No te alejes de mí

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Me tumbé en el suelo, que estaba helado, y me hice una pelotita no muy lejos de donde estaba él. Tenía la intención de dormir o al menos descansar todo lo mal que se podía en una situación como esa.

Empecé a tiritar unos minutos después cuando el calor de mi cuerpo no era suficiente para calentarme. Sin embargo, sin esperar ninguna respuesta de él, este pasó su mano por la curva de mi cintura haciendo suaves movimientos encima del vestido que llevaba puesto.

Respiré profundamente tratando de mantener mi respiración constante, lo que estaba siendo completamente imposible. No sabia que tenia su tacto que hacia latir mi corazón tan rápido que temía que mi sangre se desbordara, sin embargo esa sensación me encantaba, me hacía cosquillas en la tripa y hacían trepar escalofríos por toda mi espalda.

Ahora sentía su cuerpo detrás de mí y me dí cuenta de que había encontrado la manta perfecta — al menos por unas horas —. Apostaría lo que fuera a que la noche ya estaba en su mayor apogeo y por alguna razón temía que este cacharro no iba a funcionar hasta dentro de un tiempo.

En un momento dado ese movimiento de su mano se detuvo, pero no se alejó como yo lo había hecho, sino que se quedó justo detrás.

Me giré sutilmente y lo busqué de nuevo.

— ¿Por qué has parado? — pregunté como si fuera un ruego.

Este paso su mano por mi oreja y sin esperar a nada más, presionó sus labios contra los míos, y no me aparté.

Su otra mano me abrazó por la cintura y me arrimó más a él. Por un momento dejé de sentir frío y solo éramos él y ello en ese espacio cerrado, pero en ese instante, nuestro.

Su toque era suave e incluso gentil y no podía apreciarlo suficiente. No había prisa en lo que hacía y ambos disfrutábamos cada segundo del momento.

No necesitaba más en ese momento, y podría parecer que estaba siendo un simple capricho, quizás sí que lo era y estaba siendo egoísta con el resto, pero necesitaba esto más que otra cosa. Lo necesitaba a él, y eso me daba más rabia todavía.

— Pelirroja, no sabes como me has estado torturando estos días — dijo con la voz entrecortada cuando nos separamos en busca de aire — espero que lo hayas disfrutado.

— Solo un poco — me reí mientras mis labios volvían a estar ocupados con la sonrisa de él.

Este me giro a penas un poco para quedar él encima de mí y yo contra el suelo. Llevó una de sus manos hasta mi muslo y tiró de él hacia arriba, de forma que ahora lo abrazaba con mi pierna para que no se separara de mi alcance.

Pasé mi mano a su mejilla y la acaricié con el mismo cuidado que estaba teniendo conmigo. Había olvidado lo que significaba disfrutar de esos besos, y lo que conllevaba besar esos labios que siempre me llenaban de sensaciones que me gustaba experimentar una y otra vez.

Se separó por segunda vez en la noche y nos quedamos mirando el uno al otro mientras compartimos caricias sin ninguna otra finalidad más que mostrar el aprecio que ambos nos teníamos, tal vez un poco más de sentimiento que ese, pero esta vez no había nada inapropiado en nuestras intenciones.

Este abrió la boca para decir algo pero se lo pensó dos veces y terminó besando mi frente antes de tumbarse y no volver a murmurar palabra. Yo hice lo mismo aunque me estuve comiéndome la cabeza pensando que algo había hecho mal a parte de lo evidente, pero debía de estar equivocada en eso.

Me envolvió con su brazo por la cintura y como respuesta entrelacé mis dedos con los suyos. Él no quitó ese agarre en mucho, mucho tiempo y por alguna razón, el frío dejó de invadirme.

➳➳➳➳➳➳➳

En algún momento de esa noche, los cables y los motores del ascensor volvieron a funcionar, aunque nosotros seguimos prácticamente adormilados. Tal vez Alec si que se llegó a despertarse por completo pero no hizo nada para no despertarme — aunque era retrasar lo inevitable —, todo fue más desastroso cuando las puertas se abrieron con dificultad y la luz de fuera penetró con fuerza en el interior.

Ambos nos incorporamos levemente aun sin soltarnos a pesar de ver la silueta de una persona esperando en la puerta. Temí al principio que fuera alguien conocido — que tenían todas las papeletas para ser uno de ellos — pero sin embargo solo necesitábamos aclarar un poco más nuestros ojos para ver con mejor nitidez y entonces fue cuando la vimos a ella.

Una mujer bajita y cruzada de brazos nos miraba a ambos con sorpresa una mezcla se aceptación — aunque no sabía muy bien por qué — pero sí que se vislumbra una pequeña sonrisa algo pícara.

— Os dije que la luz no funcionaba, criaturas — dijo María alardeando de nuestra falta de razonamiento que tuvimos cuando nos metimos sin pensar aquí. — ¿Estais bien? — preguntó ella con esa voz tierna y una sonrisa, nosotros asentimos sin saber muy bien que estábamos haciendo. — Teneis una pinta horrible y estais muy delgados, ¿queréis comer algo?

Ella no esperó a nuestra respuesta, se dio la vuelta esperando a que la siguiéramos o al menos a esperarla a que regresara a donde estábamos nosotros. Fácilmente quedaban dos pisos para llegar a nuestra habitación y no nos queríamos volver a arriesgar a utilizar esto. 

Miré a Alec confusa y este se encogió de hombros, nos incorporamos y fue cuando notamos ese dolor de espalda que a ciencia cierta nos iba a acompañar todo el día.

— Buenos días — dije yo estirándome y este respondió de la misma manera.

— ¿Has descansado? — dijo con ironía y moví mi mano de lado a lado mientras dibujaba una mueca en mi rostro.

— Tomad — María entró sin hacer ningún ruido en la escena de nuevo y nos dio una caja de plástico llena de tortitas que ha decir verdad, lucían apetitosas. —Y si os dicen algo decidles que estabais conmigo — nos guiñó un ojo y se fue sonriendo.

Olía delicioso, se notaba que estaban recién hechas por la temperatura que estas tenían, solo necesitaba un poco de chocolate y estas desaparecerían de la vista de todos.

Ella era la típica abuela que todos queríamos tener en algún momento de nuestra vida y hasta se comportaba como si lo fuera, tal vez tener a una persona así en ese tiempo nos iba a venir muy bien.

Miré a Alec con el desayuno en la mano y una sonrisa que lo decía todo y este negó con la cabeza.

— Como te comas todas vamos a tener un problema muy serio — dijo serio.

— Si te conformas con las migas... — respondí dejando claro que no iba a tener ninguna oportunidad de acercarse a mi preciado tesoro.

— Te vas a quedar sin nada al final, por lista — salí corriendo por las escaleras con él detrás hasta llegar a la entrada de nuestra puerta, y sin asombrarme por mi falta de cuidado, mis llaves habían bordado y lo más probable era que Kai tuviera ambas.

Alec acabó arrinconándome en la puerta y como forma de vengarse por hacerlo "sufrir" subiendo las escaleras, la tomó conmigo haciendo cosquillas, por lo que fue inevitable echarse a reír.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora