LA RARA EN FÍSICO ©

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SINOPSIS:

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SINOPSIS:

Venus Richter, una adolescente alemana de dieciséis años se muda a New York tras la muerte de su padre, para perseguir el sueño de su madre de estudiar artes plásticas. Junto a su nueva casa, vive Natalia Petrova, una emigrante rusa de su misma edad que vive de las apariencias y forma parte del grupo de personas que la acosa en el colegio.

La vida de ambas dará un giro de ciento ochenta grados cuando el líder del colegio haga una apuesta con Natalia asegurando sería incapaz de salir con una chica, mucho menos con una desaliñada y asocial como Venus.

Desde ese momento, ambas vivirán una serie de enredos que las obligaran a descubrir que las cosas que creían pensar de la otra eran mayormente erróneas. Ese será el comienzo de la historia de la chica que todos creían perfecta y la rara no tan rara del colegio.

CAPITULO 1

NATALIA

No era una persona muy mañanera, sobretodo no los fines de semana. Pero cuando de despertarse temprano se trataba, le gustaba escabullirse a través de su ventana para sentir el sol golpear contra su rostro, le gustaba la sensación del calor en su piel, haciéndola sentir cómoda, como lo hacía ahora. Sobretodo cuando vivía en un lugar frío como New York.
Pero no era fin de semana, era lunes, maldecido lunes.
Observaba a los niños pasar las calles cogidos de la mano de sus madres para ir a un lugar aparentemente tan emocionante como el parque antes de ir a clases… O al menos esas eran sus conclusiones. Le gustaba mirar a las personas y crear una historia en su mente para simplemente imaginar la historia de sus vidas con solo echarles una mirada. Aunque eso resultara ser molesto, había discutido con su hermana menor al menos un par de veces al  respeto, porque Natalia analizaba cada movimiento y acción que realizara su hermanita menor, Khimena.
           “Ojalá fuese así de dedicada para las clases. Al menos así no viviría metida en tantos líos.” Pensó.
  — ¡Natalia, Oliver está aquí! — dijo su padre desde la sala de estar.
Natalia se levantó con rapidez para entrar nuevamente a su habitación desde su ventana, cayendo al suelo torpemente al tropezarse con un enjambre de ropa sucia al entrar. Un movimiento en la ventana de en frente llamó su atención, observando una sombra moverse sigilosamente detrás de las cortinas.
El cabello rebelde de Natalia revoloteaba en su rostro, mientras se levantaba  lentamente hasta quedar de pie, observando aquella ventana. Había vecinos nuevos, según había oído, pero nunca los vio llegar.
— ¡Natalia! — su papá dijo otra vez, llamándola esta vez con aún más fuerza haciéndola salir de su trance.
— ¡Ya voy, papá! — dijo en voz alta desde su habitación, recogiendo sus cosas para el colegio.
  Giró sobre si misma para volver su atención hacía la ventana, pero aparentemente no había nada allí. Sus cejas se juntaron con extrañez, pero se le estaba haciendo tarde así que salió de su habitación y bajo las escaleras a trompicones con rapidez.
Al pisar el último escalón se encontró con su abuelo observando hacía la ventana sentado en una silla de ruedas, respirador en su nariz y un tanque de oxigeno a unos metros más lejos de él. Respiró profundamente, mirándolo con tristeza y nostalgia. Se obligó a tragar saliva y reponerse antes de caminar hacia él fingiendo una sonrisa.
— ¡Adiós, dedushka! (abuelito) — hizo señas con su manos hacia él, debido a que éste no podía hablar sin dificultad. Dejó un beso en la frente de su abuelo y luego se volvió hacia su papá. — ¿Cuánto le queda?
Ella preguntó refiriéndose al tanque de oxigeno.
— No mucho… — él murmuró, igualmente utilizando el lenguaje de señas. Ambos acostumbrados a usarlo entre ellos la mayor parte del tiempo.
Ella asintió, sabiendo que necesitaban comprar el tanque pronto. Se despidió y, corrió fuera de la casa hecha un desastre hasta llegar el auto de Oliver para ir al colegio.
Oliver Stone… Oliver, Oliver, Oliver. El mejor amigo de Natalia, o, nombrado por si mismo: 'el rey del instituto ´. Era un chico guapo y adinerado, su padre era el dueño de los hoteles más importantes de la ciudad de New York. Era el capitán del equipo de basketball del colegio, y había acogido a Natalia como su pupila.
Natalia era todo lo contrario a él. Ella no venía de una familia adinerada, sus padres no eran dueños de nada y mucho menos conservaba la reputación que Oliver sí. Sin embargo, incluso aún debajo de toda la ropa negra y agujereada que ella solía llevar (debido a su situación económica), él simplemente tomó su mano un día, la sacó de la mesa del grupo de los resagados y la hizo alguien. Su excusa siempre fue el hecho de que él decía haber visto un potencial en ella, como un diamante en bruto en medio de tanta joyería barata. 
Natalia, nació en Rusia en el año dos mil tres; y cuando era tan solo una niña, sus padres decidieron tomar sus cosas, a sus dos hijas e irse a vivir a los Estados Unidos para conseguir una mejor vida que la que solían tener en su país natal durante aquella época.
Hoy en día, ella era conocida como Natalia Petrova decidiendo suprimir su segundo apellido ante el mundo. Ya que ese era el nombre que sus padres habían decidido que ella utilizara en el colegio al ser nada más y nada menos que la hija de la directora del lugar donde estudiaba. Sus padres se divorciaron poco después de eso.
Hora del almuerzo.
— Oh, tenemos a un nuevo cordero para el sacrificio. — Oliver murmuró en su oído cuando ambos tomaban asiento en la cafetería.
Natalia observó hacia el lugar al que Oliver se refería, visualizando así a una chica algunas mesas más al fondo, probablemente de su edad, siendo molestada por algunos de sus amigos. Inconscientemente hizo una mueca, ella no era una bully como ellos, así que se sentó con un trago amargo en su boca.
— Solo… déjenla. — Natalia murmuró con incomodidad,
Sintió un peso caer junto a ella, no alcanzó a ver quién era cuando unos labios ásperos impactaron contra los suyos.
— Hola para ti también, Gianni. — Natalia le sonrió a su novio al separarse.
— ¿Quién es la rara? — Gianni hizo una mueca al ver a la chica que era molestada.
Su grupo estaba conformado por los más conocidos del colegio. Gianni, Oliver, Steven, Benjamin y Jada. ¿Honestamente? Todo el grupo estaba conformado por un interés común: el reconocimiento.
Ninguno de ellos era realmente la amistad soñada que aparentaban ser, solo les importaba el estatus quo y la atención. Porque vamos, ¿a quién gusta realmente ser el marginado?
Natalia se inclinó un poco para observar a la chica. Su ropa era oscura y holgada, era delgada, su cabello castaño caía encima de su rostro, Pronto se dio cuenta Natalia que era evidente que la chica resaltaba, pero no era el centro de atención de forma positiva. Recordandole tanto a si misma que su estómago se retorció al pensar que esa podría haber sido ella.
— ¿Por qué no vas y le preguntas? — Oliver sonrió en forma de burla respondiéndole a Gianni.
— Ella es Venus Richter. — dijo Jada al llegar a su asiento luego de molestar a Venus. — Creo que está en nuestra próxima clase.
Gianni blanqueó los ojos.
— Tienes que estar bromeando.
Jada se encogió de hombros y comenzó a picotear su comida.
— Oh, genial. — continuó Gianni sarcásticamente. — Más raritos a la clase.


