Una cena despreocupada

175 12 8
                                    

No sabía porque en sitios como este daba la sensación de que el día acababa antes de lo que debía ser. Ya estábamos de nuevo en la casa que habíamos alquilado y solo faltaba arreglarnos para salir a cenar, y siendo sincera, nada, nada me apetecía menos que estar comiendo con tanta gente desconocida, pero ya estamos aquí y solo quedaba entrar.

Nosotros — como ya era costumbre — llegamos los primeros pero decidimos esperar al resto fuera y, cuando le vimos llegar de nuevo, mi mundo se derrumbó.

Miré hacia abajo al tiempo que escondía la cabeza en el hombro de Kai con desesperación y con la necesidad de desaparecer un momento. Volví a elevar mi mirada para comprobar que mis ojos no me habían engañado, pero le vi saludando a Kai disimulando todo aquello que al parecer se había quedado atrás. Necesitaba saber como lo hacía, porque yo también necesitaba la receta que él utilizaba para pretender que todo se había olvidado.

O quizás sí que lo había hecho.

— Creo que no os han presentado — dijo Kai, de nuevo, trayéndome al frente. — Adara, Alec, Alec, Adara — dijo moviendo la mano de un lado a otro al tiempo que decía nuestros nombres.

Él no se movió, se limitó a mirarme y tomé yo la iniciativa. Extendí mi brazo en su dirección.

— Encantada — y tiempo después él hizo el mismo gesto hasta que nos agarramos la mano y la estrechamos sin soltarla por un tiempo, como si fuera un bucle del que no quisieras salir.

Si no hubiera sido por el pequeño sonido que emitió el teléfono de mi pareja, creo que hubiera acabado volviéndome loca.

— No me jodas — susurró mirando el teléfono y después guardándolo — Estos se han perdido, iré a buscarlos, ¿quieres venir? — me preguntó Kai y traté de decir que sí, pero otro habló por mi.

— No te preocupes, estaremos guardando los sitios — dijo Alec poniendo eso como excusa, algo que a mi me pareció absurdo o una pérdida de tiempo, pero a Kai le pareció bien.

Este me dio un beso en la sien como despidiéndose — a pesar de que iba a tardar poco tiempo... o eso era lo que esperaba — y pude notar la incomodidad de Alec sin siquiera mirarle

— No tardo. — terminó diciendo.

Y cuando se fue, ese silencio nos volvió a encontrar. Nos quedamos mirando el uno al otro sin saber qué decir o qué hacer, cómo revivir todo aquello que una vez perdimos.

— ¿Qué tal estás? — una simple pregunta para una simple respuesta.

— Bien — traté de sonreír pero fracasé.

— No tienes por qué mentirme Adara. —- me miró con un ápice de dulzura y ternura, como solía hacerlo.

— Y tu no tienes que fingir que te importa después de todo Alec — respondí con calma y sin prisa, saboreando cada palabra que salía de mí.

En ese instante él se calló, no dijo nada pero miró al lado opuesto con una sonrisa triste y luego volvió a mí.

— Sabes... yo, yo renuncié a todo por ti en ese entonces Adara — me atraganté con mi propia saliva — de veras lo hice, pero no me diste la oportunidad de explicarte nada.

Esta vez fui yo la que guardó silencio, pero no por mucho tiempo.

— No me diste razones para dártelas.

Esto era un tira y afloja y cada vez hacía más daño, lo podía ver en sus expresiones y podía sentir las mías, nos rompía ver la verdad del otro, pero ¿Qué más se podía hacer?

— Por eso me gustaría volver hacia atrás, — volver a como era antes, quería decir, pero esas palabras nunca las pronunció.

<<Quizás... tal vez... a mi también me gustaría volver hacia atrás>>

— ¿Y qué hubiera cambiado Alec? — pregunté sin esperar una respuesta.

— Todo.

Fue lo único que respondió antes de que el resto se uniera a nosotros — para mi pesar—.

➳➳➳➳➳➳➳

La comida fue lenta, o al menos lo fue para mí. Hablaban entre todos, reían y bromeaban sobre una cosa más ridícula de otra, al contrario que yo, que estaba metida en un juego de miradas, unas más intensas que otras, algunas hasta llevaban un mensaje detrás, que a saber por qué ambos entendíamos.

Y así transcurrió la cena, lenta para algunos y divertida para otros.

— Se está haciendo tarde — dijo uno y casi le besé los pies, estaba de todo menos cansada, pero por salir de aquí daría lo que fuera.

Ellos se adelantaron y Leo y yo fuimos a nuestro ritmo hacia nuestra habitación y no pude evitar pensar en la posibilidad de que quizás ellos dos tuvieran algo... más.

— Oye, ¿tú... y Alec? — dije casi para el cuello de mi camisa, pero lo suficientemente alto como para que ella me pudiera escuchar. Aunque lo único que obtuve como respuesta fue una carcajada larga y sincera, pero que hizo que mis mejillas se sonrojaran levemente. — ¡No te rías, va en serio! — pero lo que provoqué fue que empezara a retorcerse aún más de la risa.

— Adara — dijo antes de retomar la compostura — es como un hermano para mí, es más probable que los cerdos vuelen antes de que él y yo tuviéramos algo como lo de tú y Kai.

Asentí con la cabeza con alivio, aunque no supe porque me importaba tanto saber la respuesta.

— Pero esta no es la primera vez que os conocéis, ¿verdad? — la quise mirar como si no supiera de lo que estaba hablando, pero sabía que eso no iba a funcionar, así que la ignoré y afortunadamente no insistió, pero se podía ver con claridad que ella sabía algo más y estaba deseando sacarlo.

Entramos por la puerta principal, deseando quitarme los zapatos de una vez por todas y hacer como que nada de lo que había pasado hoy había sido un sueño.

Kai ya estaba en su quinto sueño e hice el menor ruido posible para no despertarle — aunque sería imposible por sus ronquidos —, apestaba a alcohol, a pesar de que intenté pasarlo por alto, pero fue algo que no pude evitar. Me quedé mirando el techo con la mente en blanco una vez que me había puesto el camisón. Jugueteé con algunos de los mechones de pelo que le caían por la frente a Kai, pero no conseguía cerrar los ojos.

Sin embargo, una luz detrás de la entrada a la habitación se encendió y segundos más tarde y al estar yo más cerca de la puerta, el pequeño brillo solo me reflejó a mí, mientras que Kai quedó aún en sombra. La puerta chirrió cuando se abrió y dejó pasar la silueta de Alec. Cerré los ojos simulando estar dormida y me hice una pequeña bolita cuando sus pasos empezaron a escucharse más cerca.

Sus manos agarraron el borde de la sabana y tiró de ella hasta que estuviera a la altura de mi cuello.

— Descansa pelirroja — susurró antes de irse a su habitación.

Solo fue una franja de segundo, pero fue lo suficiente como para que yo me diera cuenta de que la llama que una vez se había encendido por él, ahora seguía ahí.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora