentir la electricidad subir, una vez más, por mi cuerpo.
Nuestra piel estaba sudorosa por el esfuerzo, cada vez más me empalaba su miembro en mi interior. Estaba cerca, muy cerca y entonces volví a sentirlo. Mí interior se contrajo fuerte para atrapar la sensación placentera. Sin poder aguantar más, me desplomé exhausta encima de su pecho.
Sentí como me abrazó con fuerza, seguía moviéndose para alcanzar su propio placer. Un gruñido varonil confirmó que había culminado la cima por segunda vez. Besó mi cabello y me dormí en un sueño profundo.
[...]
A la mañana siguiente, me encontré vestida durmiendo en mi cama. Pensé que había sido un sueño pero al ver las marcas de sus manos por mi cuerpo supe que todo había sido real.
Me levanté para ir a la sala de mí departamento, encontré un sobre encima de la mesita de café. Lo abrí con manos temblorosas y leí la nota con una caligrafía delicada.
“Has sido uno de los mejores cafés que he probado en mi vida Elizabeth, te has convertido en mi adicción. Espero repetir muchas veces.
Tuyo, Meliodas”
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ONE-SHOTS MELIZABETH
Fanfiction¿Te gustaría saber hasta donde pueden llegar tus personajes favoritos? Breves historias Melizabeth que te harán volar la imaginación