La escuela acabó y la noche cayó a las pocas horas. Oliver tocó el timbre de la puerta de Natalia con impaciencia al llegar la noche. Ambos habían quedado en ir a una fiesta a escondidas. Ellos solían hacer eso, ambos tenían dieciséis años, eran prácticamente unos críos pero disfrutaban entrar a los bares para emborracharse fingiendo tener dieciocho años mostrando identificaciones falsas cortesía de Oliver y su dinero. Sin importar que fuese en días de semana.
— Hola, niño. — Natalia dijo con una sonrisa, abriendo la puerta antes de hacerle pasar Oliver asintió agradecido y pasó junto a ella.
— ¿Tu papá no está aquí? — Oliver enarcó una ceja, sus ojos recorriendo la cara de Natalia.
— Mi papá está arriba, en realidad. — Natalia puso los ojos en blanco, aplastando efectivamente el estado de ánimo de su amigo.
Oliver hizo un puchero.
— Entonces, ¿no iremos a la fiesta?
— Eh... No, realmente no. ¡Pero podemos hacer algo divertido!
— ¿Solo tú y yo?
Oliver se dejó caer de espaldas al sofá cruzando sus piernas.
Ella asintió.
— Así es.
— Está bien, Nat ¿Verdad o Reto?
Natalia siempre elegiría el reto, lo hacía para encajar en su estereotipo de chica popular.
— Reto.
— Bien. — dijo Oliver, frotándose las manos y sofocando una risa malvada. — En realidad, ¿Sabes qué? Éste desafío es demasiado bueno, que sea una apuesta.
— Está bien. ¿Cuál es la apuesta?
— Apuesto a que no podrías salir con una chica.
Ella bufó.
— Salgo con Jada casi todos los días. — respondió, sintiéndose superior.
Oliver negó.
  — Uh, uh. No cualquier salida, y no con cualquier chica. Si consigues que la niña rara Richter salga contigo, te pagaré trescientos dólares.
— Estoy saliendo con Gianni, idiota. — ella protestó desesperada por salir de este lío, poniendo la primera excusa que se le vino a la mente. — No saldré con una chica.
Oliver se encogió de hombros mostrando indiferencia.
Estaba frita.
— Sabes que necesito el dinero para mí abuelo. Eres un asqueroso, Stone. ¿Lo sabías?
Él se rió.
— Y aún así soy tu único amigo.
Natalia bufó cruzándose de brazos.
¿En qué clase de lío se había metido?

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