9.- Un niño todavía.

7.8K 992 210
                                    

°
°
°

Desde el momento en que Aonung abrió los ojos y todavía sentía el agonizante zumbido del dolor de cabeza, lo supo.

Que este sería un día largo y doloroso.

Rodó sobre su costado, respirando entrecortadamente, aferrándose a la manta intrincadamente tejida que tenía debajo de él, mientras parpadeaba para disipar los últimos restos de sueño y pesadillas que quedaran, contemplando la vasta extensión de mar más allá de su entrada abierta.

Por lo general, esto habría ayudado a calmar la agitación dentro de su mente y estómago.

Pero hoy parecía ser la excepción.

Hoy, el agua azul profundo y las últimas estrellas que quedaban en el cielo, sólo le recordaban a la piel de Neteyam y a la forma en que lo había mirado mientras lo había apartado ayer.

Una punzada en su pecho.
Definitivamente iba a tener que disculparse.

Con un quejido, se echó hacia atrás nuevamente y presionó sus ojos con las palmas de sus manos hasta que unos pequeños puntos empezaron a bailar detrás de sus párpados cerrados.

Y, por decirlo menos, la única ventaja de haber pasado toda la noche preocupado por Neteyam era que apenas había tenido tiempo para preocuparse por su próximo rito de iniciación...

Sabía que estaba en la mejor forma física posible en este momento.

Era el mejor buceador libre de su generación de edad y había sido cazador durante casi dos años.

Pero aun así, sabia que reclamar su tsurak requeriría mucho más.

Eran animales salvajes y orgullosos, cuyas mentes eran tan agudas e indómitas como el mar. Tenías que convertirte en uno con ellos, demostrarles que eras lo bastante digno y decidido.

Aonung había quedado impresionado cuando su padre le contó que Toruk Makto se había apoderado en poco tiempo de haber llegado, de una de las bestias.

Pero de nuevo, él era Toruk Makto.

Tal vez era un forastero, pero era uno de los mejores guerreros que se recuerdan en los últimos tiempos.


Escucho un leve movimiento a su izquierda, una suave exhalación y pasos.

Tsireya le puso una mano gentilmente sobre su hombro y se agachó junto a él.

- Mi Aonung - susurró suavemente, cantarina - ¿Estás despierto?

-Sí... - Su voz se escuchó ronca, demasiado fuerte en la penumbra de su marui.

- Tienes que levantarte pronto. Te prepararé algo de comer

El asintió, dejando caer las manos a sus costados. Aonung observó a su hermana alejarse, sintiéndose inconmensurablemente agradecido por su presencia.

Ella había llegado tarde a casa ayer, metiéndose a escondidas en su cama, y él no habia tenido las fuerzas para preguntarle qué había estado haciendo.

Aunque de todos modos, él lo sabía.
Demasiado obvio.

Y fue entonces que se preguntó si ella también tenía sus sospechas sobre él y Neteyam.


Aonung se paro frente a su madre.

Ella le sonrió suavemente mientras le apartaba los rizos de la cara, antes de atárselos y apartárselos de los ojos.

Tsireya le pintó los hombros y las manos con gruesas rayas amarillas. Estas se borrarían durante su tránsito y serían reemplazadas por espirales moradas y rojas más tarde. Se suponía que simbolizaban el despojarse de la vieja piel de niño y el renacer como hombre.

«Constellations» - Aonung x NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora