Te odio

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Los chicos se fueron yendo del sitio poco a poco hasta que me quedé yo sola en ese piso temporal. Estaba famélica, pero eso era lo segundo que haría - después de tener un tiempo para mí claro -. Cerré la puerta de mi cuarto, solo para tener más privacidad, a pesar de que estaba sola, pero de esa forma me quedaba más tranquila.

Fui sonriente a aquel armario y cogí disimuladamente aquello que ahora parecía que gritaba mi nombre y me lo llevé a la cama.

No me había cambiado de ropa, lo que era más cómodo para el momento. Por supuesto Kai no tenía ni idea de lo que había traído, si llegara a saberlo no acabaría bien para nadie, por eso no se podía enterar de mi pequeño secreto.

Comprobé que tenía batería y para mi completa alegría estaba perfectamente listo para mí.

Lo encendí y lo fui bajando por mi cuerpo hasta que estuvo en ese lugar que tanta atención reclamaba. Eché la cabeza hacia atrás mientras me mordía un labio y dejaba salir pequeños jadeos de placer salir del fondo de mí. No me contuve en ningún momento y mientras movía mis piernas por la satisfacción del momento, las sábanas se hacían un lío entre ellas.

Tenía la mente en blanco, no había nada que me incitara a terminar antes o después, pero tampoco era como si lo necesitase. Me dejaba llevar por las vibraciones y cada vez era más excitante e ignoraba todo ruido que pudiera provenir de fuera y entonces estaba a punto de llegar, pero entonces pasó la desgracia...

- Oye te traig- - era la cena, pero porque cojones estaba la cena entrando a mi cuarto y porque Alec estaba en la habitación. Se había quedado totalmente de piedra al ver la escena, y le culpaba por ello aunque yo hubiera reaccionado igual

No perdí más tiempo y le tiré una almohada tan fuerte como pude a la cara. Este se desequilibró y se "dejó" caer al suelo.

- ¡¿Podrías llamar a la puerta inutil?! - le grité a todo pulmón ahora que me sentía abochornada. No paré de pegarle una y otra y otra vez, hasta que al final acabó saliendo el relleno de plumas y salpicó todo el suelo de la habitación.

- Pelirroja, llevo llamando un rato, pero estabas muy ocupada - terminó de decir, pero no hacían falta más explicaciones.

- ¡Y porque no te has quedado fuera! - le reprimí con enfado pero este no respondió y sin embargo no dejó de mirarme a los ojos.

- No he visto nada si eso te consuela - este se acercó un poco y tuve que contener mis manos para no volver a tirarlo. - Si quieres que te de un consejo... para la siguiente vez, asegúrate de que estas sola en casa, de lo contrario pueden pasar estas cosas, ¿sabes?

Me pegue un reboté y me tiré encima y cogí una segunda almohada que ahora había quedado en el suelo con tanto ajetreo y volví a hacer lo mismo que antes, solo que ahora yo estaba encima de él sin saber como y este ahora se había conseguido liberar de la tela que le había hecho caer.

- ¿Ya has terminado? - dijo este intentando no reírse más.

- Te odio - le solté con un tono fuerte y firme.

- ¿A si? Repítelo si te atreves - dijo ahora incorporándose y estando enfrente de mí.

- Te odio, te odio, te odio. T-e o-d-i-o - se lo repetí varias veces y se lo deletreé a ver si de esa forma le quedaba más claro cuales eran mis sentimientos por él, pero como a la quinta vez que se lo repetí me calló de la forma que el mejor sabía.

Me besó con fuerza y con necesidad y sin poder controlar los movimientos de mi cuerpo, le correspondí con la misma intensidad, nos agarramos fuerte el uno al otro como si en cualquier momento nos pudiéramos perder asique hicimos el uno del otro un pequeño salvavidas, pero eso solo fue un momento. Me separé de él pero aun así este reclamaba la atención que había estado pidiendo estos días.

- No vuelvas a hacer eso Alec - demandé seria pero con el corazón a mil. Tenía inseguridad en ese momento, él por alguna razón, se dio cuenta de eso.

Pasó su mano por mi oreja quitando los mechones de pelo que tapaban levemente mi rostro y sentí que miraba incluso más allá de lo físico, que se calaba hasta el fondo y veía lo que otros ignoraban. Todas las emociones perdidas y encontradas, que Kai no podía ver.

- ¿A qué le tienes miedo Adara? - susurró con una voz más dulce que me estremeció entera.

- A nada - mentira - Pero esto no está bien y los dos lo sabemos.

- Nunca hicimos lo que era correcto y eso no nos impidió hacer lo que queríamos - me recordó él. Y era verdad, antes éramos así y jugábamos en contra de las reglas y nos parecía que estaba bien.

Pero eso era antes.

Me levanté medianamente rápido y retomé la compostura.

- Entonces las cosas han cambiado - volví a decir yo, tratando de sonar segura de mi respuesta, algo con lo que estaba en total desacuerdo.

Este copió mis movimientos y con decepción se volvió a incorporar.

- Si repites eso muchas veces, igual te convences de ello... - hizo una pausa y de nuevo el silencio nos envolvió. - ahora vente que la cena se enfría.

- No tengo hambre - dije, pero mis tripas me delataron y Alec sonrió con cariño.

- Claro, y yo te odio Adara - entonces salió de la habitación y me dejó con la cabeza hecha un lío como siempre.

No todo el oro brilla igual (2º libro de No todo lo que brilla es oro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora