Una definición

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Adara

Me levanté con mi espalda adolorida y mi cabeza zumbando. Alec me había acompañado con una sinfonía de ronquidos durante la noche y en algún momento que otro algún manotazo le dí. El sol daba de lleno en mi cuerpo con colores anaranjados y mi piel se parecía por momentos a la de una langosta.

Después de la llamada imprevista de ayer silencie el teléfono y me dejé llevar sin pensar en las consecuencias de después. Varias veces me había llegado a preguntar si hacer esto merecía la pena, pero en todas ellas me había seguido arriesgando. << Debe ser que cada vez estoy más loca>>. Pero eso sería por algo, ¿no?

Me senté y tapé mi cuerpo con lo primero que encontré cerca de mí, encendí el móvil 7:25, joder. Lo desbloqueé y esperé encontrarme los mensajes enfurecidos y las llamadas perdidas de Kai. sin embargo solo había uno.

Kai: mañana hablamos, no vuelvas tarde otra vez.

Y luego no sorprendentemente, una de Hope. Él era un desconfiado y lo más probable era que la hubiese llamado para confirmar — aunque en este caso le daría la razón dadas las circunstancias —, aun así, no me preocupaba por lo que ella hubiera dicho, de todos modos debería llamarla más tarde.

Me froté los ojos con fuerza y suspiré. Eché la mirada atrás y me quedé mirándole. Él aún no se había despertado, y no parecía que lo hiciera pronto — eso creí en un principio —, su respiración era lenta, su pelo estaba suelto y revuelto, aunque mucho mejor que como lo estaba el mío. Aproveché con el móvil en la mano y le saqué una foto rápida. 

Sonreí por unos instantes, pero cuando escuché crujidos y ruidos detrás de la puerta de metal que llevaba de nuevo al interior, empecé a recoger la ropa a toda prisa.

— Date prisa — dije abalanzándose sobre él y dándole manotazos hasta que abrió los ojos resaltado bajo la amenaza de la llave.

¿Q- — me preguntó este adormilado sin entender nada, pero las explicaciones para más tarde. Volamos hasta uno de los costados de la terraza y nos quedamos detrás de uno de los tubos de ventilación que cubrían lo suficiente como para taparnos a los dos.

Segundos después se escucharon pasos de varias personas. Él y yo aguardamos en silencio muy serios mientras nos mirábamos fijamente como si así pudiéramos predecir lo que alguno de nosotros iba a hacer.

— Subidlo un poco más — gritó uno de ellos, no sabía muy bien para que, aunque supuse que eran parte de los que trabajaban aquí. — No, ¡No, lo estáis haciendo mal!

— ¿Crees que por detrás podemos pasar? — preguntó este. Apenas me asomé para ver lo que estos estaban haciendo, y una vez supe con certeza que no se darían la vuelta, le cogí de la mano y rápido pero sin hacer mucho ruido, fuimos hacia la puerta, ahora abierta, y bajamos por las escaleras como elefantes, mientras intentábamos de mala forma no reírnos.

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Llegar al apartamento fue otra historia. Yo me fui por mi lado mientras que él por el suyo, y de nuevo cada uno por su cuenta, pero al contrario que a mi el, a mi me esperaba una reprimenda.

Aun llevaba la ropa del día anterior, el vestido largo y ahora arrugado y aun húmedo por la insensatez que mereció la pena, aun así incómodo de narices, pero teniendo en cuenta el historial de excusas que llevaba diciendo estos días la que tocaba hoy era que llovió por la noche, a pesar del calor y el buen tiempo.

Estaba claro que era un caso perdido.

Saqué las llaves del bolso y al abrir la puerta — lo que se traducía en encontrar la llave — Kai fue más rápido y abrió antes. En su cara estaban dibujadas todas las emisiones menos las de bienvenida, aunque estuviera entrando a mi casa.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora